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México, Argentina y Uruguay toman distancia de la izquierda de Maduro

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Oriente y Occidente vuelven a enfrentarse por la crisis política venezolana, después de que su Asamblea Nacional Legislativa quedara dividida con dos mandos: un “reelecto” opositor Juan Guaidó, respaldado por Estados Unidos, y un juramentado diputado (también opositor) Luis Parra, apoyado por el presidente Nicolás Maduro y reconocido por Rusia.

Pero México, Uruguay y Argentina, con gobiernos de izquierda, si bien no se inscribieron en la batalla de los dos bandos (opositores pro-Guaidó contra chavistas), tampoco respaldaron las acciones del presidente Nicolás Maduro, quien ordenó el pasado domingo a la policía impedir el acceso a su principal rival político y a otros diputados que lo desconocen, en una maniobra vista como una forma de recuperar el control de la única institución no alineada a su gobierno, el Parlamento.

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El domingo, la cancillería mexicana precisó que hacía “votos para que la Asamblea Nacional de Venezuela pueda elegir democráticamente su junta directiva. El legítimo funcionamiento del Poder Legislativo es pilar inviolable de las democracias”, estableció nuestro país.

En el mismo sentido se pronunció Argentina, cuyo gobierno del peronista Alberto Fernández, destacó que “al frustrarse el funcionamiento de un cuerpo democrático, resulta un nuevo obstáculo para el funcionamiento del Estado de Derecho, esencial para una salida a la situación que vive Venezuela”.

Ayer, Uruguay, que pronto tendrá un cambio de gobierno —de izquierda a derecha—, también se abstuvo de apoyar a Guaidó pero envió una reprimenda a Nicolás Maduro.

“La actitud del gobierno de Venezuela daña seriamente los esfuerzos de la comunidad internacional para colaborar con los venezolanos, a través del diálogo y la negociación, en lograr una salida a la grave crisis institucional que sufre ese país”, se lee en un comunicado difundido por la Cancillería uruguaya.

Según la nota, el gobierno de Tabaré Vázquez “expresa su profunda preocupación ante la conculcación de los derechos de los diputados de la Asamblea Nacional” y, especialmente, “por la acción de la Guardia Nacional Bolivariana, que impidió a los representantes legítimamente electos por el pueblo a participar de la sesión”.

Más fuerte fue la postura del presidente electo de Uruguay, Luis Lacalle Pou, quien aseguró que Venezuela vivió un “golpe a la institucionalidad democrática, impidiendo el normal funcionamiento de la Asamblea Nacional, demostrando una vez más las maniobras del régimen de Maduro para centralizar el poder, violentando la voluntad popular”, escribió en su cuenta de Twitter el político de centroderecha, que asumirá la presidencia uruguaya en marzo próximo.

Uruguay, como México, ha pedido “diálogo” entre el gobierno de Maduro y la oposición, para solucionar la crisis, incluso encabezó la primera reunión del Grupo Internacional de Contacto —que también integra la Unión Europea— y formó el Mecanismo de Montevideo, para buscar acuerdos y negociar soluciones pacíficas en Venezuela.

Por su parte, el representante de la Unión Europea, Josep Borrell, aseguró que mantendrá el reconocimiento de Guaidó hasta que la Asamblea Nacional no tenga una elección adecuada, al destacar irregularidades en el proceso.

La dualidad de fuerzas que comparten una misma institución recuerda la división geopolítica que generó, a inicios de 2019, la autoproclamación de Guaidó como presidente legítimo de Venezuela, al desconocer a Maduro. El primero recabó el aval de Washington y sus aliados en América Latina y Europa, y el heredero de Hugo Chávez se quedó con Rusia, China, Turquía y los no alineados al consenso estadounidense.

Esta vez, la controversia se dio el día en que Guaidó pretendía reelegirse como jefe de la Asamblea Nacional, pero fue bloqueado por la policía, lo que favoreció a que otro opositor (cercano al partido de Maduro, el Socialista Unido de Venezuela), Luis Parra, se quedara con su puesto.

Ayer, el secretario de Estado de EU, Mike Pompeo, felicitó a Guaidó por su reelección y aseguró que la Casa Blanca aún lo considera líder legítimo.

Sobre el mismo tema se pronunció Rusia, que celebró la elección de un nuevo presidente de la Asamblea, lo que definió como un proceso de retorno del país a los cauces constitucionales.