Sin suspense poco placer

Sin suspense poco placer
Por:
  • larazon

Un escritor neoyorquino que se refugia en Londres por el resto de su días. Un escritor escocés que se refugia en las islas Samoa por el resto de sus días. El primero, Henry James, el segundo, Robert Louis Stevenson. Prolíficos ambos, cuando trabaron amistad en Bornemouth, la costa sur de Inglaterra, James, de 42 años, ya había escrito Daisy Miller, y Stevenson, de 35, ya era autor de La isla del tesoro. Su correspondencia muestra la intimidad literaria que lograron, a pesar de las anchas franjas de tierra y mar que los separaron durante los diez años que duró su amistad, interrumpida por la abrupta muerte de Stevenson.

Saranac Lake, Adirondacks,

Nueva York, noviembre de 1887

Mi querido Henry James:

Tal vez le complazca saber en qué ha estado empleada nuestra familia. En el silencio de la nieve, la lámpara vespertina ha iluminado un anhelante grupo junto a la chimenea: mi madre leyendo, Fanny [su esposa], Lloyd [su hijastro] y yo como devotos oyentes, y la obra una de las mejores que he oído nunca, y su autor ha de ser alabado y honrado, y ¿cómo se imagina usted que se titula? y ¿la ha leído usted mismo alguna vez? y (estoy obligado a llegar al final de la página sin descubrir el pastel, aunque tenga que luchar con esta línea todo el verano; pues si usted no tiene que volver la hoja no hay suspense, al ser el ojo rápido en localizar los nombres propios; y sin suspense poco placer puede haber en este mundo, al menos en mi opinión) y, abreviando, su título es Roderick Hudson, ¿qué le parece? Mi querido James, tiene mucha garra y es muy sólido, y muy noble también. Hudson, la señora Hudson, Rowland. Todos de primera categoría. Rowland es un tipo espléndido, Hudson tan bueno que puede aguantar (¿conoció usted a Hudson? sospecho que sí) a la señora Hudson, su madre auténtica, un ser que raras veces se logra en la ficción.

Todos estamos muy bien y bastante animados; pero esta carta no es de mí a usted, es de un lector de R.H. al autor del mismo, y no dice nada ni tiene nada que decir sino Gracias.

Vamos a releer Casamassima [otra obra de James] como pareja adecuada. Señor, creo que éstas son su dos mejores obras, y no me importa quién se entere.

¿Puedo pedirle, la próxima vez que se imprima Roderick, que repase las páginas de los últimos capítulos y elimine “inmenso” y “tremendo”? Sencillamente se le han caído allí como si se le cayera el pañuelo; todo lo tiene que hacer es recogerlos y guardarlos, y su habitación —¿qué digo? ¡su catedral! quedará barrida y arreglada.

Soy, querido señor,

su encantado lector

Robert Louis Stevenson

P.D.: Tal vez es una punzada de sinceridad sin causa, tal vez espero que dé valor a mi alabanza de Roderick, tal vez es una explosión de lo diabólico, pero debo darle la noticia de que no puedo soportar Retrato de una dama. Lo leí todo y también lloré; pero no puedo soportar que lo haya escrito usted y le ruego que no escriba nada más de este tipo. Infra, señor: por debajo de usted; no lo puedo remediar; será su obra favorita pero a mi juicio está por debajo de usted el escribirla y de mí el leerla. Pensé que Roderick iba a ser otra cosa igual, al principio; y no puedo describir mi placer al ver que había carne y hueso y me llegaba con un semblante conmovido y humano, cuyas líneas permanecerían en mi memoria hasta el último de mis días.

R.L.S.

34 de Vere Gardens, W.

5 de diciembre [1887]

Mi querido Louis:

[…] Estoy realmente encantado de que pueda encontrar algo, en este día tardío, en esa obra en la que mi diminuta musa trató por primera vez de alargar sus piernecitas. Es un libro de una buena fe considerable pero, según creo, de limitada habilidad. Además, en cuanto mis producciones están terminadas, o al menos echadas de casa a ganarse el sustento, a mí me parecen muertas. Menguan cuando son destetadas, apartadas del seno progenitor, y sólo florecen un poco cuando absorben la leche de mis cuidados configuradores. No obstante, sus excelentes y amistosas palabras me emocionan. Tal vez me emocionan más las que dedica a Retrato, menos favorecido. Mi querido Louis, no creo que lo siga aquí; ¿por qué esta obra lo mueve a tanto desprecio, si puede soportar Roderick o cualquiera de las otras? Tal como son éstas es aquélla; y como es aquélla son éstas. A fe mía es usted injusto con ella, y me rasco perplejo la cabeza. Es sin duda una obra con gracia, ingeniosa, elaborada; con demasiadas páginas pero (creo yo) con un tema interesante y mucha vida y estilo. Todas mis obras serán quizá deplorables, pero no veo que ésta lo sea especialmente. Sin embargo tengo la impresión de que es casi vulgar defenderme, pues incluso su censura me complace y sus restricciones refrescan. Hoy mismo he recibido del señor Bain sus Memoirs y Portraits, [obra de Stevenson] y me relamo anticipadamente. Ya veo que es muy deleitable y tiene la cubierta y faz más bonita de todos sus volúmenes. Londres se está acomodando a su paso de invierno y las frías y espesas nieblas se echan sobre nosotros. Veo a Colvin [Sidney Colvin, el amigo común que los presentó] dans le monde, al cual frecuento cada vez menos. Le echo a usted de menos con muchísimo sentimiento.

Siempre muy fielmente suyo,

H. James

Tomado de: Henry James y Robert Louis Stevenson, Crónica de una amistad. Correspondencia y otros escritos, traducción de María Cóndor, Ediciones Hiperión, Madrid, 2000.