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Luis H. Álvarez, opositor y pragmático

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  • horaciov-columnista

El miércoles 18 de mayo falleció Luis Héctor Álvarez Álvarez. Se trata de uno de los más importantes referentes en la historia del Partido Acción Nacional. De manera reduccionista, se podría dividir la larguísima militancia de Álvarez en el PAN en cuatro etapas.

Lucha opositora testimonial y liderazgo partidista. Una primera y muy valiosa etapa corresponde a su activismo en Chihuahua, su estado natal, en una época en la que era muy difícil militar en la oposición, y que lo lanzó a un liderazgo nacional en su partido. Tras las elecciones a gobernador de 1956, encabezó una caravana a la Ciudad de México protestando por el resultado electoral. Eso le otorgó la visibilidad que lo terminó convirtiendo en el candidato presidencial del PAN (apenas el segundo en su historia) en 1958, frente a Adolfo López Mateos.

Oposición de impacto nacional. El segundo ciclo se refiere a la lucha opositora, pero ya con un impacto dentro de la política nacional. Después de haber sido presidente municipal de Chihuahua capital (1983-1986), fue candidato por segunda ocasión a la gubernatura en 1986. El llamado “fraude patriótico”, por el que el régimen determinó impensable e imposible que un partido de oposición gobernara un estado (para peor, fronterizo y el más grande del país), fue la antesala del gran cambio político que estaría por detonarse en el país en 1988.

Pragmatismo. A pesar de que en las elecciones federales de ese año el PAN quedaría por primera vez en tercer lugar (tras el PRI y la coalición de partidos que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas), la configuración de fuerzas lo dejaría en una posición inmejorable en su relación con el gobierno, tras 50 años de existencia. Como resultado de esas elecciones, por primera vez el PRI no contaba con la mayoría necesaria para aprobar por sí mismo las reformas constitucionales necesarias para llevar a cabo el ambicioso plan de gobierno del cuestionado —con absoluta razón— presidente electo Carlos Salinas. Dado el encono que caracterizó la relación entre el cardenismo y Salinas durante todo su gobierno, el aliado para pasar las reformas no podía ser otro más que el PAN. Álvarez, que había llegado a la presidencia del partido en 1987, tuvo que enfrentar el dilema de ser el actor clave que diera ese aval. Fue una costosa decisión —en 1992 tuvo que enfrentar la escisión del Foro Democrático y Doctrinario, encabezado por José González Torres—, pero la correcta, ya que consiguió la reforma electoral de 1990, por la que se creó el Instituto Federal Electoral, y a partir de entonces se empezaron a respetar (en general, aunque siguió habiendo excepciones) los triunfos del PAN en elecciones locales, lo cual permitió el crecimiento electoral de este partido durante los años noventa, sin lo cual no se podría explicar el triunfo de Vicente Fox en el año 2000.

Causas. Como legislador (miembro de la Cocopa) y como funcionario en el gobierno de Felipe Calderón (Comisionado de la CDI y Consejero para la atención de Grupos Vulnerables), Álvarez se dedicó a la promoción de los derechos humanos de los pueblos indígenas. En 2010, el Senado le otorgó su máxima distinción, la medalla Belisario Domínguez.

En lo personal, tuve el gusto de conocer a Don Luis H. Álvarez el 22 de mayo de 1997, en su oficina del Senado, a donde fui a entrevistarlo para la biografía de José González Torres que entonces estaba yo escribiendo. Si bien esa entrevista tuvo sus momentos incómodos (al hablar de la ruptura con los foristas), fue un encuentro cordial y se mostró interesado en la investigación. En alguna otra ocasión, años después, lo saludé, le recordé de aquella entrevista, a lo que sonrió amable, y me despedí de él con la convicción de que ahí estaba otro personaje complejo, fundamental para entender la transición a la democracia en México, esperando a que algún biógrafo le haga justicia.

hvives@itam.mx

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