Corazones y mentes

Corazones y mentes
Por:
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Enrique Acevedo

En uno de los episodios más relevantes de los 9 años de intervención militar soviética en Afganistán, dos divisiones de infantería de la súper potencia ingresaron al valle de Korengal, en la provincia de Kunar, al este del país.

Es una región montañosa, relativamente pequeña ubicada a poco más de mil 500 metros de altura. Apenas diez kilómetros de piedras filosas como puntas de lanza y vegetación que desafía el terreno extremo. Le llaman “el valle de la muerte” y para algunos, es el Afganistán de Afganistán, en pocas palabras, una zona sumamente hostil para cualquier extranjero.

Los soviéticos llegaron con armamento pesado. Se desplazaban en convoy y bombardeaban todo lo que se movía a su paso matando a cientos de miles de civiles y provocando la ira de la población local, lo que terminaría por convertirse en uno de los factores decisivos para su retirada. De las dos divisiones rusas que llegaron al Korengal, sólo sobrevivió un pequeño batallón.

Así, cuando el ejército estadounidense llegó hasta ese mismo lugar, a principios de la década, lo hizo tomando en consideración los errores cometidos por su histórico adversario. Los estrategas norteamericanos entendieron que para obtener una ventaja en el terreno físico, debían primero avanzar en otro complicado frente, el del terreno humano. Se abocaron a ganar el corazón y la mente de los locales, una tarea central para los bandos involucrados. Talibanes y soldados estadounidenses, saben de la importancia de esta lucha paralela y por eso cada movimiento en el tablero de batalla se calcula en las dos pistas: el terreno físico y el terreno humano, que no es otra cosa más que el aspecto social de la guerra.

Aquí en México tenemos más de 5 años enfrascados en una lucha armada que enfrenta a las fuerzas del Estado contra la insurgencia montada por algunos de los grupos criminales más poderosos del planeta. El saldo sugiere que la administración calderonista va ganando la batalla por el terreno físico. Han detenido o matado a docenas de capos, confiscado arsenales enteros, congelado recursos y recuperado plazas donde el narco mantenía el control.

En la otra batalla, la que se libra por el terreno humano, los criminales llevan la ventaja. La presencia del Ejército en las calles ha desatado polémica entre otras razones por los casos de fuego cruzado, las denuncias por violaciones a los derechos humanos. Además existe corrupción y complicidad entre policías y funcionarios; muchas veces incompetencia que sumada a las casi 50 mil muertes, generan poco respaldo social para la estrategia presidencial.

Sí, Calderón ha logrado enfrentar con cierto éxito al crimen organizado pero ni él, ni su equipo han podido ganar el corazón y la mente del colectivo. Su plan carece del respaldo deseado. No entender la dimensión social de la batalla le costó miles de hombres a los soviéticos en el Korengal. Cuánto más le costará a México.

 La Caminera. El sistema penitenciario de México es una bomba de tiempo que parece haber llegado al conteo crítico. Más allá de las deficiencias estructurales de nuestro sistema de justicia, las cárceles se han convertido en centros de consumo y distribución de droga, en bases desde las que se delinque, se extorsiona y se consigue lo que sea con dinero. Basta pasar unas horas dentro de estas incubadoras del crimen, para darse cuenta de lo grave que es la situación y, si no es por lo que ocurrió esta semana en Apodaca, parece que nadie presta atención al tema.

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