La pobreza mata sociedades

La pobreza mata sociedades
Por:
  • montserrats-columnista

En época de elecciones salen a relucir los argumentos morales. Súbitamente, todos hablan de justicia, de derechos humanos, de combate a la corrupción, de movilidad social, de reparto de riqueza e igualdad. En la realidad, esta preocupación suele acabarse una vez que los comicios pasan y los juegos del reparto del poder inician.

En la actual seguidilla de elecciones en nuestro continente el tema de la pobreza ha sido clave para movilizar a los electores. La pobreza es un arma electoral efectiva y con mucha razón. Cuando vivimos en sociedades tan desiguales, el rencor y el dolor de la situación que enfrentan los menos favorecidos los dejan necesitados de esperanza y abiertos a sucumbir ante el canto de las sirenas. El populismo bebe de la frustración de la injusticia.

¿Cómo es que los pueblos eligen libremente a populistas autoritarios y dictatoriales? No debería sorprendernos este fenómeno mientras sigamos viendo tragedias debidas a la pobreza.

Para muestra, tenemos la reciente tragedia sufrida en Guatemala por las poblaciones marginales al pie del volcán que hizo erupción hace unos días. Indolencia, negligencia y falta de recursos, la trifecta perfecta para que murieran cientos de personas calcinadas mientras que otras tantas fueron cómodamente evacuadas de unos de los complejos turísticos más caros de la región. Un gobierno ineficiente que no dio las alertas necesarias para evacuar a su población y que la dejó a su suerte, y, como suele suceder, la suerte de los ricos no es la misma que la de los pobres.

La pobreza es causa y consecuencia de los conflictos americanos. Su presencia nos lleva a elegir malos gobernantes, sin visión de futuro y con remedios inmediatos para “mejorar” la situación de la gente, dejando como resultado más pobreza a largo plazo.

Ahí tenemos a Venezuela, que elige a su mesías para salvarla de la crisis y ahora está hundida en una crisis aún mayor por los malos manejos del delfín de Chávez. Ahí tenemos a Estados Unidos, que falló en reconocer la división en su sociedad y la situación desesperada de la clase trabajadora que buscó en Trump un regreso al pasado mejor, precipitándose a una crisis aún mayor por los remedios anacrónicos de un populista que sólo busca el poder y el beneficio propio.

La reflexión que queda hacer va más allá de los tiempos electorales. Si sólo pensamos en la pobreza cuando toca elegir candidatos, estaremos condenados a un ciclo de malas decisiones políticas. La pobreza es un tema moral que supera fronteras e idearios. Si todos buscáramos genuinamente combatir estos fenómenos sociales, podríamos tener libertad y esperanza para construir una verdadera democracia en América, lejos de engaños, necedades e intereses en venta.