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Alfonso Reyes y la crítica ateniense

Por:
  • hector_ivan_gonzalez

PRESENTACIÓN

Alfonso Reyes tiene una obra compuesta por varios pilares fundamentales: el estudio del mundo helénico; el rescate y análisis de la figura más señera del barroco español, Luis de Góngora y Argote; la aproximación al poeta francés Stéphane Mallarmé; el abordaje biográfico e intelectual a Goethe. Asimismo, inauguró algunas investigaciones en el campo teórico: la búsqueda de los orígenes de la crítica en el mundo occidental para llevar este trabajo a su máxima versión en su teoría fenomenográfica, con la cual intentaba definir lo literario, y los géneros en que se subdividía. A estas reflexiones Reyes las agrupaba con un mismo título: “La Musa crítica”, y se contenían en libros como La crítica en la edad ateniense, La antigua retórica, La experiencia literaria, Tres puntos de exegética literaria, El deslinde y Al yunque; este último título sería el espacio donde —por propia mano— criticaría y corregiría sus versiones de los libros anteriores, logrando así una palinodia, género que no está tan al uso en el ámbito mexicano como uno podría pensar, pues radica en regresar sobre los propios pasos y resarcir el camino; el título proviene de Rodó: “Mientras vivimos está sobre el yunque nuestra personalidad. Mientras vivimos, no hay nada en nosotros que no sufra retoque y complemento”. Al contrario de lo que algunos críticos pensaban, Reyes tuvo la capacidad de enmendar la plana y hacer una autocrítica fuerte, públicamente. Sin embargo, en este largo mapamundi que es la obra alfonsina, el cual no necesita mutilaciones ni segregaciones, se adjunta una serie de obras de narrativa, poesía, ensayo y obra periodística. Todo lo anterior es la médula de su obra, si alguien quiere buscar un aspecto menor, simplemente estará tratando de cerrar los ojos al proyecto total. Nada saciará a quien considere que no se puede entrar a la posteridad con veintiséis tomos de reflexión y ejercicios literarios.

 

"El puente con Europa aún se puede palpar por medio del trabajo que hizo como consejero del Fondo de Cultura Económica al sugerir la publicación de obras fundamentales en varios campos de las humanidades”

 

No obstante, su obra no se limitó a desenvolverse en el campo de lo literario, pues también desarrolló una labor periodística, mediante la cual enfatizó la necesidad de que hubiera una prensa independiente moral y económicamente de los poderes factuales; intentó —por medio del trabajo diplomático, en el momento en que Inglaterra buscaba represalias contra México por la nacionalización petrolera— que se estableciera el comercio del petróleo con Brasil. Fundó instituciones como la Casa de España en México (1939), actual Colegio de México, donde obtuvieron empleo en la docencia o la investigación las mentes más señeras del exilio español. Fundó el Colegio Nacional (1943) y porfió porque el Colegio de Altos Estudios llegara a ser la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Todo lo cual fue llevado a cabo por un interés profundamente modernizador.

Alfonso Reyes construyó puentes con Iberoamérica y con Europa. De ambos todavía hay frutos latentes, pero me interesa mencionar que el puente con Europa aún se puede palpar por medio del trabajo que hizo como consejero del Fondo de Cultura Económica al sugerir la publicación de obras fundamentales en varios campos de las humanidades. En su caso, el propio Reyes se echó a los hombros la labor de traducir libros como Introducción al estudio de Grecia, de Alexander Petrie; Historia de la literatura griega, de Cecil Maurice Bowra; Eurípides y su época, de Gilbert Murray; y diez cantos de La Ilíada, de los cuales se ha querido disputar su importancia pues se asegura que Reyes no sabía griego, sin embargo, ésta no sólo es una premisa falsa sino que es un argumento intrascendente debido a que Reyes no sólo la tradujo de un griego que él supo calificar de “pre-jónico”, sino que le dio vida al lograr su versión en melodiosos alejandrinos que nadie ha podido superar. También tradujo obras de Gilbert Keith Chesterton, como El hombre que fue jueves, El candor del padre Brown y Ortodoxia. Salta a la vista el deseo infatigable con que Reyes nos quería poner al día en el avance cultural de Europa si reparamos en autores como Werner Jaeger, Eric Auerbach, George Frazer, Johannes Pfeiffer, Gilbert Highet, y aún más llama la atención que, a la par de que Reyes los iba citando en sus ensayos, estos autores eran traducidos y publicados por el FCE. No cabe duda de que en Reyes persistía una unidad entre sus intereses personales y la preocupación modernizadora en el contexto occidental.

Por su parte, a finales de 1940, Reyes empezó a redactar una de las obras que mejor sintetizarían sus conceptos acerca de la Edad Ateniense, periodo que comprende del 600 al 300 a. C. Concebida como una serie de conferencias, se impartiría en los cursos de otoño en la Facultad de Filosofía y Letras, ubicada entonces en el antiguo edificio de Mascarones (1938-1954). Debido a este carácter, se puede inferir que era una obra introductoria al tema ateniense; sin embargo no fue abordada de manera superficial pues para Reyes no había mejor manera de iniciar al profano que la exposición crítica del tema.

Dentro de su obra, esta serie de conferencias es punto de encuentro de dos temas que cultivó incansablemente: el estudio helénico y la conformación de una disciplina que en la mayoría de los intelectuales de Europa tomaba fuerza: la ciencia literaria. Es curioso que autores en espectros absolutamente contrapuestos, como Ezra Pound y Jean-Paul Sartre, se cuestionaran sobre “lo literario” en la misma década que Reyes. En efecto, tal y como se señala en la nota inicial del tomo XIII de sus Obras completas (OC), Reyes concebía que La crítica en la edad ateniense1 (1941) tendría un lugar consecuente con La experiencia literaria, El deslinde y Apuntes para la teoría literaria, al mismo tiempo que constituiría una suerte de pilar en el que plasmaría sus conclusiones acerca de las figuras atenienses, tal y como lo hizo en La religión griega o Los poemas homéricos. Por lo tanto, La crítica en la edad ateniense llevaría a cabo un propósito en la obra alfonsina que la situaría en una posición central en la exégesis que desarrolló durante más de treinta y cinco años de estudio del mundo heleno, la cual empezó alrededor de 1906, con base en la Correspondencia con Pedro Henríquez Ureña, cuando Reyes hace la lectura de El origen de la tragedia de Friedrich Nietzsche.2

 

“Es importante enfatizar que la generación del ateneo, a la cual pertenecía Reyes, padeció una orfandad de crítica literaria, cuya situación cambió para las generaciones posteriores"

 

El origen de La crítica en la edad ateniense también lo podríamos encontrar en la referencia que el propio Reyes hizo de la breve antología del erudito J. D. Denniston, publicada en 1924: Greek Literary Criticism (Crítica literaria griega), la cual le parece un gran ejercicio de congruencia entre el criterio y el resultado final, pero que sólo es una aproximación al estudio ateniense. Por otro lado, alude al estudioso inglés Georges Saintsbury, quien formuló una pregunta fundamental: “¿Acaso la Antigüedad toda se ha pasado la consigna de desconocer en la literatura el placer estético?”. Esta pregunta será el leit motiv de todo su estudio sobre la existencia de la crítica estética en la edad ateniense.

Estos son los orígenes inmediatos, sin embargo quisiera ir más allá en el tiempo y traer a cuento el nombre del joven ateneísta Rubén Valenti (1879-1915), chiapaneco que en 1907 impartió una conferencia titulada “La evolución de la crítica”, en la cual podemos leer algunas intenciones y presentimientos del interés de Reyes por este tema. Además, está Cicerón, quien toma la actitud del crítico imparcial frente a las figuras precedentes y “se queja de que los retóricos no hayan preceptuado sobre la historia”, lo cual ya es tenido por Reyes como una censura crítica diacrónica. Por otra parte, no podemos dejar de notar la influencia del ya mencionado Eurípides y su época, de Gilbert Murray, cuya huella es inocultable en la estructura de la investigación y exposición que nos ocupa, además de que estará presente en algunos de los juicios respecto a ese tragediógrafo.

 

ATISBOS DE CRÍTICA

Es importante enfatizar que la generación del Ateneo, a la cual pertenecía Reyes, padeció una orfandad de crítica literaria, cuya situación cambió para las generaciones posteriores, los Contemporáneos y el mayor beneficiado de este trayecto intelectual: Octavio Paz, lo cual se debió al interés y énfasis en la formación de una crítica por parte de Reyes. Esto lo podemos comprobar al recordar las numerosas aproximaciones que ensayó en su intención de definir lo que debería ser la crítica literaria; una de las principales se encuentra en estas líneas:

Pero ¿qué es la crítica? Esta bifurcación entre la literatura y su contraste parece consecuencia de cierta esencial duplicidad del espíritu, al que todo se le representa como un tránsito entre dos extremos, como un trasladarse de un lado a otro.3

De tal suerte que, en un inicio, Reyes tenía la crítica como una bifurcación, un desprendimiento, una duplicidad, de la cual supone capaz al hombre. En seguida, sugiere: “Los sofistas averiguaron que todo tiene su contrario, esto quiere decir que nuestro desprendimiento no sólo se traslada sino que se enfrenta y contrapone”; y agrega para mostrar que hay una salida al conflicto: “El justo medio de Aristóteles adquiere así un sentido dinámico”. Y precisa: “El maniqueísmo es la herejía climática de la mente; y la misma palabra ‘herejía’ comporta la bifurcación. La herejía de la literatura es la crítica”. No conforme con darnos el nombre y el objeto agrega que “Grecia creó el término para transmitirlo a los latinos y de allí al mundo”, como una “reacción más o menos fundada en nuestras impresiones o en nuestros principios, ante la obra misma”.4 Quizá sea ésta la definición más clara que se ha otorgado a la crítica.

Como obra, La crítica en la edad ateniense es una piedra de toque, donde los conceptos adquiridos tendrán que templarse o quebrarse, pues en ésta se exhibe la médula del pensamiento de cada una de las figuras atenienses, se proponen explicaciones, se plantean influencias y contradicciones, se arriesgan juicios, se discrepa sobre los filósofos, y por más inclinada que esté la pendiente a la que aspira, Reyes siempre acierta. Camina sobre las hojas, las aplasta sin importar que éstas tengan nombre, Homero, Hesíodo, Heródoto, Tucídides; recorre el camino del bosque con el único fin de encontrar la crítica; no será problema que deba emplear distintos métodos como la levigación, la mineralogía o el lento pasaje de los granos por la criba.

Al empezar el recuento de La crítica en la edad ateniense, Reyes aduce la vigencia que tuvo la crítica en los certámenes públicos, a la cual considera como una muestra aún incipiente, enfatiza que queda en una apreciación superficial, que aún no llama a desarrollar la verdadera construcción crítica. A decir de Reyes, “la poesía alcanza ya un valor autonómico, aun cuando la apreciación todavía se abstenga del juicio y se limite al candoroso disfrute”.5 Incluso, en algún momento, la compara con la crítica impresionista de los cafés o corrillos a los que él concurría en Madrid.

Más adelante, Reyes encuentra que en los diaskevastas (recopiladores de los poemas homéricos, La Ilíada y La Odisea, entre otros) ya existen nociones de crítica y textología. De uno u otro modo, debido al rigor alfonsino, los argumentos históricos apuntan hacia una crítica popular que se impone al juicio unilateral de los gobernantes, como sería el altercado con Solón, quien no pudo censurar el teatro;6 al mismo tiempo que la crítica y la corrección autoejecutada ganaba cada vez más espacio debido a la facilidad de volver a presentar la obra después de haber hecho las correcciones señaladas por el jurado. Al respecto, afirma Reyes:

Tenemos, pues, en grados teóricamente discernibles: 1º. La estimación de la poesía en el pueblo y en la escuela; 2º. La recopilación más o menos crítica; y 3º. La calificación obtenida en la competencia. Esto sin contar con el indicio que resulta de que algunas obras teatrales se conserven en varias versiones, lo que indica una corrección, una autocrítica, a veces espontánea, a veces provocada por la derrota en el concurso.7

En suma, Reyes sugiere que en esa “preocupación cívica” de ejercer una crítica incipiente había mucho en común con un intento de asimilar las realidades prácticas; por lo cual, de los géneros épico y dramático, el lírico se aparta, pues encuentra que el de los poetas carece de la sustancia de realidad que es sustituida con su carácter neumático, o de puro aire. En esta conclusión Reyes cree encontrar la semilla de lo que Platón desarrollaría en su República al sugerir que los poetas deben ser desterrados.

 

"Es un hecho que los dos sistemas críticos, el alegórico y el racionalista no definen una suerte de conciliación y equilibrio, sino que la existencia de uno pone en riesgo la validez del otro”

 

A medida que transcurren los capítulos, empieza a ser evidente la ausencia de una crítica estética en la edad ateniense, lo cual se hace visible debido al rigor alfonsino. Pues éste goza de una serie de atributos que para su época no estaban en uso y que serían parte de un método de crítica posterior. Uno de estos hallazgos radica en revisar el sentido de tal o cual palabra y tomar en cuenta la distancia que guarda frente a su traducción inmediata. Será por esto que, entre varias de sus propuestas, nos advierte:

Distingamos a una parte los creadores de sistemas metafísicos que vinieron a decirse físicos (y así es preferible llamarlos, puesto que la palabra “filosofía” no ha adquirido aún sentido preciso); y a otra, los maestros del razonamiento, algo posteriores, que vinieron a decirse sofistas. Este último término no siempre tuvo el sentido peyorativo que hoy le asignamos. [...] Nunca es cabal el trasiego de aquellas palabras dentro de los moldes modernos: hay que interpretar y no meramente traducir.8

Por eso señala en el prólogo a su traducción de La Ilíada:

No leo la lengua de Homero; la descifro apenas. “Aunque entiendo poco griego” —como dice Góngora en su romance— un poco más entiendo de Grecia. No ofrezco un traslado de palabra a palabra, sino de concepto a concepto...9

Con lo cual no quiso decir que no leyera griego, sino que pretendía lograr una traducción crítica: de algún modo anunciaba el “entender es traducir” de George Steiner en Después de Babel.

 

CRÍTICA ALEGÓRICA Y CRÍTICA RACIONALISTA

Otra de sus aportaciones es el deslinde que hace entre dos posturas de la crítica, la alegórica y la racionalista. La primera escudriña el sentido oculto detrás de los textos, y llega a conclusiones de simbología poética; la segunda usa el texto como mero ejemplo de reflexión, como vehículo de un modo de pensar, para obtener de ahí conclusiones filosóficas. Ambas permiten un acercamiento a la obra que busca conclusiones, no sólo diferentes sino distintas por completo. Un ejemplo de esto, al pensarlo desde el punto de vista alegórico, sería la Égloga cuarta de Virgilio que nos dispone a pensar, gracias al trabajo de los apologistas cristianos, que en ella estaba la profecía del nacimiento de Cristo; sin embargo, desde la exégesis racionalista, nos permite ver que, al ser publicada en la época posterior al asesinato de Julio César —la cual fue atroz—, en realidad se hacía referencia al pacto recién celebrado entre Marco Antonio y Octaviano.

Es un hecho que los dos sistemas críticos no definen una suerte de conciliación y equilibrio, sino que la existencia de uno pone en riesgo la validez del otro. Así que, a partir del filósofo Tales de Mileto, hubo una hostilidad acerba hacia la mitología, aunque sin deslindarse de sus herramientas. “La filosofía griega —añade Reyes— ha podido fundar la ciencia al haber tomado el rumbo del pensamiento secular”. Lo cual trae consigo un cambio en la comprensión de los dioses, pues

... si los viejos filósofos llaman “dioses” a sus sustancias primas y a sus “otros mundos”, la palabra “dios” ha perdido ya su contenido religioso, en el concepto de adoración o de culto. La historia de la mente griega es la propia historia de una crisis, de un tránsito entre dos extremos.10

Lo cual nos recuerda aquello de la crítica como herejía de la literatura, pero que no se aleja del discurso mitológico, y cuyo origen se cuestiona Reyes:

[La mitología] no se trata de una mera rutina verbal impuesta por los poetas, no. [...] De todo ello, como explica Jane Ellen Harrison, surge una creación poética más bien dirigida a la fantasía que no a la fe. La mitología es más la invención del poeta que no el dogma del sacerdote [...] Homero mismo distingue lo que cree de lo que fabrica: habla con respecto de los dioses en cuanto le aparecen como esencias meteóricas y principios de la naturaleza, del todo aceptable para el filósofo [...] Y agrega de manera acertada: “¿Para qué sacrificar la riqueza estética heredada con el lenguaje? Los mismos que discuten la mitología la aceptan como modo de hablar. [...] No sólo se trata aquí de una comodidad poética, sino de una economía constitucional de la mente”.11

 

"Vista como un intento de comprensión intelectual, la crítica tiene lugar por primera vez entre la comedia Antigua y la Media... su mayor representante es ‘Aristófanes, el sumo letrado y aguerrido polemista’”

 

Así, Reyes explica el fenómeno del discurso mitológico surcando el ceñido trecho entre Platón y Aristóteles sin hacer eco a ninguno de los dos:

Hablar y pensar en manera de mitología tiene sus ventajas. El mito ofrece una estratificación secular de reflexión y de fantasía. Ahorra escarceos mentales y circunloquios inútiles [...] El mito está empapado en todas las soleras del alma. Con el mito se dice a veces mejor y más pronto lo que se tiene que decir.12

Los rescoldos de esta pugna serán heredados por el teatro, el cual tendrá como repercusión un retroceso de temáticas debido a que se arraiga en la tradición más popular y evade el sentimiento olímpico de los poemas homéricos. Lo cual se debe a una diversidad que aún siente la influencia pelásgica y va “hacia las divinidades antehumanas, pavorosas, desmesuradas y profundamente mezcladas con las cosas cósmicas”.

 

LA COMEDIA Y LA CRÍTICA

En el trayecto histórico, la crítica demora su ascenso y no aparece sino de una manera borrosa en Sócrates y después en Platón (a pesar de que en este caso, como afirma, no podemos saber cuál es la línea que divide las obras respectivas). Reyes hace una escisión muy interesante respecto de los testigos de Sócrates y sus diferentes versiones: Platón, Jenofonte, Aristófanes, Aristóteles, Diógenes Laercio e incluso Esquines, quien corrobora la perspectiva de Platón. Por su parte, según Reyes, la aportación de Sócrates no radica en ser una verdad o una razón sino una permanente búsqueda de ésta: “El objeto de la ciencia moral es, para Sócrates, la determinación de conceptos e ideas generales”.13 Y más adelante señala:

El filósofo había dicho: “Esto es la verdad”; el sofista había dicho: “Esto es el bien”. Sócrates dice: “Así se investigan el bien y la verdad”. La bondad sólo resulta de una voluntad infatigable hacia el bien, lo único que puede enseñarse es el camino, el rumbo, el método de la investigación, el recelo contra la mentira propia o ajena, consciente o inconsciente. No puede darse actitud más pura y más absolutamente crítica. Ella es una extralimitación de la crítica, una verdadera y constante siembra de crisis. […] La cicuta es una venganza contra la mayéutica —concluye nuestro Virgilio mexicano.

Finalmente, nos deja claro que vista como un intento de comprensión intelectual, la crítica tiene lugar por primera vez entre la comedia Antigua y la Media (de finales del siglo VI a principios del IV), y su mayor representante es, en palabras de Reyes, “Aristófanes, el sumo letrado y aguerrido polemista”.

Para el maestro de Monterrey, la obra del comediógrafo no es sólo un anuncio, sino más aproximado a la crítica, es decir, a un juicio con base en principios o conocimientos, que llegó a ejercer los mejores y más claros atributos de los que goza la crítica moderna: observación detenida del fenómeno, ejecución de un esfuerzo expreso de crear un entendimiento con la obra, persistencia de un diálogo total y un acercamiento que pueda presentar sus principios y la congruencia con sus resultados, sin descuidar “su altiva consigna de censura”;14 es un género costumbrista cuyos personajes son los vecinos.15 La sátira y la caricatura de Aristófanes llevan en sí una carga de la crítica, pues hay una observación detenida y la intención de entablar un diálogo con el objeto de estudio: deleitarse con él.

La crítica de este comediógrafo también es un anuncio efectivo de la crítica moderna: “La censura de Aristófanes no es, pues, una ciega acometida, sino una postura literaria, fundada en criterio, experiencia y sensibilidad”. Más adelante, Reyes se aventura y señala sin reservas que en Aristófanes la crítica “es un desenmascaramiento”.

Evidentemente, esta postura literaria lo confrontaba con dos renovadores de la época: Sócrates y Eurípides; Aristófanes no aceptaba con facilidad las alteraciones a la tradición; era un clásico en el sentido que le da Valéry: “Clásico es el escritor que lleva un crítico en sí mismo, y que lo asocia íntimamente a sus trabajos”. El liberalismo de Aristófanes comprendía una restricción, y “todo clasicismo supone un romanticismo anterior”,16 asegura Valéry. Por su parte, Reyes agrega sobre la crítica aristofánica:

El análisis de los efectos artísticos es ajustado y preciso, y no economiza esfuerzos de apreciación valiéndose de automáticas reglas. [...] Así se habla de ideas disolventes, de exaltación de los impulsos aviesos, de escepticismo dañino, de espíritu sofístico envuelto en paradojas que aturden, de inclinación a los secretos de alcoba y a los incestos.

En cuanto al estilo de Eurípides: “o tropezamos con logogrifos, o con vulgaridades de la jerga jurídica más propias del ágora que del teatro, y que ‘llenan el lenguaje poético de tisana y chicana’.” Y respecto a sus recursos: “Eurípides, dice Aristófanes, tiene manía de fabricar cojos y muestra unas aficiones de remendón”.17 Por su parte, sobre la comedia Las nubes, de Aristófanes, Reyes argumenta que, más que el intento de exponer al maestro, a pesar de que usa el nombre “Sócrates”, en realidad ataca al modelo del ocioso pensador que percibe elementos profundísimos en el fenómeno más nimio. De hecho, Reyes sugiere, con un despliegue de su erudición, que los rasgos de ese Sócrates parecen más bien una caricatura de Diógenes Apoloníata. “Esto se explica tal vez porque Aristófanes se refiere aquí al Sócrates de la primer manera, y no al que llega hasta nosotros”.18

Reyes observa en Aristófanes la capacidad de ampliar el registro de la voz poética, y asegura que en el comediógrafo había un ejercicio olvidado con el tiempo: “Hoy hemos perdido la sensación de lo que puede ser un arte a la vez folklórico y erudito”.

Sólo me queda traer a cuento una cita donde Reyes enfatiza la importancia de la comedia como crítica y distanciamiento:

Después de todo, esta risa dolorosa posee también función catártica. Una indiscutible autoridad del pathos moderno, Charles Chaplin, ha dicho, comentando su película El Dictador: “Hay algo saludable en la risa, en reír de las cosas más trágicas, y hasta de la misma muerte. Si nos sentimos incapaces de reírnos de ellas una que otra vez, será porque estamos ya más perdidos de lo que nos figuramos.19

Notas

Alfonso Reyes, La crítica en la edad ateniense, OC, t. XIII, Ernesto Mejía Sánchez (ed.), México, FCE, 1961.

Alfonso Reyes/Pedro Henríquez Ureña, Correspondencia 1907-1914, José Luis Martínez (ed.), FCE, México, 2004.

Ibidem p. 17.

Ibidem (§ 4), pp. 17-18.

Ibidem, p. 28. Ibidem p. 27.

Ibidem.

Ibidem, p. 45.

Alfonso Reyes, “Prólogo”, en La Ilíada de Homero, OC, t. XIX, p. 91.

Op. cit., p. 48.

Ibidem, p. 49.

Ibidem.

Ibidem, p. 96.

En mi opinión, “censura” para Reyes es “discernimiento”, “elección”, no “supresión” ni “represión”.

Ibidem, p. 114.

Paul Valéry, “Situación Baudelaire”, en Oeuvres complètes, Gallimard, París, 1957.

Op. cit., p. 150.

Op. cit., p. 88.

Op. cit., pp.. 327-328.