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Trump y las falacias que requieren respuesta

Por:
  • larazon

Mauricio Farah

Con sus declaraciones de campaña, Donald Trump se ha ganado una tunda mediática y comercial y, simultáneamente, el primer lugar en las preferencias de los republicanos en la carrera para obtener la candidatura a la presidencia de su partido, según las encuestas de finales de julio.

Lejanas todavía las elecciones primarias, que previsiblemente comenzarán en enero del año próximo, es difícil saber si terminará representando al Partido Republicano en las elecciones de noviembre de 2016. Lo que puede afirmarse es que su extremismo, su rechazo a la inmigración, su desdén por los mexicanos y su lenguaje colmado de prejuicios xenofóbicos y adjetivos denigrantes tienen eco en una porción considerable, aunque todavía minoritaria, de la población. Por lo pronto, ha logrado que sus contendientes por la candidatura republicana tengan que recurrir a atacarlo para obtener un lugar en los medios o a subir el tono de sus correspondientes discursos antiinmigrantes para no quedarse atrás. Al margen de lo que suceda, está consiguiendo poner en la agenda el rechazo a la inmigración, predisponiendo a quienes quieran escucharlo en contra de los migrantes, y a crispar el ambiente social. Aun cuando sólo se trate del universo republicano, llama la atención que en 45 días se haya puesto por encima de aspirantes más consolidados políticamente, como Jeb Bush y Scott Walter, con una relación de 2 a 1 en las preferencias. Al parecer, hay muchos republicanos que quieren a un candidato más agresivo para sacudir la rutinaria forma de hacer política, y estar en mejores condiciones para alcanzar la presidencia. Ello a pesar de que diversos analistas prevén que sin el voto latino es prácticamente imposible que un republicano triunfe en los comicios presidenciales, puesto que, afirman, un candidato republicano necesita al menos 40 por ciento del voto latino para aspirar a llegar a la Casa Blanca.

Latino Decisions, por ejemplo, documenta que el paulatino crecimiento de la población electoral hispana podría llegar a 13 millones en 2016, lo que contrasta con el decrecimiento del voto blanco mayor de 60 años, el principal apoyo de la posición conservadora. A esto habría que añadir que ningún candidato republicano ha logrado 60 por ciento del voto blanco, por lo que obtener un alto porcentaje del voto latino se vuelve indispensable, lo que en el caso de Trump se antoja improbable. Pero la incidencia de sus declaraciones va más allá de una aspiración electoral real, porque está intentando llevar a los migrantes a un estado de acoso, exclusión y persecución. Primero los calificó de drogadictos y violadores y recientemente prometió encontrarlos y sacarlos del país. La afirmación, irresponsable e irrealizable, puede prender en el ánimo de muchos estadounidenses y contribuir a una ola de violencia xenofóbica e incluso de crímenes de odio. Él mismo descendiente de migrantes, se erige ahora en su persecutor y capitaliza predisposiciones conservadoras ávidas de una voz que dé salida a sus convicciones racistas. Algunos opinan que no se le debe dar importancia, que hay que hacerle el vacío a sus declaraciones, por absurdas, descabelladas e incluso desarticuladas. Disiento de esa postura. Hacerle el vacío puede ser un recurso, pero, responder con argumentos y razones —que los hay en demasía— y poner en evidencia la falacia de sus afirmaciones será un medio más efectivo para salvaguardar la integridad y los derechos de los migrantes hispanos.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista

en derechos humanos.