La poesía y el exilio, según Ida Vitale

La poesía y el exilio, según Ida Vitale
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  • la_razon_online

Autora de los poemarios La luz de esta memoria (1949), Oidor andante (1972), Reducción del infinito (2002), la también traductora y ensayista Ida Vitale (Montevideo, 1923) ganó el mes pasado tanto el Premio Internacional Alfonso Reyes (México), como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (España).

El crítico Emir Rodríguez Monegal ubicó a Vitale como parte de la Generación del 45 de autores uruguayos. En 1974 se refugió en México, donde vivió durante una década. Actualmente es profesora en la Universidad de Austin, Texas, donde reside desde 1990.

¿No le provoca una sensación de irrealidad recibir dos premios juntos?

Totalmente. Cuando hablaron del Reina Sofía pensé que alguien se había confundido, sobre todo porque llamaron a las seis de la mañana.

¿Ya hay fechas para las entregas de esos premios?

Lo del Reina Sofía será en noviembre, pero del Alfonso Reyes no me han dicho ni pío (ríe).

¿Cómo encontró su propia voz en la poesía?

Supongo que luego de mucho leer, y de borrar cuando escribía.

¿Tiene razón Pessoa cuando dice que el poeta es un fingidor?

Con algunos colegas, sí.

¿Es fan de Sor Juana?

¡Claro! Santa Teresa también tenía lo suyo.

¿El exilio impone un sello a la creación?

El exilio implica un cambio en la vida, y eso provoca un cambio en lo que se escribe. De alguna manera se responde al ambiente que nos rodea, en eso somos bastante animales.

En su poema “Exilios” usted dice: “Están aquí y allá: de paso / en ningún lado”. ¿Aún se siente de paso?

Todos estamos de paso por la tierra, pero siempre vas acompañado de alguien o de algo.

¿Cómo logró zafarse del imán que atrapa a los fuereños que llegan a la Ciudad de México?

Lo que pasó fue que se habían ido los militares de Uruguay, así que había una cierta obligación de volver a lo que se suponía que era el mundo de uno. Cuando hay militares de por medio, todo cambia; desde los nombres de las calles hasta el espíritu de la gente. Uruguay era un país de gente tranquila, sin demasiados odios, algo bueno para vivir. Pero después vino el desastre, las posiciones contrarias, la historia modificada.

¿Montevideo es la capital de la nostalgia?

Todo Uruguay es un país de aluvión. Los que no tenían antepasados italianos, los tenían españoles, judíos, alemanes, franceses. Nosotros fuimos primero una colonia española, luego portuguesa, y hubo un intento de colonia francesa. La historia de América es el reflejo de las codicias europeas. Puede ocurrir que en los descendientes haya una nostalgia, sí. Yo soy italiana por tres costados, menos por uno, de una abuela criolla. Cuando yo descubrí el italiano, me pareció cómico, pero luego lo estudié en Italia, me encantó y me reencontré con esa raíz.

¿Trató mucho a Onetti?

Era muy amigo de la casa, aunque una vez nos peleamos porque él iba a publicar un libro como inédito y yo le dije que eso no era nada nuevo. Se puso furioso, me dijo que estaba loca, que él lo había encontrado en el garaje de la hermana y que lo había arreglado. Le dije que yo reconocía todo el escrito excepto algunos pasajes que le describí. Entonces se hizo un silencio en el teléfono y dijo: “Eso es lo que acabo de escribir”. Se calmó y entendió que yo no lo hacía por molestarlo. Luego encontré dónde lo había leído: en la revista Alfar. Ahí le publicaron un primer fragmento de lo que sería “Tan triste como ella”.

En otra ocasión, Onetti vio un perro que yo tenía en la playa. Cuando entró a la casa, quiso saber cómo se llamaba el animal. Le respondí que Macedonio Fernández. Entonces me miró de arriba abajo y preguntó por qué el perro no se llamaba Juan Carlos Onetti. Le dije que sería muy incómodo que coincidieran en el mundo dos Juan Carlos Onetti (ríe).

¿Le gusta la poesía sencilla como la de Jaime Sabines?

Me gusta todo lo bien hecho. Me encantaba oírlo cuando leía. Alguna vez leímos juntos por casualidad, aunque yo era una desconocida. Lo traté poco.

Con Octavio Paz hubo una relación más directa, por mi trabajo en Vuelta. En México tuve contacto con mucha gente; Fernando Benítez me invitó al Unomásuno, pero luego eso se derrumbó. Recuerdo con cariño a Huberto Batis. Con Emmanuel Carballo colaboré en El Sol de México. Mis años en México fueron muy movidos.

¿No se sentía rara en México al celebrar su cumpleaños el 2 de noviembre?

También en Uruguay se celebra ese día. Nunca me inmutó. Es una garantía que se va cumpliendo.

¿Quiere cumplir un siglo?

Espero que no, salvo que estuviera lúcida y no peor que ahora.

A los 91 años, ¿cuál es su idea de Dios?

Conmigo ha sido muy tolerante.

 

ntb