Mínima réplica

Mínima réplica
Por:
  • larazon

A juzgar por algunos de los comentarios que he recibido, no fui del todo claro en mi artículo de hace unos días. A riesgo de resultar pesado, vuelvo. Mi argumento se sostenía sobre dos afirmaciones. Primera: eso que llamamos “derecho natural” es una elaboración conceptual que ha cambiado mucho a lo largo del tiempo, en su justificación, en sus definiciones y en su contenido, por cuya razón no sirve como criterio definitivo e indiscutible para nada.

La segunda afirmación: en la Constitución no hay una definición ni de matrimonio ni de familia, en ningún lugar se dice que el matrimonio consista en la unión de un hombre con una mujer.

Ambas son afirmaciones fácticas, cuya verdad puede comprobarse. No son opinables. Para probar la primera basta con hojear cualquier libro de historia de la filosofía. Para probar la segunda está el texto de la constitución. No hay que darle muchas vueltas. Ninguna, en realidad. Uno de los defectos de nuestra vida pública es la convicción, democráticamente difundida, de que todo es opinable; ante cualquier afirmación, sobre lo que sea, no faltará quien diga: eso es su dicho de usted que usted dice, o bien: ésa es su opinión y yo la respeto, pero... Pues no. No todo es discutible y no todo es opinión. Por ejemplo, en la Constitución no se define al matrimonio y eso es un hecho, no depende de la opinión de nadie. Si no admitimos la realidad como fundamento mínimo, compartido, no es posible ninguna discusión seria.

En cuanto a los comentarios, paso por alto los que son meras descalificaciones o los que se hablan sobre las creencias de los padres y el bautismo y cosas así porque no me conciernen. Y voy deprisa con un par de ellos, que se refieren a definiciones y se resuelven con el diccionario y poco más. Jorge Alfredo dice que “discrimino” a quienes se oponen a los matrimonios entre personas del mismo sexo; aclaremos: discrepo, disiento, no discrimino. No pido que se trate como inferiores a los homófobos, ni que se les prive de su derecho a casarse o adoptar niños, ni de ningún otro derecho. Disiento de su opinión, tan enérgicamente como puedo, porque me parece que es injusta, pero en ningún sentido razonable los “discrimino”. A alguien que no firma le preocupa la zoofilia; dice que no se considera trastorno mental, “de manera de que al no haber impedimento técnico-científico pueden casarse en ceremonia civil y adoptar niños”. Pues no, no es tan fácil. El matrimonio es un contrato y nuestro derecho civil sólo admite que firmen contratos seres humanos adultos, conscientes y libres, en uso de razón, capaces de manifestar su voluntad. Usted dirá si le parece bien o mal, pero es así.

En lo sustantivo, casi todos los demás comentarios, se refieren al derecho natural. Vayamos por partes. Jorge Traslosheros, y muchos con él, deliberadamente confunden “el orden natural de las cosas”, físico o biológico, y el “derecho natural”. Deslindemos. Si el referente es la naturaleza entendida como biología, resulta que las prácticas homosexuales son comunes en muchas especies y desde luego frecuentes en la especie humana: no son mayoritarias, pero tampoco son mayoritarias muchas otras, desde el ascetismo y el celibato hasta el suicidio. Y sin embargo, son posibilidades biológicamente normales, en tanto que presentes siempre. Por si hace falta, aclaro que no me parece que la biología tenga mucho que decir con respecto al orden deseable en una sociedad humana. En el orden natural de las cosas, por ejemplo, el pez grande se come al chico, y no me parece aceptable como norma de convivencia.

El derecho natural es otra cosa. Es una elaboración conceptual que ha tenido muchas versiones. Con el tiempo, ha cambiado lo que se entiende por naturaleza y lo que se entiende por derecho. Y ha cambiado lo que se considera autorizado —o exigido— por el derecho natural. La naturaleza como la imaginaba Anaximandro era muy distinta de la que pensaba Aristóteles, que era muy distinta de la que veía Tomás de Aquino, y ésta no tenía nada que ver con la de Rousseau. El de Aquino pensaba que el derecho natural podía cambiar en algunos aspectos. Hobbes creía que autorizaba la formación de un Leviatán. Stammler, ya en el siglo XX, sostenía que su contenido es variable, porque es básicamente una exigencia de justicia.

Pienso —ésta sí es una opinión— que el derecho tiene que tener como referente la justicia. Pero pienso también, la historia dice eso, que no hay un criterio único, universal y definitivo de lo que es justo.

Alguien que no firma pregunta si “dejaría a mis hijos bajo el cuidado de Michael Jackson”. Es lo que en lógica se conoce como un argumento ad hominem y como tal es irrelevante. Pero apunta al corazón de la homofobia. Imagino que el señor Jackson, que yo no conozco, será homosexual y será malvado también. Nadie dejaría a sus hijos con él. La pregunta insinúa que los homosexuales, por serlo, son malvados: ¿en serio? Si fuese así, lo único que procedería sería perseguirlos y encarcelarlos a todos. ¿En ésas estamos?

fdm