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No es la mariguana, estúpidos

Por:
  • larazon

Salvador Camarena

En el debate en la ciudad de México por el tema de la mariguana ha surgido un trasfondo sobre una batalla política por capital. Recurro en el título de esta columna a la frase clintoniana, por gastada que esté, porque sigue siendo efectiva como una forma de alertar que la discusión está en otra parte, que debe irse más allá de revisar las virtudes y defectos de las iniciativas presentadas esta semana sobre la cannabis.

Para empezar porque el tema de la mariguana no iba a volar. Miguel Ángel Mancera lo dejó bien claro al batear, sin nada de tacto diplomático, las felicitaciones que ex presidentes latinoamericanos habían enviado al DF por la apertura de la capital en este tema. Así respondió el jefe de Gobierno, según La Razón del 13 de febrero: “No tengo ninguna iniciativa. Obviamente he tenido pláticas con los legisladores. Estoy seguro que muchos de los actores que han hablado con las diferentes especialidades y seguirán con los planteamientos y el análisis con el enfoque médico”.

Y este miércoles la puntilla —el enfoque médico— al asunto la dio el doctor Armando Ahued, uno de los funcionarios más cercanos a Mancera. “Pienso que este tema no va a pasar, el tema de distribuir en algunos lugares, no considero que sea adecuado”, dijo el secretario de Salud, según nota de Reforma de ayer.

Con la decisión de Mancera se pone freno al ímpetu que traía la capital como una urbe en donde se impulsaban derechos. Si con AMLO la ciudad de México volteó a ver a los pobres, con Marcelo Ebrard el Distrito Federal enarboló una agenda a favor de las mujeres (que ya había ganado terreno con Rosario Robles) y se allanó el camino hacia la igualdad en el matrimonio entre personas del mismo sexo. El orgullo chilango creció como nunca. Sin embargo, el nuevo jefe de Gobierno ha decidido cambiar de ruta.

A estas alturas quizá no sepamos qué quiere Mancera, pero ya tenemos algunas pistas de qué es lo que no quiere. No quiere debate de mariguana y no quiere seguir los pasos de Marcelo Ebrard. Tampoco quiere al senador Mario Delgado, a cuyo informe de labores, ocurrido hace un mes, no fue nadie en representación del jefe de Gobierno, signo inequívoco de un distanciamiento que es casi una declaración de guerra en ese mundo de cuidadosas cortesías que es la grilla mexicana. El desdén hacia Delgado se repitió este miércoles, cuando el senador no estuvo en una reunión convocada por el jefe de Gobierno para discutir una iniciativa de reforma política para la capital.

Mancera ha sido más astuto de lo que sus detractores están dispuestos a concederle. Tiene el control del partido y de la Asamblea (aunque René Bejarano opine lo contrario). Y sin ser perredista ha logrado revestir de tintes de izquierda a su gobierno al sumar al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y a Porfirio Muñoz Ledo.

Ahora Mancera está a punto de cuajar lo que se anuncia como una iniciativa histórica para la capital, una que podría hacer crecer su influencia. Mientras eso pasa, dos de los principales alfiles de Ebrard —el senador Delgado y el asambleísta Vidal Llerenas— seguirán enredados en el humo de una discusión demasiado mariguana para el público, sin reparar que su grupo ha sido borrado de la ecuación de la influencia en el bastión de la izquierda mexicana.

salvador.camarena@razon.mx

Twitter: @salcamarena