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La renuncia de Margarita y el segundo debate presidencial

Por:
  • horaciov-columnista

Dedico la colaboración de la semana a analizar dos temas de coyuntura: la renuncia de Margarita Zavala a su candidatura y el segundo debate entre aspirantes a la Presidencia de la República. Algunos comentarios al respecto.

Renuncia de Zavala. Si bien la boleta aparecerá con su nombre, me parece lamentable que las alternativas para la elección presidencial, la más importante del 1 de julio, se queden sin la opción de una mujer. Duro golpe a la agenda de paridad de género.

Resulta interesante la conversión por la que le dio la vuelta a una candidatura poco competitiva para transformarla en un liderazgo político buscado por sus adversarios. No había terminado el día en que trascendió el rumor y se confirmó la noticia, cuando desde las campañas de Anaya, Meade y Encuentro Social le tendieron la mano para unirse a dichos proyectos electorales.

Al margen de las críticas que recibió por no continuar en la contienda presidencial, se trató de una buena jugada política, al menos por dos razones: revalorar su capital político en un momento de la campaña donde resulta altamente cotizado y no tener que armar una narrativa de la derrota la noche del 1 de julio.

La renuncia no fue acompañada por una declinación a favor de otro candidato. Si bien no es mecánico el endose de simpatizantes a votantes por otras candidaturas, el pronunciamiento político del líder siempre es crucial en esos casos para tratar de orientar el voto.

En ese sentido, si bien se esperaría un acercamiento a la campaña de Anaya, el hecho de que pasen los días sin una confirmación, aumenta la especulación de una posible cercanía con Meade. Pronto se sabrá hacia dónde se orientan los apoyos. Porque como toda fruta codiciada, si pasa su tiempo de maduración, se echa a perder.

El episodio, sin duda, se sumará a la evaluación que deba de realizarse sobre las experiencias fallidas de las primeras candidaturas independientes a la Presidencia de la República.

Segundo debate presidencial. Si el primer debate fue bastante bueno, había condiciones para pensar que el segundo sería mejor: participación ciudadana directa, un moderador menos, un participante menos y movilidad de los candidatos por el escenario. Pero no. El debate resultó menos atractivo que el primero.

Como era de esperarse, se presentaron propuestas, ataques, improvisaciones y ocurrencias. Es interesante que una vez más el desempeño de los candidatos no se refleja en la famosa evaluación de quién ganó el debate.

Meade se basó –aunque le pudo sacar más jugo- en su experiencia como canciller y Anaya -el candidato más completo en este tipo de ejercicios de comunicación- le sacó provecho al formato del debate.

Si bien los dos se prepararon y estuvieron sólidos en argumentaciones y ataques, por momentos se engancharon entre ellos y olvidaban centrarse en pegarle al puntero, a estas alturas experto en evasivas y generalidades. A reserva de lo que consignen las encuestas, el debate no movió nada: un resultado al estilo "cada quién su golpe".