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Montserrat Salomón

Un mundo vulnerable

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Aunque la guerra no es un fenómeno que nos haya abandonado en este siglo, las escenas que vemos nos recuerdan los terrores del pasado y nos llenan de incomprensión. ¿Cómo es que no hemos aprendido del pasado?

La estabilidad de los años fuertes del sueño de la Unión Europea ha quedado atrás. Las primeras señales de debilidad llegaron con la depresión económica que mostró que no todos los países miembros podían jalar el carro al mismo ritmo. Luego el Brexit sacudió los cimientos y a esto se sumó la crisis de refugiados que llegaban de Oriente Medio y África. Europa se percibía débil y vulnerable, a pesar de contar con el liderazgo decidido de Angela Merkel que la mantenía unida y bajo una férrea disciplina.

Pero la paz pendía de un hilo. El gran progreso tecnológico y la globalización nos hizo crecer, pero también nos hizo dependientes. Las economías se volvieron vulnerables y las relaciones entre los países se complicaron. Los intereses económicos se entretejieron con las ideologías políticas y los liderazgos se difuminaron.

Al mismo tiempo, las democracias entraron en crisis y los gobiernos se alejaron de las personas que pretendían representar. Este vacío político, este desinterés y, al mismo tiempo, necesidad de un líder que pudiera inspirar y escuchar a su pueblo, abrió la puerta al renacer de los populismos nacionalistas que proponen respuestas sencillas con ánimos exaltados. Soluciones viejas a problemas nuevos. La explotación del sentimiento de nostalgia por un mundo más simple, glorioso y comprensible logró que personajes como Putin se afianzaran en el poder.

¿Por qué hemos vuelto a discursos de la Guerra Fría? ¿Por qué Occidente parece tan pasivo ante Putin? Porque no puede hacer nada. La constitución del mundo actual le impide reaccionar y defender sus intereses. La dependencia que tiene Europa del petróleo y el gas ruso es tal que está amarrada de manos. Lo único que le queda es vociferar mientras permite la ocupación de Ucrania y espera que Putin no decida avanzar más. Ucrania está condenada.

Y nosotros, no nos cuestionamos, sólo consumimos propaganda y aceptamos el bando en el que se nos ha colocado. Condenamos sin comprender y actuamos con hipocresía porque ahora sí nos duelen los refugiados, porque nos han dicho que así debemos reaccionar. Porque no es usual ver niños europeos cubiertos del polvo de los escombros de sus ciudades, sangrando y llorando. Aunque esta imagen sea habitual en niños de otro color de piel.

El mundo se nos ha ido de las manos. El jugador clave será el único que, por estar más aislado, mantiene una posición de poder más firme. China podría poner fin a este conflicto en un abrir y cerrar de ojos. Lo angustiante es que nadie sabe hacia dónde se decantará el gigante asiático.