25 años de aferrados Kingdom Cómics para el alma del ñoño contemporáneo

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

25 años de aferrados Kingdom Cómics para el alma del ñoño contemporáneo
25 años de aferrados Kingdom Cómics para el alma del ñoño contemporáneoFoto: Cortesía del autor
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Si alguien padece el síndrome del Peter Pan es mi compa el Peri. Lo conocí en el 98, cuando abrió una tienda de CDs usados. Chingona época, no tenía que dar pensión ni pagar renta. Invertía todo mi tiempo y energía en traficar discos, leer y drogarme. Las cosas no han cambiado tanto desde entonces, con la excepción que tanto Peri como yo somos padres. Meses después me topé al Peri en la calle y me contó que el Recicle había quebrado y había montado una tienda de cómics. La bautizaron como Kingdom Cómics. Abrió porque antes de los dosmiles la provincia estaba demasiado eriza en cuanto a material para ñoños. Las revistas que llegaban por las vías tradicionales eran insuficientes y había un mercado hambriento de figuras de acción. Y en general de toda la parafernalia que hace babear a cuanto nerd sin desvirgar se les ocurra. 

Cuando éramos chavos era mal visto que un adulto comprara cómics o juguetes. Más en una provincia pura y dura como Torreón. Los amantes de los superhéroes eran señalados y vistos como raros. A Peri le valió madre y ahora que ya está casi tostón, presume en las mesas de las cantinas que sí, es ñoño, pero ñoño pro, porque vive y se financia sus caprichos con el bolsillo de su ñoña clientela.

En marzo del 1999 se inauguró la tienda y fui a visitarla. En ese entonces yo estaba clavado con las pastas, me encantaba cruzarme. Reina o clona o artane con chela, o todas al mismo tiempo. Cuando necesitaba lana iba y le vendía discos y cuando traía dinero también le compraba, ahí conseguí unos de los Maniac Street Preachers. También le llevé a vender un coleccionador de Darth Vader lleno de figuras de Star Wars. Me las había robado de una peda maratónica que tuve en la casa de un güey. Me dieron una madre por el coleccionador, estaban calientes las figuras, ni modo que me pusiera mis moños. El dinero lo destiné a anfetas y pilas para mI Discman. Recorrí la ciudad en camión varios días bien pastel escuchando música patrocinada por George Lukas.

Me desaparecía por temporadas. Pero en el 2004 caí para regalarle el Cuco Sánchez Blues, mi primer libro de relatos, y el culpable de que esté escribiendo estas líneas. Para entonces la tienda ya era una sectaria sensación. Sobre todo por el nacimiento con el que decoraban cada época navideña en el aparador. En lugar de las figuras de yeso tradicionales, usaban monos. He-Man podría oficiar de Jesús, Hulk de María y Los Hombres X de los Reyes Magos. Según la oferta disponible al momento. En el verano del 2005 la tienda fue asaltada. Se llevaron puro mugrero, una caja registradora vacía, una pantalla descompuesta y una máquina expendedora con chicles rancios. Las figuras y los cómics ni los voltearon a ver.

No es la primera tienda de la ciudad, pero sí la más longeva, y este marzo cumplió 25 años ininterrumpidos de operar en el mismo lugar

En el 2010 los volvieron a robar. Ese año salió La marrana negra, mi tercer libro. Fui a ver a Peri, y fieles a nuestro espíritu tracalero, le intercambié una cerda por Lunar Park de Bret Easton Ellis. Me contó que le robaron una laptop bien vieja que tenía y una sudadera, que otra vez los monos y los cómics resultaron sanos y salvos.

En esos años la guerra vs. el narco había convertido a Torreón en la ciudad más violenta del sexenio. Una tarde un miembro de los Zetas entró al negocio con el cometido de pedirles cuota por derecho de piso. “No mamen, ¿de esto viven?”, preguntó espantado al ver tanto pinche mono. Se marchó decepcionado y desde entonces el narco nunca volvió a sentir deseos de extorsionarlo.

Kingdom Cómics no sólo sobrevivió a la guerra vs. el narco. También a la remodelación de la avenida Morelos, que duró más de un año. Y cuando ya cantaban victoria, cuando pensaban que ya volverían a la cancha, les cerraron la calle Treviño año y medio para construir un teleférico. Son tan aferrados que ahí siguieron. Y entre calles sin pavimentar, exceso de polvo y dificultades de acceso, consiguieron mantenerse a flote gracias a su fiel clientela. Negocios alrededor cerraron o se mudaron. Pero tanto Kingdom, como el Joyitas o el Dr. Albores, un otorrino que tiene un Lamborghini color naranja fosfo, aguantaron estoicos en esa cuadra. 

No es la primera tienda de la ciudad, pero sí la más longeva, y este marzo cumplió 25 años ininterrumpidos de operar en el mismo lugar

A la sombra poco podía hacer que no fuera chupar alfombra, hasta que en 2018 inauguraron el teleférico y se empezaron a alivianar. Peri estaba convencido que lo iban a correr. El teleférico era la única atracción turística de la ciudad. Con seguridad les subirían la renta y los reventarían, pero no. Los dueños del local ya les habían agarrado cariño y no les encajaron el colmillo, hasta suerte tiene Peri. En la Navidad de ese año la tienda se volvió más popular y viejos clientes que se habían ausentado regresaron a seguir dejando ahí sus maltrechas quincenas. Amasaron una nueva clientela y más cómics y más monos inundaron el local. 

Si quieren leer una descripción detallada de la tienda se pueden remitir a mi cuento “Despachador de pollo frito”. En esa historia hay un homenaje al Kingdom. Se detalla su acomodado y la fisonomía del Peri, que por cierto se sintió orgulloso de salir en una página de mis cuentos. Hasta entonces su mayor orgullo era que nunca había trapeado la tienda. Y sigue sin hacerlo. Su récord ahora es de 25 años. El Kingdom ha marcado a mucha gente en la ciudad, pasó de ser una tienda y acuario de frikis a convertirse en una institución para los más raros especímenes y ahora para todos los poser que quieren estar a la moda con las películas de Marvel. Después del bodrio de The Big Bang Theory, ser ñoño ya no es mal visto, ahora es estar in, que la gente sepa de superhéroes y reconozca a Superman o Spiderman, que sepan que poderes tienen, es motivo de orgullo y algo para presumir, el tío friki que antes repudiaban, se alza el cuello en las reuniones contando cómo se entrelazan las películas de Star Wars con la serie del Mandalorian.

En 2020 llegó la pandemia. Y cuando todos pensaron que ahora sí era el fin del Kingdom, que se los iba a cargar la reata, pues nel. Permanecieron abiertos mientras el resto de la ciudad estaba bajo confinamiento. Aunque no era un negocio esencial, las autoridades nunca fueron a obligarlos a cerrar. Siguieron esquilmando gente, de hecho, fue cuando más gente los visitó, no hay duda que estar de ocioso te hace gastar de más.

No es la primera tienda de la ciudad, pero sí la más longeva, y este marzo cumplió 25 años ininterrumpidos de operar en el mismo lugar. Abren a las doce del mediodía, tienen el descaro de irse a comer a las dos y regresar hasta las cuatro treinta, para irse a las siete y media porque seguro están muy cansados de estar sentados viendo Netflix. No sé cómo le hacen, pero tienen la tienda repleta de merca que los ñoños adoran. Yo ni cliente soy, pero adoro al Peri como si lo fuera. Hasta he pensado en irme a vivir con él.