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Nick Cave: cadáveres en la cajuela

Por:
  • rogelio_garza

México huele a muerte. Cave y las Semillas del Mal cayeron en una tierra de muertos. Una ironía que se presentaran en la fosa nacional sobre la que vivimos un dos de octubre, a cincuenta años de una masacre. Mejor escenario imposible para el que ha hecho de la muerte un pilar de su obra musical y literaria, como el bellísimo disco Murder Ballads sobre asesinos y crímenes o la novela The Death of Bunny Munro. Tan irónico como el esnob que coreó y aplaudió Stagger Lee, mientras condena los narcocorridos por violentos y sexistas. En el trabajo de Nic Queiv hay más mujeres muertas que en Juárez y ningún fan le hace el feo ni sale a matar cristianos. ¿Cuál es la diferencia? El tipo de licencia artística. No es lo mismo conducir un Jaguar negro con estilo inglés que una camioneta de redilas en narcoñol, aunque en ambos lleves cadáveres.

Y credibilidad. Al cantar desde el dolor y el sufrimiento, Nic no escatima en clavos ni cicatrices. ¿Cómo lidiar con la muerte paterna, si fallece el día que sales de los separos por robo y no lo alcanzas? Caminando del brazo de Morfeo durante décadas para apaciguar el espíritu. Pero en 2015 uno de sus hijos murió tras lanzarse desde un acantilado en LSD. ¿Cómo no creerle desde la primera línea de la canción inicial, “Jesus Alone”? You fell from the sky, crash landed in a field. Catorce canciones malditas del cuevario y cinco del ambiental Skeleton Tree. Los viejos colmilludos que le acompañaron son un bandononón de gospel, folk, blues y rock del duro y oscuro; las interpretaciones del dandy dark, tirándole a chamánicas, hipnotizaron por igual a las fansis de Peaky Blinders que a los vampiros de ala ancha.

"Con The Weeping Song bajó de las alturas y caminó como un Yisus de neón entre los mortales".

El tal Queiv es un dios pop, convirtió el Pepsi Center en El extraño mundo de Nick. Y se construyó una escena ególatra bien ensayada que comenzó con “The Weeping Song”, cuando bajó de las alturas y caminó como un Yisus de neón entre los mortales, para ascender en medio de la humanidad y cachondearla. Regresó al escenario en éxtasis a través de Stagger Lee y en su procesión subió a una veintena de fans para que corearan y le idolatraran en Push the Sky Away. La segunda venida de Cristo en esta ciudad. Eyaculaciones espirituales cantadas por esa voz barítona, violentas y tiernas, cayeron sobre los creyentes aztecas que le ofrendaban la víscera palpitante: “Do You Love Me?”, “From Her to Eternity”, “Loverman”, “Red Right Hand”, “Into My Arms”, “Tupelo” y “The Mercy Seat”. La Pimpinela style fue “Distant Sky”, a dúo con la grabación de la soprano Else Torp. Cerró con una canción alucinante salida de las Crónicas marcianas de Bradbury: “Rings of Saturn”, para flotar en un vientre espacial, cálido y seguro, sin tener que regresar a donde todo huele a muerte. And I’m there and I’m also not there...