¡Dejemos ya los ensayos!

¡Dejemos ya los ensayos!
Por:
  • larazon

La filósofa española María Zambrano y el poeta cubano José Lezama Lima se conocieron en La Habana en 1936 y comenzaron un intercambio epistolar que no terminaría sino cuarenta años después, con la muerte de Lezama. En las cartas que siguen el tema es el libro del poeta Analecta del reloj, recopilación de su labor como crítico literario para quien “sólo lo difícil es estimulante”.

Roma 8 de noviembre de 1953

Piazza del Popolo 3

Querido amigo Lezama:

¿Creerás que no te iba a escribir o que se ha extraviado la carta? Estoy segura que te va a llegar, en revancha por todas las que se nos han perdido antes —de ti para mí, de mí para ti— pero es bueno que la amistad llegue a ese punto o estación en que se llega a escribir por vez primera y se siente toda una correspondencia anterior, un epistolario concluso en silencio y que va a renovarse ahora —por variar— en palabras.

Me ha dado alegría, mucha, amigo Lezama leerte por junto aquí sentada en una silla baja a la ventana que mira a la subida al Pincio. Leyendo por junto lo que ya conocía por separado he sentido algo nuevo, especie de revelación de tu persona y obra; me he dado cuenta al cabo del rato que estaba gozándome en lo que tienes de teólogo. Que en otro tiempo, ¡ay!, en aquellos lo hubieras sido; que toda tu obra anda en busca de definiciones de Dios y de lo divino en sus modos humanos. Que tu poesía anda persiguiéndose a sí misma, quiero decir su propia substancia —la eterna substancia de poesía de la cual fueron hechos los Dioses y que tu pensamiento en un trabajo paralelo anda en busca de definiciones, ese fruto del eros intelectual o de la mente imantada. Así como me vi a mí misma hace ya tiempo como paloma que no tiene sino su sentido de orientación, te veo a ti ahora, te he visto hace un instante cuando ya el naranja del sol poniente encendía los muros del Pincio, de esta manera:

teólogo, sí ¡qué feliz hubieras sido!

[…]

Con esto no quiero decir que sea imposible hoy el hacer teología, mas creo que es lo único posible y que se hará... Se hará en la poesía, en la filosofía, en la crítica, si la hubiera, en esa crítica que tú haces tan buena y justa! Me gusta eso sabes: la virtud de la justicia que veo no te falta en tus Entrevistos. Tú nunca dejas de hacer poesía y haciéndola te llega hasta la justicia. Y eso es hermoso y propio de los grandes momentos del arte. Toda tu obra clama por ese gran arte que es poesía y ética, metafísica, juego y justificación... Por eso te he querido siempre sin haberlo visto como ahora tan claramente; pero tengo olfato y sentido de la materia. La materia en que has trabajado siempre es substancia, materia viviente, de ahí el trabajo, la dificultad y... que te quede por hacer la obra.

Verás, quiero decirte que has pasado hasta ahora en busca de esa sustancia, que ya tenías pues si no ¿cómo buscarla? Que la has ido revelando fiel a su secreta ley sin imponerle tú ninguna propia o adquirida. Y que ahora ya está apta para desprenderse de sí misma en gota de agua o diamante que otros lograron de golpe porque el trabajo previo ya estaba hecho. Nosotros no hemos tenido que recuperar... He vivido desde mi adolescencia a la sombra de la diamantina Ética de Spinoza. Salió ese diamante de lo más hondo de la Edad Media, de su fuego altísimo, de su materia dura difícil de arder. Mientras nosotros hemos tenido que ser mineros, cargadores y después quemarnos a nosotros mismos. Cuántas hogueras encendidas con la propia ánima, a la que ha habido que arrojarse a riesgo de hacerse cenizas y de que nadie, lo que se dice nadie, recoja esta ceniza. Pero como no nos hemos hecho cenizas hay que hacerse cristal, diamante.

Este libro tuyo es luz y sombra de esas hogueras, signo de ese fuego al que no has hurtado nada... ¡Dejemos ya los Ensayos! Mira que me lo digo a mí, a mí más que a ti y que salga el cristal sombrío, donde el fuego se hace invulnerable. […]

Saluda a tu madre. Araceli [su hermana] te envía su amistad y yo la mía acrecentada y de siempre.

María Zambrano

La Habana, Febrero y 1954

Sra. María Zambrano

En Roma.

Mi buena y grande amiga: Estoy todavía en la buena alegría de sus letras.

Me ha seguido con buena compañía, pero al terminar ese paseo a su lado, he sentido el deseo de agradecerle su comunicación en torno a la “Analecta del reloj”. Partí de la poesía y estoy ahora en ese momento en que quisiera ahondar en esa encarnación o hipóstasis de las imágenes, en que su gravitación reobra sobre nosotros con sus claridades o con sus confusas claridades. El acto naciente, la separación del germen y el acto, en que forma la poesía y su sentido nos ayudan a pasar el muro, todos esos interrogantes me punzan, me atenacean despertándose la más llevadera alegría. […] Usted sabe, mi muy estimada María, que cuando hemos estado durante muchos años golpeando el metal en un solo punto, en forma de duro ejercicio, no adquirimos tan sólo un sentido morfológico de muchos valores, sino que nos vamos apoderando de una extensa zona relacionable. ¿Quién puede predecir esas sorpresas, esas sorpresas que reaparecen casi convertidas en refrán? Le agradezco mucho su fina intuición, de verme como teólogo, pues en realidad cada día me acerco a la poesía con esa cualidad que usted sorprende en mí. De situar allí la zona donde todo encuentro con la realidad es esencial en su idéntica metamorfosis.

No deje de seguir mandando sus escritos a nuestra revista [Orígenes], con qué agrado no publicaríamos algo suyo sobre la Roma actual, cruzada de ciclistas, miseria, comunismo, existencialismo, copia de lo americano y la eternidad de siempre. […]

¿Qué tal los gatos egipcios de Araceli? Extrañamos su tormentosa alegría.

Un abrazo agrandado, cariñoso y fiel de

J. Lezama Lima

Tomado de: Correspondencia, José Lezama—Lima—María Zambrano, María Zambrano—María Luisa Bautista, Edición de Javier Fornieles Ten, Ediciones Espuela de Plata, Sevilla, 2006.