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Los reflejos enigmáticos

Por:
  • jorgem-columnista

Cuando llueve la ciudad entra en caos. La movilidad se desquicia, la gente corre, los coches avanzan lento, el taxi no hace la parada y el Metro ni camina. Después de la tormenta viene la calma. Fuera de las zonas de desastre el ritmo habitual comienza a fluir, las nubes negras se disipan dejando un ambiente fresco y las calles quedan encharcadas. Es entonces cuando la urbe nos obsequia destellos en los espejos de agua del asfalto.

Si el referente es hermoso, la imagen reflejada en la superficie puede serlo también, pero abajo, en la realidad, tal vez está oculto y al acecho un tremendo bache poncha-llantas. Esos pequeños socavones abundan en cualquier rumbo y quienes manejan saben por experiencia que ‘se la juegan’ cada vez que sus bólidos pasan por un encharcamiento que oculta la condición del camino.

Así de sorpresiva es la metrópolis, no sólo en los días lluviosos.