a

La lógica del desencanto

Por:
  • larazon

Barack Obama se acerca a dos años de gobierno en medio de un decrecimiento notable de su popularidad y de una agresiva movilización de los republicanos, con vistas a las próximas elecciones legislativas. En una larga entrevista con Peter Baker para The New York Times, seguida de un amplio reportaje de este mismo periodista sobre el equipo presidencial, con el feliz título de “Education of a President”, Obama y sus principales consejeros hacen un análisis honesto, y a la vez inquietante, de la situación del presidente a la mitad de su primer mandato.

Dicen —y podemos creerles— que en estos dos primeros años se han concentrado en preservar y ampliar el respaldo de la clase media y que algunas de las principales promesas de campaña, destinadas a ese fin, como la reforma de la Ley de Salud y el inicio del retiro gradual de las tropas de Irak, han sido cumplidas. Dicen también que buena parte de las energías del primer tramo de gobierno se ha ido en enfrentar la crisis económica y en generar una estrategia bipartidista de recuperación financiera, que no acaba de cuajar.

Obama resume su propio dilema con una frase: “intentando gobernar, hemos descuidado la política”. En efecto, en un país como Estados Unidos, donde el sistema electoral prácticamente no da respiro a las administraciones, el presidente debe gobernar y politiquear, a la vez.

Sobre todo durante su primer mandato, ya que si no promueve leyes que le den identidad simbólica y apoyo popular y no produce alianzas y acuerdos con claras ventajas comparativas para ambos partidos, puede perder la primera reelección.

En gesto de rarísima franqueza, Obama y su equipo reconocen a Baker que, además de la tenaz oposición de la derecha republicana y de la izquierda socialista, han debido enfrentar los efectos de una presidencia mítica, que suscitó expectativas desmesuradas entre fines del 2008 y principios de 2009. Cargar con el mito no ha sido fácil, dicen, y la política práctica no se les ha dado bien a estos inquilinos icónicos de la Casa Blanca. Lo más peligroso, admiten, es que una derrota en las próximas legislativas produzca una emigración de su electorado joven, que es la base social en disputa con el Tea Party y los republicanos.

Una vez más, es el propio Obama quien ofrece el análisis más elocuente de la situación. Afirma el presidente que su gobierno fue víctima de un “orgullo perverso”, que consistió en confiar en que la popularidad alcanzada hace dos años podía mantenerse a flote durante el primer mandato. No previeron que la burbuja podía desinflarse y que en un escenario electoral tan competido, como el de 2010, era necesario mantenerse en campaña siempre, aun cuando el ejercicio del gobierno se viera desfavorecido frente a los ardides de la política.

Sin embargo, el propio Baker, en sus conclusiones, no es tan pesimista como algunos de los colaboradores de Obama. Si los demócratas pierden poder en las próximas elecciones legislativas, el presidente tendrá mayores incentivos para regresar a la campaña por la reelección entre 2011 y 2012, haciendo uso de todas sus artes de seducción. Ya se ha visto lo eficaces que pueden ser Barack y Michelle Obama si se proponen conquistar el voto de la juventud profesional y la clase media de Estados Unidos.

rafael.rojas@3.80.3.65