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En las faldas del Popo

Por:
  • Gabriel-Merigo

“La arquitectura debería hablar de su tiempo

y lugar, pero anhelar la eternidad”

Frank Gehry

 

Los desastres naturales que ocurren en México, de vez en cuando causan daños irreversibles al rico patrimonio cultural de nuestro país, que en arquitectura comprende cientos de monumentos de primer orden.

Es el caso de los graves deterioros ocasionados por los sismos de septiembre del año pasado a más de dos mil monumentos arquitectónicos, cuya rehabilitación, además de requerir cientos de millones de pesos, probablemente se lleve varios años.

De estos recientes movimientos telúricos, resultaron afectados algunos inmuebles declarados “patrimonio cultural de la humanidad”, por UNESCO. Tal es el caso de los conventos del siglo XVI construidos por los frailes mendicantes en las faldas del volcán Popocatépetl, considerados por el organismo internacional como “de valor universal sobresaliente”, en 1994. Esta determinación se basó principalmente en que esta zona de monasterios “exhibe un importante intercambio de valores humanos, en una extensión de tiempo de un área cultural, en el desarrollo de arquitectura y tecnología, artes monumentales, planeación y diseño de paisaje”.

El área mencionada comprende catorce magníficos conventos construidos por los primeros misioneros, franciscanos, dominicos y agustinos, que llegaron a estas tierras a principios del siglo XVI con la misión de evangelizar a los indígenas. De estos conventos, once se encuentran en el Estado de Morelos, que son, Atlatlahucan, Cuernavaca, Tetela del Volcán, Yautepec, Ocuituco, Tepoztlán, Tlayacapan, Totolapan, Yecapixtla, Hueyapan y Zacualpan de Amilpas y tres más en el Estado de Puebla que son, Calpan, Huejotzingo y Tochimilco.

Estas fastuosas construcciones tenían múltiples funciones, además de ser los centros operativos de la conquista espiritual. Eran también núcleos de enseñanza, centros de promoción del desenvolvimiento sociocultural y económico de las comunidades y focos impulsores del desarrollo poblacional de los asentamientos indígenas. Por lo general los conventos estaban conformados por un templo y un claustro al costado. La tipología arquitectónica que los distinguía contaba por lo general con un gran atrio de forma cuadrada o rectangular, una cruz atrial al centro y capillas posas en los cuatro vértices utilizadas para procesiones religiosas; al frente el templo con su capilla abierta al atrio para predicar a los indígenas a cielo abierto como acostumbraban en sus propias ceremonias o para realizar actividades relacionadas con la conquista del espíritu de los nativos, y su conversión a la religión de los españoles.

Lamentablemente, estos monasterios, verdaderos prodigios de la arquitectura religiosa, se encuentran ahora en muy malas condiciones. En Morelos se les han derrumbado anchos muros de piedra, se han colapsado varias torres campanario y numerosas cúpulas han perdido su geometría original. Sin embargo, estos conventos aún nos recuerdan la fuerza con la que los frailes impulsaron su campaña evangelizadora, cuyos evidentes logros habrían de traducirse en esencia e identidad del mexicano, y fiel testimonio de los primeros tiempos del mestizaje del que somos fruto.