Un rompecabezas con solución

Un rompecabezas con solución
Por:
  • larazon

C.S. Lewis dijo alguna vez que compartía con los niños “un terreno común y universalmente humano”. Es por eso que atendió y contestó con dedicación las cartas que sus jóvenes lectores le escribían para aclarar algunas dudas sobre el arte de escribir, pedir algunos consejos literarios y, en especial, agradecer y comentar el mundo fantástico que creó para ellos en los siete libros de Las crónicas de Narnia.

The Kilns

Headington Quarry, Oxford

26 de junio de 1956

Gracias por tu carta del día 3. Describes muy bien tu Noche de los Prodigios. Es decir, describes muy bien el lugar y la gente, la noche y la atmósfera que se vive, pero no la cosa en sí, el engaste pero no la joya.

¡Y no tiene nada de raro! A menudo Wordsworth hace exactamente lo mismo. Su Preludio (tendrás que leerlo dentro de 10 años. No trates ahora, pues desperdiciarías un buen libro que disfrutarás plenamente más adelante) está lleno de momentos en los cuales se describe todo excepto la cosa en sí. Si llegas a ser escritora, pasarás toda tu vida tratando de describir la cosa en sí: y tendrás suerte si, entre docenas de libros, una o dos frases, y sólo por un momento, logran ser medianamente comprensibles.

[…]

Lo que de verdad importa es:

1. Trata siempre de usar el lenguaje de una manera en que quede totalmente claro lo que quieres decir, y asegúrate de que tu frase no pueda significar otra cosa.

2. Prefiere siempre la palabra simple y directa a la larga y vaga. No hagas efectivas tus promesas, sino cúmplelas.

3. Nunca uses sustantivos abstractos cuando bastaría con los concretos. Si quieres decir “murió más gente”, no digas “aumentó la mortalidad”.

4. Cuando escribas, no uses adjetivos que se limiten a decirnos cómo quieres tú que sintamos acerca de lo que describes. Es decir, en vez de contarnos que una cosa fue “aterradora”, descríbela de modo que aterre.

No digas que fue “delicioso”; haznos decir “¡qué delicioso!” cuando hayamos leído tu descripción. Mira, usar todas esas palabras (horroroso, maravilloso, abominable, exquisito) es como decir a tus lectores “Por favor, háganme mi trabajo”.

5. No uses palabras desmesuradas para el tema. No digas “infinitamente” cuando quieres decir “muy”; de lo contrario no te quedarán palabras cuando quieras relatar algo verdaderamente infinito.

Gracias por la foto. Tú y Aslan están muy bien. Espero que te guste tu nuevo hogar.

Con todo cariño,

C.S.Lewis

The Kilns

Headington Quarry, Oxford

11 de septiembre de 1959

Querida Lucía:

Lo entendiste exactamente. Una alegoría pura es como un rompecabezas con solución: una gran historia fantástica es como una flor cuyo aroma te recuerda algo que no puedes situar con precisión. Creo que ese algo es “la cabal esencia de la vida que vivimos realmente”. Puedes leer una obra realista en la que todas las cosas y las personas sean exactamente como las conocemos en la vida real, pero su esencia, su sentido, su textura o aroma, no lo es. En una epopeya es justo lo contrario. Jamás he conocido a los Orcos o Entos o Elfos [habitantes de Tierra-Intermedia (Middle-Earth) en la fantasía de El señor de los anillos, de Tolkien], pero lo que me hacen sentir, la percepción de un pasado grandioso, de un peligro amenazador, de tareas heroicas llevadas a cabo por la gente aparentemente menos heroica, la sensación de distancia, de amplitud, de novedad, de nostalgia (todo entremezclado), es exactamente lo que la vida representa para mí. Especialmente esa condición abrumadora que tienen los lugares más hermosos, como Lothlorien [bosque de la Tierra-Intermedia de El señor de los anillos]. Y es tan semejante a la verdadera historia del mundo: “Entonces, como ahora, había una creciente oscuridad y las grandes proezas que se realizaron no fueron enteramente en vano”. Te darás cuenta de que no hay ni optimismo (ésta es la última guerra y después todo será perfecto para siempre) ni pesimismo (ésta es la última guerra y acabará con toda la civilización). No. La oscuridad vuelve una y otra vez y jamás es totalmente triunfante ni totalmente derrotada.

Te saluda,

C.S.Lewis

Colegio Magdalene, Cambridge

6 de diciembre de 1960

Querida Meredith:

1. ¿Por qué me hice escritor? Principalmente, creo, porque mi torpeza o mis dedos me impidieron hacer otra clase de cosas.

2. ¿Qué “inspira” mis libros? Francamente, no lo sé. ¿Alguien sabe de dónde viene exactamente una idea? Para mí toda la fábula comienza con imágenes en mi cabeza. Pero de dónde vienen las imágenes, no te lo podría decir.

3. ¿Cuál de mis libros juzgo más “representacional”? ¿Quieres decir (a) más representativo, más típico, más característico, o (b) más lleno de “representaciones”, como por ejemplo, de imágenes? Pero, cualquiera sea tu idea, seguramente no es una pregunta que pueda responder yo, sino mis lectores. ¿O quieres decir simplemente cuál me gusta más? En ese caso, la respuesta sería Hasta que tengamos caras y Perelandra.

4. Tengo, como de costumbre, docenas de “esquemas” de libros, pero no sé cuál, si es que escribo alguno, saldrá a la luz. Muy a menudo un libro mío se escribe cuando, ordenando un cajón, me topo con las notas de algún esquema que he rechazado hace años, y que ahora me doy cuenta de que puedo hacerlo, después de todo. ¡Esto, ya ves, dificulta mucho las predicciones!

5. Me entretiene mucho más escribir obras de ficción que cualquier otra cosa. ¿A quién no?

Buena suerte con tu “proyecto”.

Te saluda,

C.S.Lewis

Tomado de: Cartas de C. S. Lewis a los niños, (edición de Lyle W. Dorsett y Marjorie Lamp Mead, prólogo de Douglas H. Gresham, traducción de María Rosa Duhart Silva), Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1995.