Entrevista a Alaíde Ventura Medina

ESGRIMA

Alaíde Ventura Medina
Alaíde Ventura MedinaFoto: Facebook
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Atinada en su nombre, Autofagia, la novela más reciente de Alaíde Ventura Medina (Xalapa, 1985), expone las tendencias naturales a la autodestrucción de la condición humana, sobre todo cuando el amor se convierte en una adicción. A propósito de su nuevo libro, platiqué con ella en la librería El Entusiasmo. Ahí la también antropóloga y editora compartió detalles de su tercera novela, la que nos lleva a conocer el doloroso interior de un cuerpo hambriento

La autofagia es un proceso en el que las células se “comen a sí mismas”, ¿crees que los seres humanos tenemos una tendencia natural a hacer cosas que nos destruyen para “sobrevivir”?

Creo que nos comemos en muchos niveles. Primero, nos comemos nuestros propios recuerdos mediante mecanismos como es el de reprimir el trauma, algo que no depende de nosotras, y hay otra parte que sí, la que yo decido no contarte. También sucede en una pareja, y luego en esa pareja ante el mundo, que en este caso puede ser la cotidiana. En el libro nunca se hace explícito el tipo de relación afectiva que tienen las protagonistas, se habla de que son un equipo o un monstruo de ocho brazos, pero yo nunca utilizo la palabra “novia” o como dicen ahora “vínculo”, eso también es mostrarte ante el mundo y luego también está el asunto del género: las mujeres frente al mundo, todo es una serie de autofagias. Eso es lo que hacemos con el mundo entero, tal como las bacterias, nosotros somos las bacterias del entorno y hacemos lo mismo. 

¿Qué es el amor para ti? ¿Por qué aquí vemos un amor autodestructivo para ambas partes?

El amor es como el azúcar. Un estallido de alegría al que te aferras. En mi novela está descontrolado, a mí me gustaría pensar que en mi vida no está tan descontrolado, pero lo puede estar —y se ríe—. Como cualquier sustancia, el azúcar, el café, el alcohol, así es el amor, que en términos químicos produce alegría y euforia y puede convertirse en una adicción, al grado que haces cualquier cosa para lograr esa sensación placentera. Creo que se puede alcanzar una regulación, como la gente que dice, “yo me tomo una cucharada de azúcar en mí café, es parte de mi rutina”, pero si eres diabética, resistente a la insulina, entonces eso es un problema y creo que el amor es así, una descarga de felicidad momentánea que puede prolongarse en el tiempo, pero que muchas veces utilizamos mecanismos cuestionables para conseguir prolongarla.

Al igual que en tu novela Entre los rotos vemos en Autofagia una obsesión por los recuerdos, ¿es confiable la memoria? 

No es confiable, por eso es tan bonita la ficción, porque es la mentira tal cual. Es decir, te voy a contar algo, créelo o no lo creas. A diferencia, el testimonio, el ensayo, la crónica, la autoficción, son géneros con los que jugamos porque consideramos que son moldeables, pero en realidad son rígidos porque parten de la premisa de que te estoy contando la verdad y esa premisa es muy pesada. En este caso no te estoy diciendo la verdad, más bien doy elementos para que elabores la verdad que creas que te satisface. Me interesa mucho la memoria,

creo que es una de mis obsesiones junto con la edición de la memoria. 

Pero si no es fiable, ¿entonces qué?

El Zen te diría que sólo tenemos el aquí y el ahora. Es lo único fiable, y ni eso, porque como dice Wisława Szymborska, “cuando digo la palabra futuro, ya pertenece al pasado”, pero tal vez eso no sea todo. Por ejemplo, en Entre los rotos, el problema de la memoria es que a causa de un suceso traumático la memoria ya no es fiable y en Autofagia el cuerpo trabaja subalimentado. Eso tampoco es creíble. 

En Entre los rotos la memoria es detonada por fotografías. En Autofagia por la comida y su ausencia. ¿Qué relación tienen los recuerdos con la comida? 

La comida es más bien un estímulo sensorial. Lo que quise hacer con Autofagia es que a lo que llaman detonadores semánticos estuvieran en una especie de triangulación eterna, como algo redondo que está eternamente en un lugar. De modo que algunas veces los recuerdos están dentro de los recuerdos y el detonador ni siquiera es significativo; a veces son cosas como el aroma o el sonido de una palabra y es que ser así pueden ser los recuerdos, simples sonidos que no pasan por la neocorteza, sino ser sólo se vuelven corporales. El cuerpo tiene mucha memoria.

Hablando del cuerpo, la protagonista está obsesionada con controlarlo, ¿eso puede hacerse? 

No sé si se pueda controlar el cuerpo, tal vez se pueda domesticar, lograr que trabajen juntos tu voluntad y tu máquina, pero eso es una trampa porque tan sólo pensar en controlar el cuerpo es darle un poder a la mente que en realidad no es tal. La mente está en función del cuerpo, no es la mente la que la controla, van juntos o nada. Un trastorno de conducta alimentario es una patología, pero también es una forma de controlar algo, como el recuerdo. 

Ana, la pareja de la protagonista de Autofagia aparece también en Entre los rotos, ¿lo planeaste así?

Sí, originalmente esa era mi idea. Construir un universo, algo así como el que inventó George Lucas, pero de alguna manera se me salió de las manos porque Ana tomó mucha fuerza. En Entre los rotos hay una parte en la que se dice que la enfermedad de Ana es autoinmune, que es una forma eufemística de nombrar a un TCA porque es tu cuerpo el que se ataca a sí mismo. De modo que finalmente opté por alguien que quisiera verlo como un solo universo. 

Un trastorno de conducta alimentario es una patología, pero también es una forma de controlar algo, como el recuerdo

La novela transcurre en un universo femenino, y personajes como la casera nos hacen preguntarnos, ¿las mujeres nos sanamos entre mujeres?

Sí, plantee la novela como una novela de mujeres en la que los hombres sólo están presentes por sus actos, sus huellas. Desde tiempo atrás crecimos con la idea de cuidar, y no hemos podido despojarnos de ella, y no lo digo yo, está escrito en Motherhood [de la escritora canadiense Sheila Heti], donde la autora explica que la maternidad no tiene que ser sólo parir, sino que hay formas diferentes de maternidad. La maternidad es un trabajo especial y único, pero el impulso de cuidar puede encontrar salidas y yo sí creo que hay una necesidad no sólo de florecer sino de ver florecer. Muchas mujeres la tenemos. En mi libro la casera es una sublimación de aquellas personas que se encargan de cuidar a quien necesita de cuidados. Alguien que está viendo a una mujer en esas circunstancias no puede voltear hacia otro lado. 

¿Qué te gustaría que se llevaran los lectores de Autofagia?

Me gustaría agitarlos como cuando tienes ansiedad, esa respiración cortita, pero al final permitirles exhalar y encontrar, no quiero decir catarsis porque no es necesario, sino algo así como un cierre de la experiencia que los deje en un lugar cálido.