Crisis de otoño

Crisis de otoño
Por:
  • larazon

Alicia Alarcón

Aclaro que no es lo mismo que la crisis otoñal, la cual se refiere al galán ya muy mayor con el que nos quedamos 70 años porque nos daba miedo separarnos de él y un día lo cambiamos por otro más joven. Durante nuestra vida tenemos muchos amores, pero el amante más poderoso siempre regresa. No importa si nos hizo daño, siempre aceptaremos su presencia porque nos convence de que ya cambió.

Pero la crisis de otoño a la que me refiero es, como la alergia estacional, muy propia de ésta época. Esa que hace que nos duela la cabeza, nos ocasiona rinitis y ojito lacrimógeno. Solamente hay que fijarse en el panorama nacional para sentir todos los síntomas. Ya empieza a hacer frío y la curva del azúcar que aparentemente tenemos todos los mexicanos hace de las suyas, el antojo de algo dulce por la tarde a veces es irresistible. Pero habrá que olvidarse de la galletita importada y del café preparado por un barista especializado de 19 años de edad.

Porque asumiendo (y es una rotunda afirmación) que usted se conceda el recurrente gusto (y esté en posibilidades) de aventarse este tipo de placer, en vez de un doméstico cafecito de olla con piloncillo en un termo, entonces para el gobierno es usted un ciudadano consumidor de chatarra, viejo término aplicado a nuevas reglas de alimentación. Si lo que le gusta comer tiene más de 255 kilocalorías, el gobierno lo cuidará de convertirse en un obeso diabético cobrándole un impuesto extra a su aberración de no comer solamente frutas y verduras. La buena noticia es que ni las garnachas ni las franquicias de fast food tendrán problema. Unos por informales y otros porque sólo lo sabe el altísimo sentado a la derecha del mandatario. Usted pagará por su glotonería, como paga ahora sus impuestos locales sin tener servicios como seguridad, bacheo, iluminación o alguna minucia de esas por parte del GDF o de la representación gubernamental en su municipio.

Porque de manifestaciones culturales se hacen las tradiciones, así, esta costumbre mexicana del arraigo sindical a la plaza prevalece sin tintes de desaparecer. En la Ciudad de México por ejemplo, el gobierno es un concepto de lo más abstracto. Si no conociera al mero jefe, diría que es un invento de las mentes conspiradoras y corruptas que igual tienen la idea de apoderarse hasta de nuestro libre tránsito. Así como la ocurrencia de condonar la deuda a Cuba. Quizás es porque nos gusta mucho el frijol con arroz y allá no se consigue transgénico. A lo mejor es un pago de intercambio de información respecto a estos temas y Cuba está avanzadísima en estas áreas. Pero ahí va una de mal pensada. Digo, si no hace falta ese dinero de la deuda cubana y lo andamos regalando, ¿entonces para qué nos cobran más? Debe ser que hay que tapar el imaginario boquete del inexistente gasto público de este año, cobrándonos más por si las moscas revolotean el año que viene. No conformes con la exprimida al contribuyente que seguramente será gordo y diabético si el gobierno no interviene con esa agilidad y pericia, saldrán al mundo a vender lo que necesitamos que nos presten (fondeo de deuda le llaman).

Así que entre los gordos, los ejecutivos de cualquier banco mundial, los líderes sindicales, gobernantes fantasma y revolucionarios perdonados, nos la vamos a llevar esta época de hojas caídas. La serie de hechos desafortunados que le explico me tiene deprimida. Acepto que pensé que mi galán otoñal podría tener una segunda oportunidad. No me juzgue. Pero es que me di cuenta que ni con pan las penas son buenas. Me echaré un tequila y una hamburguesa. Antes de a-gravar esta depre estacional. La diabetes me hace lo que el viento a ese señor. El de Oaxaca. No los que andan de gira. Salud.

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