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El Colegio Nacional ¿misógino y opaco?

Por:
  • alejandro_de_la_garza

Meditabundo entre las vigas del techo el alacrán no quiere abundar, como en otras de sus columnas, en el terror de los feminicidios, ni mucho menos “manexplicar” el feminismo. Prefiere hurgar en las inveteradas causas culturales por las cuales la sociedad mexicana se mantiene misógina, homofóbica y atrasada. El Colegio Nacional (una institución con olor a santidad y bórax) se fundó por decreto del presidente Manuel Ávila Camacho en 1943 con quince miembros (Reyes, Rivera, Orozco, Caso, Chávez, et al.). A lo largo de sus 75 años de existencia la institución ha tenido 101 integrantes, de los cuales 97 han sido hombres y cuatro mujeres.

Su decreto de creación limitaba la conformación del Colegio a veinte miembros, pero en 1971 el presidente Echeverría amplió a cuarenta el número de sus integrantes. La primera mujer en integrarse a este grupo fue la historiadora Beatriz Ramírez de la Fuente (1929-2005), quien ingresó en 1985. Es decir, insiste el arácnido, a este cuerpo colegiado de varones le tomó 32 años admitir a una mujer.

Hoy está conformado por 37 hombres y tres mujeres: la psiquiatra María Elena Medina-Mora, admitida en 2006; la arqueóloga Linda Rosa Manzanilla Naim, ingresada en 2007, y la filóloga Concepción Company Company, recién ingresada en 2017 (año en el cual han ingresado cuatro hombres).

Algo huele mal en Dinamarca, insiste el príncipe escorpión, cuando una institución con la encomienda de reunir a la excelencia intelectual del país se comporta como el Club de Toby.

El Colegio Nacional a lo largo de sus 75 años de existencia la institución ha tenido 101 integrantes, de los cuales 97 han sido hombres y cuatro mujeres.

Las preguntas necesarias son: ¿Quién maneja El Colegio Nacional? ¿Sus miembros en sesión plenaria? ¿El presidente en turno? ¿Algún comité de notables entre los notables? ¿Quién propone a sus integrantes y quién los aprueba? En su sitio de internet la institución habla de su historia, sus integrantes y de sus muchas actividades, pero falta información esencial, pues ni siquiera hay portal de transparencia donde averiguar bien a bien cómo funciona.

Al venenoso le gustaría conocer el presupuesto destinado por la Secretaría de Cultura a la institución y también cómo gasta estos recursos públicos. Quiere saber si sus integrantes son honorarios o si cobran honorarios y, de hacerlo, cuánto reciben por su participación en las actividades colegiadas. El rastrero también se pregunta si los miembros del Sistema Nacional de Investigadores o de Creadores integrados al Colegio reciben doble compensación por sus funciones.

Sobre el tema del gasto de recursos públicos varias instituciones culturales parecen no rendir cuentas, insiste el artrópodo y, cuando menos en apariencia, lucen opacas y misóginas.