El niño de pecho

El niño de pecho
Por:
  • larazon

Gil Gamés

El hombre más buscado en el mundo después de Bin Laden había caído preso. La Marina mexicana, una brigada de la Procuraduría y la DEA, detuvieron a un criminal peligrosísimo. Los más importantes periódicos del mundo dieron la noticia a todo lo largo y ancho del mundo occidental. La prensa coincidió: estamos ante un golpe importante, muy importante, contra el crimen organizado. Los panistas reconocieron que se trataba de un campanazo para el gobierno de Peña Nieto.

En México, una voz irrumpió en el concierto, como un disparo en la oscuridad. Sí, adivinaron: Liópez dijo que el arresto del Chapo Guzmán era una cortina de humo para ocultar la desigualdad. Como lo oyen, para uno de los principales actores políticos de México, la detención del narcotraficante ha sido una “cortina de humo”: “el Chapo es un niño de pecho comparado con los saqueadores de México”. Cada día que pasa, Gamés piensa que Liópez no podrá superarse, pero a la mañana siguiente, Liópez da un golpazazo de antologías, en plural. Dice Liópez que el narcotraficante “no juega en las grandes ligas, hay quienes tienen mucho más dinero y lo han obtenido saqueando al país, destruyendo a México, como sucede con los integrantes de la mafia del poder, del bandidaje oficial”.

¿Hay un médico entre ustedes? Aquí hay un hombre fuera de sus cabales que requiere atención urgente. Liópez habló en una conferencia, o mitin, o lo que usted quiera y mande, y pidió a los asistentes que se protegieran en los próximos días “porque si no, terminarán turulatos con el bombardeo que habrá de publicidad, de los reportajes especiales de las empresas de publicidad, los medios de comunicación van a atosigar a la gente porque esa es la estrategia que tiene la mafia del poder para dominar”. Gamés no sabe qué pensar, en serio, Liópez cierra los ojos y da órdenes: nada existe y punto y se acabó.

Liópez ha demostrado que un político profesional con olfato y arrastre popular puede desbarrancarse en la oscuridad y convertirse en un merolico de plaza.

“A quienes mal gobiernan el país, les sirve la detención de Guzmán Loera como cortina de humo para que la ciudadanía tome a segundo plano la carestía de la vida, el desempleo, la entrega de los bienes del país y la corrupción”. Gil caminó sobre la duela de cedro blanco con las manos entrelazadas en la espalda y meditó: no es tan difícil volverse un fanático, alguien preocupado ciegamente por algo o alguien (RAE). Liópez, ¿no tiene amigos, asesores, gente cercana, personas que le digan que sus declaraciones son estúpidas?

Con él no hay tu tía, él siempre tiene la razón. ¡Canastos!

“Van a hacer reportajes especiales, van a gritar como pregoneros en la radio y la televisión, cuando callan como momias cuando se trata de los asuntos verdaderamente trascendentes del país”. Correcto, el narcotráfico y sus secuelas violentas no son trascendentes, muy bien; los muertos, tampoco, los territorios tomados por bandas armadas, menos, la inseguridad desprendida del crimen organizado, nada. Yo, Liópez, declaro que nada existe. Aigoeei.

Mientras tanto, el mundo ocurre frente a nuestras narices: Maduro balacea a estudiantes y los acusa de ser fascistas, el gobierno homicida de Corea del Norte mantiene a más de cien mil presos en cárceles infrahumanas; Cuba cumple 55 años de dictadura y al líder de las izquierdas, así le dicen, nada le pasa por la cabeza como no sea hablar de la mafia del poder. Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: la orfandad intelectual es algo serio. No hay cacumen y sobra la codicia.

La máxima de Kant espetó dentro del ático: “Pensamientos sin contenido son vacíos; intuiciones sin concepto son ciegas”.

Gil s’en va

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