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El Reino Unido y Europa

Por:
  • leonardo-nunez

Después de más de tres años de incertidumbre, tumbos, crisis políticas, cambios de dirigente y constantes prórrogas a las fechas límite, Reino Unido oficialmente está fuera de la Unión Europea desde el 31 de enero de 2020. La forma que tendrá la nueva relación entre el territorio europeo insular y el continental aún es incierta, pues las negociaciones tendrán lugar a lo largo de todo este año, pero, al menos políticamente, llega el final de una era que, curiosamente, no era ninguna sorpresa que terminaría tarde o temprano.

La relación entre Inglaterra y sus vecinos es compleja y conocida. Desde que Julio César llevó a las legiones romanas para conquistarla hace casi veinte siglos, pasando por las invasiones de los vikingos asentados en Normandía al inicio del primer milenio, hasta su pelea para detener el expansionismo de Napoleón en el siglo XIX. El devenir de los siglos ha ayudado a forjar una fuerte identidad británica en la que los vecinos al otro lado del mar son vistos con recelo y, más que buscar una manera de integrarse con ellos, la supervivencia de la isla fue asegurada por un aislacionismo regional combinado con la creación de una fuerza militar considerable, capaz de la conquista de lejanos territorios que mantendrían al imperio.

En la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido fue capaz de resistir los continuos embates de la Alemania nazi, no sólo porque la Real Fuerza Aérea logró detener a la Luftwaffe, sino porque los miembros de la Commonwealth y sus territorios coloniales salieron en su ayuda económica y militar (tan sólo desde la India se mandaron alrededor de 2.5 millones de soldados). Sin embargo, al finalizar el conflicto, la destrucción y la crisis en que había quedado el maltrecho Reino Unido, junto con el resto de Europa, abrieron la puerta a los múltiples procesos de descolonización, por lo que las antiguas naciones imperiales quedarían prácticamente reducidas a sus territorios originales.

Es en este punto que los diferentes países europeos, devastados, comenzaron un proceso de reconstrucción y colaboración para salir juntos de las cenizas, lo que dio pie a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951, conformada por Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos. Esta cooperación inició el sueño europeo que, en 1957, mediante el Tratado de Roma, creó la Comunidad Económica Europea (CEE), el antecedente inmediato de la actual Unión Europea.

El Reino Unido vio con recelo estos esfuerzos, pero, debido a la crisis económica en que seguía, en 1961 solicitó formalmente su inclusión a la CEE. Sin embargo, Charles de Gaulle vetó esta solicitud, y otra posterior de 1967, señalando que, debido al “carácter insular” de Inglaterra, buscaban “imponer sus propias condiciones” a los países europeos, por lo que no era conveniente integrarlos. Los ingleses tuvieron que esperar a la salida del mandatario francés para intentarlo de nuevo y lograrlo en 1973, pero, desde el comienzo, sólo tomaron una parte de las obligaciones y se mantuvieron al margen en esfuerzos comunitarios, como la moneda única. Reino Unido compartió el sueño europeo por unas décadas, pero, en realidad, nunca fue suyo.