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Arturo Damm Arnal

Vacunas, ¿bienes públicos?

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
Por:

Hay bienes necesarios, de cuyo consumo nadie debe quedar excluido, y bienes públicos, de cuyo consumo no es posible excluir a alguien, y cuyo consumo no genera rivalidad. Las vacunas son bienes necesarios: nadie debe quedarse sin la vacuna que necesita, pero no son bienes públicos: su consumo sí genera rivalidad (la vacuna que se le aplica a Juan no se le puede aplicar a Juana), y de su consumo sí puede excluirse (si Juana o Juan no pagan por la vacuna quedan excluidos de su aplicación).

Los bienes públicos, que además son necesarios, deben ser provistos por el gobierno, como es el caso del alumbrado de las calles (véase el anterior Pesos y Contrapesos), que se provee para todos por igual, obligando a todos, por medio del cobro de impuestos, a pagar por igual. Es lo que debe ser en el caso de los bienes públicos que, además, son bienes necesarios, no siendo el caso de las vacunas, que son bienes necesarios, pero no bienes públicos, razón por la cual no deben ser provistas por el gobierno para todos por igual. Hacerlo es un error.

Dado que las vacunas no son bienes públicos, debe permitirse que todo el que pueda las adquiera en el mercado, pagando su precio, para lo cual deben estar disponibles en el mercado, lo cual no sucede por disposiciones oficiales que prohíben su oferta y venta a particulares, lo cual es absurdo: si el gobierno aplica las vacunas se debe a que son seguras. Si el gobierno las aplica, ¿por qué los particulares no? Lo que importa es el qué no el quién.

Por ser bienes públicos las vacunas deben ofrecerse en el mercado para que, quien pueda pagarlas, lo haga. Por ser, además de bienes públicos, bienes necesarios, de los cuales nadie debe quedar excluido, debe garantizarse su provisión “gratuita”, no para todos, sino solamente para aquellos que no pueden pagarlas, garantía que puede ser privada, por medio de fundaciones particulares, o gubernamental, conviniendo que sea lo primero y no lo segundo para evitar, entre otras conductas reprobables, la politización de su aplicación por parte del gobierno.

El gobierno, proveyendo las vacunas para todos, financiadas con impuestos, las ha tratado como si fueran, además de bienes necesarios (que lo son), bienes públicos (que no lo son), por lo cual dicho tratamiento ha sido un error, cuyas consecuencias han sido, y seguirán siendo mientras no se corrija, desde una carga adicional sobre las finanzas del gobierno hasta un proceso de vacunación más lento del que habría sido si no se las hubiera tratado como bienes públicos.

Los políticos tienden a confundir, por ignorancia o conveniencia, bienes públicos con bienes necesarios, confusión que hay que aclarar. Ojalá que estos últimos Pesos y Contrapesos hayan contribuido a ello.

(Tercera de tres partes)