a

Paradojas del Mercosur

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Uno de los principales desacuerdos dentro de los países que integran el Mercosur, es el provocado por la iniciativa de Uruguay de avanzar en un convenio de libre comercio con China. La discordancia antecedió y acompañó la pasada séptima cumbre de la Celac en Buenos Aires, y ha salpicado la reciente gira del canciller alemán, Olaf Scholz, por los países del área.

Luis Lacalle Pou, uno de los pocos presidentes que no forma parte de la nueva corriente de la izquierda regional, es, de manera sorprendente, quien con mayor resolución impulsa la liberalización del comercio con China. Jair Bolsonaro, líder de la extrema derecha brasileña, lo secundaba hasta hace poco, así como llamó en los dos últimos años a consolidar los vínculos económicos y militares con Rusia.

La extraña situación debería bastar para no reducir las tensiones entre países latinoamericanos al eje izquierda-derecha y sus respectivas alianzas geopolíticas. Que gobiernos de derecha alienten vínculos con China y Rusia no deja de ser una refutación doble: de la propaganda bolivariana que caricaturiza a todos los actores anti-izquierdistas como peones de Washington, y del liberalismo más plano que coloca a todos los gobiernos populistas en un supuesto bloque autocrático.

La elección presidencial de Lula da Silva ha reavivado los debates sobre las distintas modalidades de integración dentro del Mercosur, así como dentro de la Celac, por el compromiso declarado del líder del PT con los foros regionales. Sin embargo, no es suficiente poner a todos los actores nacionales de acuerdo en un mismo marco regional: en el siglo XXI también es preciso decidir qué tipo de vínculo sostiene la región con el mundo.

Para todos los países del Cono Sur, los nexos con China se han vuelto prioritarios por la mutación del comercio exterior y el acceso a créditos en toda esa zona de América Latina. El peso de los intereses chinos ha llegado a presionar a un país tradicionalmente ajeno a las disputas geopolíticas como Paraguay. La posición inicial de Mario Abdo Benítez, en relación con el proyecto de su vecino, fue contraria a Montevideo e, incluso, llevó sus posiciones antichinas a una relación preferente con Taiwán.

Pero en las últimas semanas, luego de un notable incremento de la cooperación con China a fines del año pasado, los paraguayos han comenzado a acercarse a la posición de Uruguay. La respuesta de Brasil y Argentina ha sido igualmente paradójica: acelerar el acuerdo comercial de Mercosur con la Unión Europea, aprovechando la gira del canciller Scholz.

De manera que, por un lado, tendríamos gobiernos de países grandes y protagónicos en el regionalismo pugnando por una relación privilegiada con Europa, principal aliado geopolítico de Estados Unidos. Y, por el otro, dos naciones pequeñas que llaman a priorizar una elevación de los términos del intercambio con China, potencia emergente, regida por un Partido Comunista y en franca rivalidad con Washington.