La foto de Beltrán Leyva

La foto de Beltrán Leyva
Por:
  • larazon

La violencia del narcotráfico llegó a extremos execrables a fines del año pasado, con el asesinato de la familia de un marino caído en cumplimiento de su deber. La sociedad no reaccionó con la vehemencia y unidad que una infamia así ameritaba.

Da la impresión de que un sector de la ciudadanía ha sido neutralizado por el periodismo que ha puesto al gobierno y a las Fuerzas Armadas en la picota por combatir a las bandas de narcotraficantes.

Los mismos que se coludieron con autoridades penitenciarias para fotografiar a Carlos Ahumada semidesnudo cuando llegó a una prisión del DF, esta vez estallaron por la foto del cadáver de Arturo Beltrán Leyva tapizado con billetes.

Ninguna credibilidad tienen sus golpes de pecho por las fotos del Jefe de Jefes.

Ciertamente la manipulación de un cadáver es reprobable. Peor aún si lo hacen funcionarios del Estado.

Pero la condena emitida por ese sector de la prensa está muy distante de la defensa de los derechos humanos.

Fueron cómplices de violaciones similares, como la perpetrada por el Estado en colusión con una vidente apodada La Paca.

O en los casos de Carlos Ahumada, Paco Stanley y Othón Cortés, entre otros.

Nada dijeron porque los agraviados eran sus adversarios políticos.

Sus protestas por esos actos suelen pasar por el tamiz de sus alianzas políticas.

Llama la atención, pues, su aspaviento ante las fotos que le tomaron al capo de un cártel del narcotráfico.

Asumen de manera muy literal, acrítica, esa sentencia de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

¿Se darán cuenta de quiénes son sus compañeros de ruta?

Tal vez no. Pero sí saben lo que quieren: golpear al Ejército y presentarlo como una institución de desalmados.

Cuando se supo que las fotos de Beltrán Leyva habían sido fotos tomadas por civiles en el forense, el tema dejó de interesarles.

Desde luego hay que señalar los excesos que se cometen en la lucha contra el narco y debe castigarse a quienes incurren en ellos.

La diferencia en los fines y los medios son los que deben distinguir al Estado y a las bandas del crimen organizado.

Por eso es doblemente grave lo que un par de civiles hizo al cadáver de Beltrán Leyva.

Sin embargo lo anterior está sirviendo de pretexto para descalificar la lucha del Estado mexicano por la supervivencia de la nación.

El asesinato de la familia del marino en Tabasco es una señal de la crueldad de los narcotraficantes.

Pero sobre todo nos muestra a una sociedad que reacciona de manera muy débil ante la acción brutal e inhumana de los narcotraficantes.

Y esa pasividad proviene, en parte, de la confusión que han inoculado algunos comunicadores.

phl@3.80.3.65

agp