Ése hombre

Ése hombre
Por:
  • larazon

Alicia Alarcón

Ese hombre que tú ves ahí, que parece tan galante, tan atento y arrogante, lo conozco como a mí. ¿En qué momento dejó de ser el Señor de las Ligas un político-poeta frustrado y encarcelado, y se convirtió en el poderoso dueño de la ciudad y de todos sus habitantes?

El Inversionista de la Causa, el falso patiño, el cerebro y el productor ejecutivo del teatro de toda causa “justa” que atente contra los intereses del “pueblo bueno”. Ese autoadjetivo de los que fingen desconocer públicamente a su líder moral, pero al que le siguen recitando poemas al oído y en privado.

Es un gran necio, un estúpido engreído, egoísta y caprichoso, un payaso vanidoso, inconsciente y presumido, que no tiene corazón. Vaya con las vallas. Las que amurallan por partes la ciudad. Las que mantienen un secuestro a todas luces legal porque se trata de una lucha auténtica, hoy contra la calidad en la educación —risas grabadas—, mañana contra la “privatización” de cualquier cosa que suene como afectación de sus intereses.

El partido —dicen— perdió su “esencia y credibilidad”, al firmar con los otros colores un pacto que incluía la civilidad y tolerancia entre ellos. Convoca a realizar una valla humana, en donde saldrán por encargo expreso a la calle miles de personas, y que demostrará nuevamente el poder que el Inversionista de la Causa nunca ha perdido, al que jamás renunciará y que fue ferozmente custodiado durante su encierro aquél, por su eficiente Evita particular. De sociedad civil, nada. De militantes pagados, todos. Como dijo el hoy presidente del partido, “ya lo habíamos hecho antes”. Ay wey. Para la payasada no se necesita disfraz, sólo un escueto guión.

Lleno de celos, sin razones ni motivos, como el viento, impetuoso, inseguro de sí mismo, soportable como amigo, insufrible como amor. Habrá que revisar las credenciales legítimas del “contingente”. El chismoso radio-pasillo acusa de que muchos no son quienes dicen ser. Envalentonados por el nulo ejercicio de la autoridad, acusan al que se les ponga enfrente —peatones, automovilistas, señores trajeados o cibernautas— de traidores a la patria, cachorros imperialistas, infiltrados, vendidos o como sea el aullido que avientan al que se atreva a contradecirlos. Ya sea con unas pequeñas cartulinas que los exhortan a trabajar o con un grito de desesperación. El chiste es que les tengan miedo. Que nadie se atreva a ponerles un alto. Ni los de arriba ni los de abajo. Viva la causa y vivan sus héroes locales que buscan darles patria, libertad y bono de productividad.

Ese hombre que tú ves ahí, que parece tan amable, dadivoso y agradable. Ni pensar en intentar llegar al sano debate para poder conseguir un avance en este triste y desesperanzado país. La causa del Inversionista de la Causa se convierte en la causa partidista, porque al final es la que cuenta.

Ni mentir, ni robar, ni contrabandear o haber estado preso por malos manejos son puntos en contra para poder convertirse en el verdadero líder moral del movimiento y del partido. Ni todos los hijos de próceres de la patria, ni todos los mesías tropicales, ni todos los homónimos de Jesús, tienen ese tesoro en su corazón. Y en su bolsillo.

Ese hombre que tú ves ahí, que parece tan seguro, de pisar bien por el mundo, sólo sabe hacer sufrir. Si prometer no empobrece. Conseguir hablarle al humilde en nombre del líder moral y decirle que lo va a sacar de su miseria. Convencerlo de que están saqueando su patrimonio. Obligar a su gente a pagar un religioso diezmo. Sacarlos a marchar prometiendo “apoyos”. O amenazando con quitárselos.

Todo vale para mantener esta imagen de anarquía y que la gente en el resto del país tenga miedo y se doblegue ante el color amarillo. Así como a sus líderes y a sus contingentes. O como a los mismísimos chinos. Pero ésa, ya es otra desentonada canción.

aliciaalarcon2009@gmail.com

Twitter: @aliciaalarcon