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El 18 de enero de 2018

Por:
  • raul_sales

El principal comprador de hidrocarburos en el mundo dejó de usar el dólar para pagar por el petróleo y empleó su moneda, Rusia, Irán, Venezuela y Siria lo aceptaron pues la moneda estaba respaldada en oro y Rusia, siendo el principal comprador de oro, vio un gran potencial en ello. El 18 de enero, el dólar dejo de ser la única moneda en la que se podía comprar petróleo y perdió el sustento en el que se basaba todo su valor. Ese día, la economía mundial sufrió un deslizamiento hacia Asia y China tomó el lugar como superpotencia económica. Esto no fue sorpresa para las grandes trasnacionales pero, para el pequeño comerciante, para el trabajador de clase media que tenía su guardadito en dólares se encontró en posesión ya no de una moneda respaldada sino de un simple trozo de papel impreso en tinta verde. Los ahorros de toda una vida evaporados en el viento.

Cuando la economía está en riesgo, la historia nos señala que la guerra es lo que sigue, sin embargo no es lo mismo la guerra con pequeños países que con dos grandes potencias nucleares y ese titubeo fue suficientes para arrastrarnos a la peor crisis pues si Estados Unidos basaba su moneda en el petróleo y por ello era la principal economía, los países de Latinoamérica basaban sus monedas en las reservas en dólares. En términos simples, después del 18 de enero de 2018, nadie sabía si lo que tenía en la cartera tenía valor o no. Antes morder la moneda bastaba para ver si era de oro, ahora, ahora no había nada para comprobar su valía.

Julia corría por la polvorienta avenida esquivando los esqueletos desvencijados de los vehículos, llegaba tarde y aún le faltaban varios kilómetros para llegar al "Mall" y ya le dolían los brazos de estar cargando el costal de los productos, así que le hizo la parada a la carreta, esta era lenta pero al menos no tendría que cargar con el pesado saco.

El conductor se detuvo y extendió la mano. Julia tomó dos cigarros y los puso en la callosa palma. Cuándo esta no se cerró, Julia suspiró, sabía que ser pequeña la ponía en desventaja pero, que le quisieran ver la cara por eso, era un insulto a su inteligencia. Pensó un poco y resignada, tomó de su bolsillo dos hojas de menta y las depositó junto a los cigarros. Primero el vicio, luego la forma de ocultarlo. Cuando la mano se cerró ella sonrío para sus adentros, dos hojas de menta no le afectaban en lo más mínimo, cuidaba su planta justamente para esos momentos en los que trataban de abusar de su corta estatura. Su abuela le había dicho que ella era adicta a los chicles de menta pero seguía sin saber cómo lograr meter la hoja dentro de las láminas extraídas del chicozapote.

Pasó frente al Ángel, era lo único que permanecía igual de la desgastada postal que su papá le había enseñado cuando era pequeña, recordaba como la habían impresionado  los cientos de carros en la avenida y más cuando su papá le dijo que la mayoría de ellos llevaban solo a una persona. En ese momento creyó que todos eran ricos, ahora sabía que eso era lo normal. Hoy, solo los muy, muy, pero muy ricos, podían darse el lujo de tener un vehículo automotor. Según las historias de Felipe, en China no era raro pero bueno, China era el país más importante del mundo y quien marcaba las reglas de conducta, era lógico que ahí todos tuvieran que moverse rápidamente. Felipe había llevado a la escuela de los sábados un "yuan" una moneda de verdad. El papá de Felipe trabajaba en el gobierno y según él, ganaba miles de yuanes pero eso seguro era una mentira, nadie podía ganar tanto dinero. Felipe no fue los dos siguientes fines de semana, supimos que lo habían castigado por haber tomado una moneda y no era para menos, una moneda, bastaba para comprar una casa.

Vio el "Mall" detrás de los edificios vacíos y sin esperar la parada, saltó de la lenta carreta. La tarde ya estaba avanzada pero ,los faroles que colgaban de los postes donde antes habían brillado los focos eléctricos iluminaba trémulamente el resto del camino. Debió haber sido maravilloso vivir en esos tiempos en los que no había crisis y los países eran tan boyantes como para tener energía eléctrica para todos y no para unos cuantos. El tráfico, conforme avanzaba, iba cerrándose, si no llevara el costal lleno de productos no le hubiera molestado pues su estatura y delgadez le permitía colarse entre ella, cargar el pescado bulto la hacía ir al ritmo de todos. Era primera vez que venía sola, generalmente acompañaba a su papá pero él estaba enfermo y ni las plantas de la Dra. de la colonia lo habían sacado de la cama. Ella tenía que ir al día de cambio, era el día más importante de la semana, era cuando todas las colonias y barrios cercanos, confluían en un mismo lugar.

El "Mall" era un lugar maravilloso aunque Julia se imaginaba que antes era aún mejor. Tres pisos alrededor de una explanada central donde cientos de personas exhibían sus productos y se escuchaba el murmullo animado del regateo. Sonrío recordando cómo su papá subía y bajaba el costo de lo suyo dependiendo de quién se acercara. Ella había aprendido del mejor y ahora tenía que demostrarlo. Puso el tapete teñido y sobre ella asentó todo lo que llevaba en el costal, decenas de cuchillos y navajas de la mejor calidad. Su papá había sido herrero y mecánico en otros tiempos y salvo los productos hechos en China o algunos que aún circulaban con la leyenda "Made in U.S.", sus cuchillos y navajas eran de lo mejor, además claro, de que valían una ínfima fracción del precio de las otras.

"¡Llééééééévelas! Que no le digan, que no le cuenten, las mejores navajas y cuchillos de por acá... Pásele marchante y vea con sus propios ojos la calidad de nuestras afiladas hojas". La voz de una niña entre una multitud de pregoneros siempre tiene la cualidad de llamar la atención, su papá lo sabía, así que ella siempre daba el grito de llamado aunque esta vez, las transacciones también las haría ella y eso le provocaba un poco de nervios.

Un valor más alto aquí, dos por una lámpara de pilas, la más larga por una imagen de la Virgen "Hecha en China", la de llavero por una cinta aislante, tres por una chamarra de piel con un águila blanca y así, entre trueques, Julia cambió todo lo que llevaba. Su papá habría aceptado comida, semillas o animales para llevarle a su madre pero, él no estaba ahí, al contrario, por él es que había hecho la travesía sola y a diferencia de su papá que podía hacer más navajas y cuchillos, ella había apostado todo para conseguir lo que deseaba. Ahora empezaría la parte difícil.

[caption id="attachment_687414" align="aligncenter" width="696"] Ilustración: Norberto Carrasco[/caption]

Después de pagar un contenedor, vago entre los locales jugando con los hijos de los anunciantes, les preguntaba qué quería su papá o mamá y así fue creándose un mapa mental de lo que querían y fue cambiando unas cosas por otras, dos por una, una por tres, una por una, hasta que al fin, casi al final de los días de intercambio, consiguió lo que deseaba y llegó a la oficina de "Intercambio Comercial de Países Asociados". Nunca en toda su vida había estado tan ansiosa y sabía que si hubiera tenido algo en estómago seguro lo habría vomitado de los nervios. Tocó tímidamente la puerta.

-Adelante.-

Al entrar vio al encargado del despacho, lo conocía pues era el papá de Felipe y eso la había animado a realizar todo su plan.

-En que te puedo ayudar... Oye, ¿te conozco?-

-Sí señor, estudio con Felipe en la escuela sabatina.-

-¡Ya! ¡Estudias con Felipe en la escuela sabatina!- Julia se quedó callada, eso mismo acababa de decir y se lo regresaban como si no la hubieran escuchado. -Dime nena ¿En qué puedo ayudarte?-

Sí algo odiaba Julia era que la llamaran nena, eso no se lo dejaba decir ni a su papá pero, se tragó el disgusto. -Vengo a ver al Delegado.-

-Jajajajajajaja. ¿Y tú nieve?-

Julia no sabía que era la nieve pero la risa estaba más que clara.

-En serio Señor, tengo algo que él quiere.-

-A ver, dámelo y yo se lo doy.-

-No Señor. Si fuera tan amable de preguntarle si me puede recibir, yo estaría encantada en dárselo.-

El papá de Felipe se puso rojo, Felipe le había contado que su papá era una persona muy importante en el gobierno y Julia no quería tener problemas, si no hubiera sido tan importante, seguro se la hubiera entregado en el momento. Puso su cara de enfado y levantó la barbilla aunque su estómago se encogió al ver el ademán que hacía el importante funcionario.

-¿Qué sucede López?- La voz con acento, detuvo de inmediato la bofetada y la cara furibunda del papá de Felipe se tornó servil.

-Nada Don Xing Liun. Un problemita que ahora resuelvo.-

La puerta se abrió y un hombre canoso de baja estatura con grandes lentes de pasta que amplificaban sus ojos rasgados salió de ella. El papá de Felipe hizo una reverencia y Julia, quién sabe si por imitación, temor o por suerte, la hizo también. Sintió una fría y arrugada mano que le levantaba la cara y cuando sus ojos se posaron en la cara del chino, este, contrario a lo que ella esperaba, lo vio sonreír.

-Dígame señolita. ¿Para que soy bueno?-

-Disculpe la molestia Señor, pero tengo algo que me enteré estaba buscando.-

-Ah sí, y dime, ¿qué estoy buscando?-

Julia sacó del bolsillo de su chamarra una cajita de madera que contenía dentro una fina filigrana de plata simbolizando el calendario Azteca. Julia sabía que los aztecas eran suyos, antes incluso de que Estados Unidos los conquistaran y luego los Chinos derrocaran a los Estadounidenses.

-¡Ah, qué bello trabajo!- Exclamó mientras lo tomaba con expertas manos y le daba la vuelta y decía -Mira López, es de antes de la unificación.-

Julia había visto la cabeza del  águila y leído el "Hecho en México" Julia era una gran estudiante, sabía que antes de la unificación, habían más países que China, Rusia, la República Federada Europea, Arabia, y la Confederación de Oceanía, sabía que mucho tiempo antes, la provincia 3 de América, el lugar de donde era, se había llamado México.

-No sé cómo te enteraste de mi afición pero no importa. Dígame señolita ¿Qué quiere a cambio de tan bella pieza?-

-Un yuan.-

La sorpresa en el rostro del chino no le dio grandes esperanzas a Julia. Quizá había pedido mucho pero no podía saberlo, el manejo de dinero era algo que, al menos ella, solo conocía por las historias que les contaban.

-¿Para qué quieres un yuan?-

-Para poder mandar a mi papá a China donde me contaron hay hospitales con aparatos como los de las fotos de los libros.- Julia, la niña fuerte, se quebró al decir en voz alta el plan que había callado desde que la Dra. le dijo que se despidiera de su papá, que no había nada por hacer excepto decirle adiós. Julia, la niña, la pequeña, la "nena" de su papá... Julia lloró.

Cuando pudo dejar de hacerlo y abrir los ojos, el chino y el papá de Felipe no estaban, habían entrado en la oficina del chino. Julia supo que no solo no tendría el yuan sino que había malgastado las últimas navajas y cuchillos de su papá y lo peor de todo, había perdido la esperanza. Y no había con quien quejarse, nadie se enfrentaba al gobierno. Cabizbaja se encaminó a la puerta.

Una mano la detuvo suave pero firmemente, el chino sonreía. -Se va sin su paga señolita.- En su mano llevaba una cadena de oro o quizá de algo que asemejaba oro y una extraña moneda verde con un agujero cuadrado al centro estaba ensartada en ella. El chino le puso la cadena al cuello -No tengo un yuan pero te entrego este Kaiyuan. Lamentablemente eso no te dará para pagar el viaje ni el tratamiento de tu padre. Así que, le pregunté al señor López y me dijo que su padre es además de artesano, yo Herrero y mecánico y si queremos que América regrese a lo que era, necesitaremos más gente así por lo que, yo me haré cargo.-

-...No sé que decir. Tengo que ir a decirle adiós a mí papá y desearle suerte.-

-No digas nada, Ve, dale un abrazo a tu papá pero, no le digas adiós, no hay valor en un adiós pero sí, en una compañía. Señolita irá con su padre al centro del gran imperio.-

El día era ahora mucho más brillante que antes. Ahora no tendría que decirle adiós a su papá y esperaba que no tuviera que hacerlo en mucho, mucho tiempo, incluso estaba considerando el dejarla llamarla nena siempre y cuando se curara rápido. Además, ella era ahora una de las más grandes comerciantes que hubiera en su colonia, el yuan que llevaba colgando en el cuello, era prueba de eso.