El engaño de siempre

El engaño de siempre
Por:
  • larazon

Salvador Camarena

En una oficina de El Norte, en Monterrey, había hace mucho una fotografía de gran formato. Se trataba de una toma área de un mitin ocurrido en la plaza principal de la capital de Nuevo León. La imagen había servido para desmentir al gobierno de aquel estado.

A finales de los ochenta las protestas contra los fraudes priístas iban en ascenso. Los mítines de los panistas llenaban plazas, pero ni la radio y mucho menos la televisión reportaban eso. Al contrario, cuando mejor le iba a la oposición los medios masivos informaban que había habido una concentración, pero la cifra de los participantes en la protesta se minimizaba. Si habían concurrido diez, el gobierno decía que no, que sólo habían estado tres, o dos. Todos aquellos de más de 30 años de edad saben claramente esto.

Entonces El Norte ideó un mecanismo muy sencillo para demostrar quién mentía. En una de esas protestas tomaron una foto aérea, la imprimieron al tamaño de una mesa grande e invitaron a ciudadanos a que colocaran un alfiler, de esos con cabecita de colores, por cada manifestante que aparecía en la imagen. Contaron los alfileres y resultó lo obvio: la cifra era más cercana a la que decía el partido convocante que a la del gobierno.

Este de El Norte es sólo un ejemplo de lo que en la era sin Internet tenía que hacerse para evidenciar a los gobiernos. Gutiérrez Vivó fue protagonista de otro: cuando la cerrazón de López Portillo impedía informar del derrame petrolero producido por el Ixtoc I, él subió a ciudadanos a un helicóptero para que desde el Golfo de México describieran la enorme mancha contaminante que el presidente despilfarrador trató de ocultar.

En el pasado, alianzas entre medios y ciudadanos dieron como resultado evidencia que no pudo ser ni negada ni subestimada por los autoritarios.

Muchos años después, existen por un lado Internet y las redes sociales, y por otro más medios libres. Los gobiernos, me temo, han cambiado de rostro —ya no son exclusivamente priístas—, pero no han abandonado su talante opaco y manipulador.

En las últimas semanas, en el DF las redes sociales transpiran indignación por los abusos de delegados como Víctor Hugo Romo (PRD, Miguel Hidalgo), Leticia Quezada (PRD, Magdalena Contreras) o Jorge Romero (PAN, Benito Juárez), que no conocen límite a la hora de promover su imagen con anuncios en las calles.

A pesar de saber de antemano el enojo que generarán, esos políticos se atreven a protagonizar esta burla a la sociedad porque los ciudadanos no se movilizarán en contra de los abusadores. Todo quedará en un zumbido en las redes sociales, en un asco en alguna sobremesa.

Hoy que crear un sitio web con geolocalización es prácticamente un juego de niños, hoy que se puede convocar a ciudadanos a taguear la propaganda que encuentren en un mapa digital y así demostrar que los costos que nos informan sobre esta publicidad son irrisorios, hoy que podríamos a golpes de clicks evidenciar el engaño, hoy ellos, los de los gobiernos, igual de autoritarios que los de antes, dicen que gastaron dos, acaso tres, cuando para todos nosotros queda claro que gastaron diez. ¿Será que la escasez de recursos del pasado generaba mayor creatividad que la actual abundancia de los mismos? ¿Será que éramos mejores con alfileres que con Internet?

salvador.camarena@razon.mx

Twitter: @salcamarena