Una tiranía de pocos

Una tiranía de pocos
Por:
  • rafaelr-columnista

En los últimos años el historiador de la Universidad de Yale, Timothy Snyder, ha reivindicado el uso del sentido clásico de la palabra “tiranía”, para referirse a los nuevos autoritarismos del siglo XXI.

A diferencia de Carl Friedrich, Hannah Arendt o Leo Strauss, a mediados del siglo XX, o de Giovanni Sartori, Juan Linz o Alfred Stepan, a fines de esa misma centuria, Snyder sostiene que podemos llamar tiranías a gobiernos autocráticos, basados en un conjunto de normas democráticas manipuladas por un líder o un partido. La clave de esos regímenes es la conducción autoritaria de la institucionalidad democrática.

Uno de los casos emblemáticos de las nuevas tiranías del siglo XXI es la Venezuela de Nicolás Maduro. En ese país acaban de celebrarse elecciones presidenciales, convocadas por una autoridad electoral leal al gobierno y avaladas por un poder legislativo constituyente perpetuo y por un poder judicial subordinado al ejecutivo. El resultado fue que de más de 20 millones de empadronados en el censo, cerca de 9 millones de electores participaron en los comicios y Maduro resultó electo por unos 6 millones.

Esto significa que quienes eligieron a Maduro representan poco más del 25% del electorado. Una base social, que comparada con la de Hugo Chávez, ha perdido entre una tercera parte y una mitad de su apoyo, en sólo cinco años. A lo que habría que agregar que estamos en presencia de unas elecciones presidenciales bajo constantes facultades extraordinarias del presidente, con una Asamblea Constituyente que usurpa las funciones del parlamento legítimo, con una represión sistemática de la oposición pacífica y con un control rígido de la esfera pública.

Las cifras obligan a revisar los orígenes de la llamada “Revolución Bolivariana”. Recordemos que aquel proceso, hace dos décadas, fue resultado de una amplia reacción popular contra un régimen político, el de la llamada Cuarta República, resultado del pacto de Punto Fijo de 1958, que puso fin a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y que en treinta años fue anquilosándose como una democracia de escasa representatividad social. El último presidente de la Cuarta República, Rafael Caldera, ganó la presidencia con 39% de abstención, cinco puntos menos que la abstención actual.

Dos décadas después de la irrupción del chavismo en la vida política venezolana, la democracia se ha restringido socialmente, en ese país, de un modo mucho más dramático. Dejemos a un lado, por el momento, el saldo trágico de la emigración, el hambre, la pobreza y la represión. Tan sólo cotejando los datos de la participación política, es evidente que aquella democracia, que con todos sus defectos permitió el arribo de Hugo Chávez al palacio de Miraflores, es hoy una tiranía de pocos. El caso venezolano, como el nicaragüense, demuestra que la izquierda autoritaria es muy hábil para hacerse del poder por medios democráticos, pero incapaz de retenerlo sin violar derechos humanos elementales.