Ustedes los Cárdenas

Ustedes los Cárdenas
Por:
  • larazon

Alicia Alarcón

Se sentaba a cenar en la mesa con su esposa y su hijo. Doña Amalita en contra esquina y el pequeño a su lado. Así como en las películas antiguas que enseñan una mesota y los comensales en cada extremo. La señora sonaba una campanita y el servicio corría a atender al señor Presidente. Héroe de muchas batallas —la mayoría sin armas—, Tata Lázaro criaba a su hijo como heredero, tanto de su ideología, de sus valores, como de su propia lucha y apostaba su apellido para seguir dando satisfacciones al país. Doña Amalia seguramente lo veía con más amor y ternura. Sabía que los hombros de este chamaco pesarían mucho en el futuro por tanta “herencia” forzosa.

Debe ser terrible ser hijo de un prócer de la patria. Haber visto a las personas más humildes llegar descalzas, pero con su cochinito de barro en las manos, repleto de morralla para pagar la deuda. Lejos está aquel 1938 cuando todo el país se unió para recuperar la renta petrolera. Sin embargo, no muy lejos están aquellos tiempos en los cuales el apellido Cárdenas mantenía la autoridad, no solamente moral, sino casi reverencial entre la gente izquierdosa.

Tres generaciones de gobernantes de la misma familia —algo que los mismos George(s) Bush(es) deberían envidiar— viviendo de la renta petrolera. Y no hablamos solamente del dinero. Por lo menos desde hace tres décadas (que se dicen muy fácil, pero usted querido lector, ¿en dónde estaba hace 30 años?) mantenemos este nivel de estancamiento en México. A partir de la primera gran crisis de los ochenta (a las que se suman otras, porque somos conocidos por hacer de las cosas malas, peores) hemos tenido sólo algunos años de crecimiento mediocre, insuficiente y precario. No existen las condiciones mínimas de bienestar (sólo para unos cuantos) y tampoco podemos vivir de nuestras “rentas”.

Porque nos destacamos por ser un país rentista. Por ser ciudadanos rentistas. Por ser políticos rentistas. Por sacarle raja a todo. Por no promover el crear valor. Por aferrarnos a un modelo de negocio nada más. Por flojonazos. Por el “ahí se va”. Porque mientras su “renta” (económica, moral, dietas legislativas, de nómina con aviación) no se pierda.

Prefieren mantener su condición, lo cual es lo más sencillo y cómodo, así se garantiza que esa extracción de renta, sea permanente e intocable. Pero con eso evitan a toda costa que México se transforme y tenga la oportunidad de generar riqueza para todos.

No se cambia un país en automático solamente por ser hijo o nieto de un ex presidente. La renta eterna que reciben no les da derecho de paso como si de la realeza se tratara. Les da derecho a la congruencia, a la honorabilidad y si lo han escogido, al trabajo por su país. No se puede conseguir ser el primer Jefe de Gobierno y botarlo todo después por aspirar a la grande, dejando a la ciudad a merced de un partido ansioso de poder. No se puede ser gobernador de un estado y amparar el crecimiento del crímen por las prebendas prometidas a su partido. No se puede ser experto en petróleo solamente por herencia.

El título de líder moral lo dice todo. Y el título de hijo del líder moral también. Ahora que el título de ex líder moral ha vuelto a ser líder moral —que ya no es amigo del que era el líder moral que ya no es pero sigue siendo aunque en otro partido (por negocio y no por herencia) dice más todavía. La historia de México, tan manipulada (y de las faltas de ortografía ni hablamos) nos dice que el Tata expropió el petróleo para entregarlo a los gringos, que cedieron con tal de que no lo vendiera a los nazis, pero se les indemnizó con el cochinito aquél. Desde entonces los gringos nos lo refinan y nos lo venden de regreso como gasolina. Total, sólo es cuestión de leer la letra chiquita. Y si no le entienden hacen berrinche. Como buenos lacayos. Y por supuesto, como todo buen príncipe heredero.

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