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Antonio Michel Guardiola

El efecto dominó de Morena

ARISTAS

Antonio Michel Guardiola
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

De seis estados que tuvieron elecciones el domingo, en cuatro arrasó Morena, posicionándose como el vencedor de esta contienda por tercera ocasión consecutiva. Incluso Tamaulipas e Hidalgo, gobernados tradicionalmente por el PAN y el PRI, fueron cubiertas por la ola guinda que emergió en el orden federal desde 2018 y que actualmente suma 20 entidades. Una parte relevante de la población teme al impacto de este efecto dominó; para frenarlo, hay que conocer su inercia y, para ello, es necesario entender por qué cayó la primera ficha.

Una pieza de dominó no puede sostenerse en un suelo no firme. La base sobre la que se construyó el sistema político actual es endeble. La corrupción de los políticos, la debilidad de las instituciones y el centralismo en la toma de decisiones mermaron la rendición de cuentas y los procesos democráticos. Los votantes padecen de una gran desafección política y una decepción profunda de quienes han adornado discursos con promesas incumplidas.

Este siglo comenzó con la alternancia política después de siete décadas de dominio del PRI. Dos administraciones después, los problemas más graves como la disparidad socioeconómica, la inseguridad y las carencias sociales no se resolvieron. La respuesta natural era regresar a lo que se conocía porque el cambio no redituó en un país mejor. Tras un sexenio donde se evidenciaron actos indignantes de corrupción e incompetencia (i.e. Casa Blanca y Ayotzinapa) e incrementó substancialmente la violencia (cifras récord en homicidios), la reacción inmediata era verter la confianza en quien no los había decepcionado. Morena fue la opción que quedaba tras decepciones por parte de los partidos dominantes.

Pocas personas estaríamos en desacuerdo con el diagnóstico que hizo López Obrador de la fragilidad de la base social sobre la que sostienen las fichas democráticas del país: corrupción, impunidad, pobreza, violencia y la desigualdad. Evidentemente, las fichas del dominó no podían permanecer de pie por mucho tiempo más. Lo que tumbó a la primera no fue solamente el suelo inestable, sino la fuerza de la mano operativa de Morena: recursos económicos provenientes de fuentes externas, el apoyo de grupos poderosos, la maquinaria política a nivel local y la difusión de un discurso populista.

El triunfo de 2018 ha traído una capa guinda que cubre poco a poco a todo el país. Pero la llamada Cuarta Transformación alude a mecanismos, liderazgos y formas de operar de la denominada “dictadura perfecta” del PRI de casi medio siglo atrás. Gran parte de los líderes prominentes de Morena – López Obrador fue presidente del PRI en Tabasco – se formó en ese partido dominante que gobernaba sin rendición de cuentas, con control absoluto del Congreso, arbitrariedad electoral, un clientelismo cínico en los programas sociales y, muy importante, una fuerte sinergia con el crimen organizado.

No debe sorprendernos que, en estados como Durango y Aguascalientes, donde los cárteles de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Sinaloa no tienen una presencia preponderante, haya ganado la oposición PRI-PAN-PRD. Son estados, además, que suelen posicionarse en los primeros lugares de productividad empresarial y atracción de inversiones, por lo que hay una proporción menor de la población propensa a depender enteramente de los programas sociales. Por otro lado, la línea costal del Pacífico, que coincide con el área de influencia del Cártel de Sinaloa, ha caído completamente bajo el poder de Morena.

La evidencia de historias que se vivieron en estados como Michoacán, Nayarit y Sinaloa, de extorsión, amenazas y violencia contra los observadores y políticos de oposición a fin de asegurar el triunfo de Morena, difícilmente pueden ser el marco de una contienda equitativa. A esa táctica coercitiva en las elecciones se le suma el condicionamiento de los beneficios económicos de los programas para garantizar el triunfo. De nuevo, no son prácticas nuevas, ya que otros partidos las ejercían. El problema es que, precisamente, nos regresan a las épocas en las que esos partidos dictaban la gobernanza sin objeción, transparencia y mecanismos democráticos.

Es imposible decir que el triunfo contundente de Morena se explica por un solo factor. Es la conjunción del resentimiento social; la irreparable disparidad social donde cohabitan las personas más ricas del mundo y una pobreza imperante; la habilidad de los dirigentes de Morena de reforzar la narrativa; la dependencia de los beneficios sociales para alcanzar un ingreso suficiente; y las amenazas a la democracia que emanan de una coalición con el crimen organizado. Mientras la clase empresarial, la oposición y la sociedad no entendamos que se necesitan una base sólida y una fuerza igual de contundente para contrarrestar la inercia guinda, quizá las piezas no sea lo único que este efecto derrumbe.