El destape de 1939

El destape de 1939
Por:
  • guillermoh-columnista

¿Por qué el general Múgica no fue el candidato de Cárdenas y del PRM para la elección presidencial de 1940? La izquierda mexicana se ha hecho con amargura esta pregunta mil veces. A la distancia podemos responder que las razones fueron complejas, pero —como siempre sucede en la política, “la ciencia más exacta de todas”, como dice mi amigo Fernando Curiel— son perfectamente comprensibles.

Muchos pensaron que Cárdenas impulsaría la candidatura de Múgica. El propio Múgica pensaba eso, por eso su desilusión cuando se dio cuenta de su error. La cercanía entre ambos personajes era por todos conocida. Se creía que Múgica continuaría el proyecto cardenista sin caer en desviaciones

El 22 de febrero de 1939 la CTM, encabezada por Lombardo Toledano, proclamó a Ávila Camacho como su candidato. Era momento, dijo el líder, de poner la unidad por encima de la división, de formar un frente único para frenar a la reacción. El apoyo de la CTM fue la antesala para que poco después el partido oficial nombrara a Ávila Camacho como su candidato.

[caption id="attachment_661524" align="alignleft" width="300"] (De izq. a der.) Manuel Ávila Camacho, Lázaro Cárdenas, Gildardo Magaña y Francisco Múgica, en marzo de 1939. Foto: Especial[/caption]

Pocos recuerdan que en octubre de 1939, después de defender su neutralidad durante varios meses —lo que equivalía a negarle apoyo a Múgica—, el Partido Comunista también se manifestó en favor de Ávila Camacho. Hernán Laborde, líder de los comunistas, acusó a Múgica de ser el candidato de Trosky. Los comunistas, como los cetemistas, dijo, no serían responsables de la división de las fuerzas revolucionarias del país, concentradas en el PRM. Ante el fracaso de su campaña, Múgica publicó una declaración el 14 de julio de 1939 en la que explicó las razones de su abandono de la contienda electoral. Múgica termina su despedida del primer plano de la política afirmando que “al retirarme acepto la realidad de que sólo quedarán en la palestra política dos fuerzas con una misma tendencia de ambigua conciliación”.

¿Tenía razón Múgica al equiparar las dos fuerzas encontradas en la elección de 1940? Sin Múgica en las boletas el ala izquierda del PRM quedaba fuera del proceso. Ni Ávila Camacho ni mucho menos Andreu Almazán pertenecían a esa corriente, cuyo candidato natural era el general Múgica. En ese sentido, las dos opciones en la elección de 1940 eran contrarias a la izquierda revolucionaria. Sin embargo, las semejanzas entre ambas llegaban hasta ahí. Ávila Camacho era el candidato de la familia revolucionaria, familia extensa y heterogénea conformada por la mayoría de los gobernadores, congresistas y jefes militares, el grueso del empresariado nacional y extranjero, el gobierno de Roosevelt en los Estados Unidos, la CTM de Lombardo Toledano y, como vimos, hasta el Partido Comunista, de Hernán Laborde. Andreu Almazán era el candidato de quienes estaban fuera de esa gran familia y, por ello, era el candidato de la oposición. Es muy significativo que el sector independiente del movimiento obrero mexicano apoyara a Andreu Almazán. Grupos del sindicato de ferrocarrileros, de la CTM depurada, del sindicato de maestros, de los trabajadores de la General Motors, vieron en la campaña de Andreu Almazán la posibilidad de liberarse del sindicalismo charro representado por Vicente Lombardo Toledano.

Cárdenas había seguido de cerca el desarrollo de la guerra civil en España y no quiso desencadenar algo semejante en México. El Presidente evitó un baño de sangre. Actuó como un estadista

Muchos pensaron que Cárdenas impulsaría la candidatura de Múgica. El propio Múgica pensaba eso, por eso su desilusión cuando se dio cuenta de su error. La cercanía entre ambos personajes era por todos conocida. Se creía que Múgica continuaría el proyecto cardenista sin caer en desviaciones. Pero eso no sucedió por, al menos, cinco razones. La primera es que aunque Cárdenas hubiera querido que su sucesor fuese Múgica —nunca sabremos si eso fue lo que quiso en verdad— se dio cuenta de que no contaba con el apoyo suficiente dentro del sistema. La segunda es que cuando Cárdenas nombró a Ávila Camacho encargado del despacho de la Secretaría de Defensa el 18 de octubre de 1936, él mismo lo metió a la baraja de posibles candidatos. Ávila Camacho siempre había sido el hombre de las confianzas de Cárdenas; había sido su Jefe de Estado Mayor, casi de manera ininterrumpida, desde 1920. La tercera es que pensó que para proteger su obra revolucionaria, sobre todo la expropiación petrolera, había que tomar un respiro para asegurar lo que se había ganado. La cuarta, ligada a la anterior, era que en el delicadísimo contexto de la Guerra Mundial, no podía  haber un candidato que no fuera de la plena satisfacción de los Estados Unidos. La quinta es que Cárdenas había seguido de cerca el desarrollo de la guerra civil en España y no quiso desencadenar algo semejante en México. El Presidente evitó un baño de sangre. Actuó como un estadista.