Subsidium oneris

Subsidium oneris
Por:
  • larazon

Alicia Alarcón

O como le digo yo, el atorón. Mire usted. Andamos haciendo agua. De ésa que nos mata de sed a unos pero al resto los hidrata y empanzona. Seguramente usted ha dedicado la mayor parte de su vida adulta a trabajar y a pagar impuestos.

Seguramente ha usado el sistema de salud público, el de educación, el de transporte, ha pagado cuotas en carreteras, tiene sus ahorros de vejez en alguna AFORE, paga la luz, la tenencia de su coche, acepta el gasolinazo como si fuera manda, el IVA en varios rubros y de paso, los impuestos que le quitan por su sueldo. Bien. Lo felicito. Es usted un ciudadano que aunque le duela, contribuye al desarrollo sustentable del país.

La bronca es que no hay desarrollo y mucho menos se sustenta en nada. Así que permítame darle la mala noticia. Usted es el proveedor oficial del obscuro lado del subsidio. Es como si fuera el portador de una enfermedad y al mismo tiempo de la única cura que existe. Hay cerca de mil 80 subsidios a nivel nacional. Muchos son producto de los parches de reformas públicas fallidas. De ésas que se han ido concretando a lo largo del tiempo para quedar bien, ganar elecciones, no pelearse con el de junto y de paso, echarle la hidratación al molino personal. Lo que reformationem no da, subsidium otorga.

Porque en vez de hacer un sistema de ayuda integral, efectivo y completo para cada situación humana que se presenta, aquí subsidiamos. Si nos hacemos viejitos, si no hay dinero para sembrar, si tenemos hambre, si logramos que los niños vayan a la escuela, si vamos a marchas, si llegamos temprano y nos vamos tarde, siempre estaremos subsidiados. Es más, nos podemos volver subsidiados profesionales.

Como esos que van a una marcha en la mañana a gritar por un sindicato, en la tarde a un mitin electoral de un candidato y al otro día por su despensa.Fíjese usted como paga de su bolsillo las prebendas electorales, las colgadas de la luz, las despensas, los bonos de asistencia a marchas y las derrochadoras campañas de comunicación de todo el mundo. Usted mantiene, aparte de su familia, a las rémoras del subsidio. Ésas que solamente esperan el siguiente “programa” oficial para poder colgarse de él. Así como le hacen los gringos con los cupones de las rebajas, están inscritos en todos.

Aparte, los promotores del subsidio hacen lo posible por captarlos, les sirven para cualquier fin, llenar plazas, tener votos o echar bronca. No hay manera de saber cuánto se gastan. No hay manera de evaluar cuánto nos cuesta y además, es muy difícil saber si realmente los subsidios contribuyen de alguna manera a cambiar algo. La pobreza crece. El patrimonio disminuye. La capacidad alimentaria se ha elevado un poco y de manera desigual. El problema de fondo es de crecimiento, oportunidades y desarrollo. No de parches a modo. La próxima semana se discutirá la Reforma Fiscal y ya veo a varios acariciándose el bigote y salivando con la presa. Como el Lobo con Caperucita. Calculando el bocado, digo, la recaudación.

La incapacidad de poder atender los problemas directa y eficientemente nos afecta a todos. Los impuestos son necesarios. Aunque nos duela al punto de querernos cortar la vena. Pero los subsidios no son más que el síntoma de la enfermedad: la poca o nula transparencia, la tortura adicional para los que si pagan (nos llaman cautivos, imagínese), la poca atención real a problemas sociales y la perpetua corrupción e impunidad.

De los profesionales del subsidio, mejor no hablamos. Nos los encontramos de frente, casi siempre a gritos. Y así le digo. Antes de querer salir corriendo a abrazar un árbol, piense y no pierda la esperanza de que una parte de lo que usted aporta efectivamente ayuda a sectores de la población que más lo necesitan. Por mientras y por lo menos durante cinco años más de parche. Con subsidio. Y sin albur.

aliciaalarcon2009@gmail.com

Twitter: @aliciaalarcon