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La abstención de México en Lima

Por:
  • rafaelr-columnista

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha decidido no respaldar un documento, firmado por los otros trece miembros del Grupo de Lima, que desconoce a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela. El texto insta también a Maduro a regresar el poder a la Asamblea Nacional de ese país, el parlamento de mayoría opositora, electo a fines de 2015, que el gobierno venezolano considera ilegítimo.

Hay, como advertía el colega del CIDE, Carlos Bravo Regidor, una subida de tono en el documento del Grupo de Lima. Esto puede deberse al ascenso de los gobiernos de derecha en Suramérica, pero no habría que olvidar que el Grupo de Lima, creado hace dos años, ha pasado por varias fases, incluyendo el diálogo. En el verano de 2017, luego de la imposición de la Asamblea Constituyente, ese foro llamó a establecer “plazos claros” en el diálogo entre el gobierno y la oposición y respaldó la iniciativa de Leonel Fernández y José Luis Rodríguez Zapatero en República Dominicana.

Líderes de Morena y medios de comunicación afines al gobierno han justificado la abstención en Lima como una vuelta a los principios constitucionales de “no intervención en asuntos internos” y “respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos”. Pero, como ha reconocido el canciller Marcelo Ebrard, dentro de esos principios constitucionales también figura el respeto universal a los derechos humanos.

En su discurso en Lima, el Subsecretario para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes, admitió que en Venezuela se ha producido una “dinámica que ha alterado la tranquilidad y la prosperidad del pueblo venezolano, así como la situación en torno a los derechos humanos”. Aclaró que México permanece como miembro “activo” del Grupo de Lima y que dentro de sus premisas de política exterior están la “cooperación internacional”, la “solución pacífica de controversias” y el “respeto, protección y promoción de los derechos humanos”.

La razón por la que México se abstuvo fue que el documento cerraría canales diplomáticos para facilitar el diálogo y la paz en Venezuela. No hubo en la intervención menor señal de simpatía por Nicolás Maduro, su gobierno o el bloque bolivariano. De hecho, al señalar algún antecedente, el Subsecretario Reyes mencionó a la Unión Europea, cuyos gobiernos han mantenido a sus embajadores en Caracas, a pesar de rechazar el despotismo de Maduro. También pudo señalar otros gobiernos latinoamericanos, como el de Lenín Moreno en Ecuador o el de Tabaré Vázquez en Uruguay, que estarían más o menos en la misma posición.

Digo más o menos porque uno de ellos, el ecuatoriano, ha planteado con la misma claridad su rechazo a embargos o aislamientos diplomáticos y a la ruta antidemocrática elegida por Venezuela y Nicaragua, con el aval o el aliento de Cuba y Bolivia. La falta de resolución del nuevo gobierno en la paralela defensa de la soberanía y la democracia regional responde a las tensiones internas de su coalición hegemónica.