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La izquierda uruguaya

Por:
  • larazon

A diferencia de lo que sucede en otros países de la región, donde la izquierda se fractura o se encona —más por divergencias tácticas que por verdaderos dilemas ideológicos— en Uruguay los tres principales líderes del gobernante Frente Amplio, José Mujica, Tabaré Vázquez y Danilo Astori, debaten públicamente diversas maneras de avanzar en la distribución equitativa del ingreso y de rebajar los impuestos de los sectores populares, sin abandonar las líneas macroeconómicas de la última década.

Algo sucede en la cultura política uruguaya cuando los tres principales líderes de la izquierda son capaces de dirimir públicamente sus diferencias, sin caer en el insulto o el golpeteo retórico. Dichos líderes tienen la ventaja de estar en el poder y de gozar de mayorías en las instituciones legislativas y en la opinión pública, pero tampoco debería ignorarse que esas mayorías fueron construidas, en las dos últimas décadas, por medio de una rara —por civilizada— exposición de diferencias ante la ciudadanía.

Con Vázquez fuera de la presidencia y con Mujica y Astori, como primero y segundo al mando, los tres políticos tratan hábilmente de crear un espacio de divergencia pública, que les permite desplazar a la oposición liberal de las principales expectativas de cambio. Al defender, especialmente Astori que fue ministro de economía de Vázquez, la estabilidad macroeconómica, el flanco centrista queda cubierto por el Frente Amplio, limitando la oferta de los partidos de oposición.

El caso uruguayo recuerda los viejos proyectos de pluralizar partidos únicos o hegemónicos, que se vivieron en la Unión Soviética o en México, entre los años 70 y 80. Muchos críticos y opositores del Frente Amplio denuncian esos ardides de la hegemonía, similares a los de la Concertación chilena, que podrían acentuarse en la medida en que las alternativas electorales graviten hacia ese centro que monopoliza la gran coalición gobernante.

La diferencia con aquellas pluralizaciones desde arriba no sólo radica en que Uruguay es una democracia sino en que la alianza en el poder abarca una base popular que, en efecto, se mueve entre el centro socialdemócrata y la izquierda radical. Hay, desde luego, algo de escenificación de la diferencia en estos debates, pero las opciones de política económica en pugna movilizan intereses lo suficientemente sólidos como para concentrar una buena parte de las demandas de la población.

El Frente Amplio está dando varias lecciones a la izquierda latinoamericana. Lástima que esta última, en la mayoría de los casos, ni siquiera advierta lo que sucede en ese pequeño país suramericano. Entre tantas otras limitaciones, la izquierda regional adolece de una gran incapacidad para observar las experiencias políticas vecinas y aprender de ellas. Buena parte de sus líderes prefiere todavía recibir consejos de Fidel Castro antes que madurar como oposiciones o gobiernos en democracia.

rafael.rojas@3.80.3.65