Ferguson, 365 días después

Ferguson, 365 días después
Por:
  • larazon

Valeria López

Hace un año, en este mismo espacio, escribía — con rabia y con indignación—sobre el brutal asesinato de Michael Brown, en Ferguson. Entonces escribí que era importantísimo que el sistema de justicia hiciera un trabajo impecable y expedito. Que el policía fuera juzgado y sentenciado en los términos que marca la ley. Y que era necesario reparar la cohesión social de la comunidad: minimizar las brechas económicas de la zona.

De eso, nada tenemos hoy. La política —nacional e internacional— ha perfeccionado la capacidad de hacer desaparecer las exigencias, las demandas y las soluciones debajo de la maraña de la impunidad: ofreciendo historias inverosímiles, culpando a las víctimas.

A un año de distancia, sin soluciones adecuadas, se han reiniciado las protestas. Y no hay que olvidar que cuando se acaban las razones inician las agresiones; por ello, los Estados deben escuchar y atender los reclamos de sus ciudadanos, antes de que estalle la violencia.

Recupero los hechos dolorosos ocurridos en Ferguson, el brutal asesinato en el que perdió la vida Michael Brown: el joven afroamericano —desarmado— que recibió seis tiros por parte de un policía blanco. El suceso ha sacado a la luz viejos problemas que exigen nuevas respuestas, acorde con los tiempos.

La muerte de Michael Brown fue el inicio de largos días y oscuras noches de protestas que revelaron facetas importantes de la sociedad norteamericana: temas raciales aún no resueltos, intolerancia frente a las protestas, desigualdad…

La sociedad de Ferguson ha visto en la muerte de Brown un eslabón más de la larga cadena de injusticias que han marcado sus días. Ferguson es una comunidad que ofrece pocas oportunidades de desarrollo a sus jóvenes; la economía de la zona norte es considerablemente menor a la del sur, región habitada mayoritariamente por gente blanca.

Así, una vez más, raza y economía, raza y oportunidades, raza y crecimiento se han entrelazado perversamente y han negado futuro a los mismos que ha despreciado en el pasado: a la minoría débil.

Por donde se mire, la muerte de Brown revela violencia innecesaria. Es difícil encontrar motivos que expliquen que un policía dispare en contra de un hombre, desarmado, con los brazos en alto. Es imposible justificar que lo haga seis veces; dos de ellas, en la cabeza.

El veredicto de la Corte que exonera al policía, quien dice que actuó “en defensa propia” es ridículo, inverosímil, absurdo y humillante.

Sólo hay una explicación posible: racismo. Digámoslo sonoramente: en el mundo del siglo XXI todavía hay muertes por racismo. Molesta, ¿no? De eso se trata, de que el silencio y la burocracia no entierren en el olvido a Michael Brown.

Hay que decirlo cuantas veces sea necesario: el silencio frente a la injusticia nos convierte en cómplices; no actuar es respaldar.

valeria.lopez@anahuac.mx

Twitter:@ValHumanrighter