Un poco de feminismo light

Un poco de feminismo light
Por:
  • larazon

Alicia Alarcón

Llegar a Nueva York (y más a altas horas de la noche) siempre es parecido a un deporte extremo. Las filas eternas en migración ponen a prueba la resistencia de cualquiera y la lucha por un taxi para salir del aeropuerto se convierte en un asunto de supervivencia. Hay taxistas aprovechados como en México. Para no perder la oportunidad de utilizar mi fluida mentada de madre en inglés, acabé peleándome con un taxista de esos italianos-newjersianos que te quieren forzar a subirte a su taxi (yo digo que pirata) y si no accedes te mandan a donde tu mamá está más lejos. En algún momento del sano intercambio cultural le dije que me podía subir al taxi que se me diera la gana. El me contestó en su inglés de acento muy cerrado: "No, porque eres mujer y son estúpidas, por eso".

No me lo hubiera dicho. Le dije que me parecía un mal observador y que si como consideraba que yo era de menor categoría se sentía con derecho para acosarme. Desde que me empezó a gritar daba vueltas alrededor como tigre esperando para atacar a su presa. La palabra "acoso" en Estados Unidos tiene muchas virtudes al igual que ser un arma de doble filo. Sólo basta decirla en voz fuerte para que los hombres muy machos se aterroricen y más en público. Después de eso, me dijo alguna grosería de esas que ya no tienen efecto por escucharlas tanto en las películas gringas y se fue.

En el ombligo mundial, en la capital cultural del mundo libre, todavía existen las personas que hacen menos a las mujeres, sólo por serlo. Alguien me dijo que la clave para siempre ganarles a los gringos es dejarlos seguirse. Cuando piensan que están apunto de fregarte, ataca de regreso. A veces creo que las mujeres hemos abusado del consejo en otros ámbitos de la vida, volviendo locos a los hombres hasta que por cansancio nos den la victoria. Por supuesto que hemos peleado nuestros derechos como ciudadanas, como dueñas de nuestro cuerpo y de nuestra voluntad, que no hemos tenido gracias a siglos de represión. Hemos luchado por más espacios donde se ejerce el poder. Hasta inventamos esa jalada de la cuota de género. Se que muchas de mis amigas feministas están a punto de matarme por escribir eso. ¿Pero de verdad queremos a alguien incapaz de llevar al cabo una tarea importante sólo porque sea mujer y no porque se debería ganar ese espacio?

Bueno. No importa en realidad en este momento. Jamás nos pondremos de acuerdo en la idea. Pertenezco a la "maldita" Generación X que ha tenido que luchar por otras cosas. Esa que a la masturbación (perdone usted) le llamaban "desviación". Y más si eras mujer. Hay que dejar que los hombres hagan lo suyito y tu a los niños y a la cocina. Si el problema no era la aplicación del demiurgo, si no la hipocresía del mismo. Aprendimos del SIDA como si fuera pecado. Y nos enseñaron que había que trabajar para vivir. Trabajar duro. Que si no te casabas rapidito, tenías que estudiar el doble. O de plano eras muy feita como para agarrar buen partido. Así hablaban las abuelas y las mamás de la generación W.

La generación W no existe para los críticos pop porque no hizo mucha la diferencia. Es la que leía de rebote acerca de la Liga de las Mujeres de Boston o las marchas feministas y les decían "macuanas". Las que se aguantaban malos modos, desprecios y un trato excluyente. En México, se cansaron de decirnos que calladita te veías (y todavía) más bonita. Pregúntenle al taxista aquel si perdí mi arrolladora belleza en algún momento antes de que saliera corriendo espantado, porque ésta mexicana lo puso en su lugar. Por bocón, no por ser hombre. El sexo no hace la diferencia. Bueno si. A veces. No de ese sexo pues. Pero no debería. Nunca.

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