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Montserrat Salomón

La batalla por las redes sociales

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
Por:

El poder de las redes sociales no puede subestimarse. En las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos jugaron un papel primordial en el triunfo de Donald Trump, a pesar de que todas las encuestas daban como ganadora a Clinton. Con una planeación milimétrica, su equipo de campaña lanzó anuncios y contenidos específicos para desincentivar el voto y propagar desinformación en regiones clave para su victoria. Noticias falsas, difamación, discursos que incitaban la violencia y la división… falsedades y bajezas que lograron su cometido: llevarlo a la Casa Blanca.

Al descubrirse las evidencias de estas maniobras, el escándalo llegó hasta las oficinas centrales de Facebook exigiendo una postura clara, y la hubo: le darían prevalencia a la libertad de expresión y no intervendrían en las publicaciones de sus usuarios. El debate ético siguió por mucho tiempo: ¿debemos permitir los discursos de odio y la desinformación cuando tienen repercusiones tan importantes en aras de la libertad de expresión? ¿Tiene un límite lo que podemos expresar libremente?

Estamos ya en un nuevo ciclo electoral, pero el panorama no es el mismo. En estos años de presidencia de Trump, se ha verificado cómo su discurso de odio y su manejo “alternativo” de los hechos ha traído como consecuencia violencia y muerte. Además, hechos como los sucedidos a George Floyd han prendido la mecha de un gran sector de la población que no está dispuesto a tolerar la intolerancia y la discriminación. El clamor popular va en aumento y las grandes compañías lo han escuchado. Hoy, Facebook amanece con un ba-

jón en la Bolsa al verse abandonada por anunciantes como Starbucks, Unilever, Coca-Cola, Honda y Verizon, entre otros. La exigencia es clara: manifestarse en contra de la discriminación y prohibir los discursos de odio. La “neutralidad” de la red se romperá pegándole en el bolsillo.

Forzar a empresas como Facebook o Twitter a imponer controles de verificación de información y a borrar publicaciones que sean catalogadas como discurso de odio es algo bueno. Aunque Trump lo califique como censura, existe un límite a la libertad de expresión y ése es el de la verdad y los derechos humanos. No podemos tolerar la intolerancia. Permanecer pasivo cuando alguien ataca a un inocente es apoyar al agresor. No existe esa llamada “neutralidad” cuando alguien miente con intención de dañar y discrimina, vulnerando la dignidad humana.

Zuckerberg afronta un boicot en su contra que está basado en un justo reclamo. Las redes sociales influyen en la política, no puede negarse esta realidad. Si en verdad quieren ser neutrales, deben luchar contra la desinformación y el odio.

La meta es ambiciosa, pero la lucha por nuestra democracia bien lo vale.