Una aproximación a Stevenson

Durante el apogeo de la pandemia, el protagonista de la novela más reciente de Guillermo Fadanelli
elige vivir en un hotel —casi desierto— de la colonia Roma. Desde ahí recorremos en su compañía
una porción de la espectral Ciudad de México, sitiada por el confinamiento, el vacío.
Al margen del miedo ambiente, la resistencia vital de algunos personajes conduce a nuevas alternativas
y formas de sobrevivencia, donde la autoridad de los mandatos que paralizan a la inmensa mayoría se desvanece.

Stevenson, inadaptado
Stevenson, inadaptado
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Stevenson, inadaptado, la más reciente novela de Guillermo Fadanelli,* se hermana con los seres circunspectos que ha cultivado en su narrativa: Riquelme (El hombre nacido en Danzig), Esteban Arévalo (El hombre mal vestido), Willy Fandelli, Frank Henestrosa (Hotel DF) y que se remontarían hasta Orlando Malacara. A la manera de un ritornello espiritual en el que la reflexión y la perorata íntima están implícitas, Fadanelli ha trabajado individualidades que se enfrentan a la sociedad capitalina con humor cáustico y perspicacia. Sin embargo, en esta ocasión no son los celos, la disquisición filosófica, los feminicidios en Tacubaya o el desdoblamiento de personalidades lo que agobia al protagonista. En este relato, que rehúye la taxonomía literaria, Mario Stevenson está inmerso en una pandemia (la del Covid-19), tal como el doctor Rieux en La peste, de Camus.

Dotado de una condición física saludable, el protagonista se rehúsa a someterse a las coacciones públicas y las razones de la mayoría. Hospedado en un hotel, Stevenson se aleja de todo para leer a Keynes, a Orwell o a Thomas Piketty, a la par que fatiga las solitarias calles de la colonia Roma. Es a partir de su mirada profunda que nosotros también somos testigos del panorama desolado: calles desiertas, negocios cerrados y unos pocos autos que transitan en la ciudad abrumada por el virus. Sin embargo, concurre con gente trabajadora, como un abarrotero, una anciana guía de turistas o Aracely, una prostituta, que no pueden quedarse en casa, porque sus mesas demandan antes el pan que los cuidados. Stevenson, a la manera de un San Francisco, entabla diálogos con el otro, silenciosamente busca que todos le regalen una experiencia única e irrepetible.

EVIDENTEMENTE, A STEVENSON se le puede relacionar con aquel inadaptado que fraguara Albert Camus en El extranjero (1942), Meursault, y que fuera juzgado por no llorar en las exequias de su propia madre. Mario Stevenson, al igual que Meursault, se sitúa al margen de las emociones y sentires de la parvada humana. No por afán de individualismo, ni por una superioridad moral (tan vigente en estos tiempos), sino por una suerte de desgarramiento emocional. A final de cuentas, las personas que quieren pensar por sí mismas se condenan a estar solas, parece decirnos Stevenson, como apunta el narrador

Las dimensiones colosales de la Ciudad de México eran resultado de una necedad de la gravedad y de una inevitable atracción de los cuerpos, pero eso a Stevenson no le importaba porque la ciudad carecía de conciencia y desgraciadamente él sí tenía una. Y poseer una maldita conciencia requería mucho esfuerzo... (pp. 19-20).

Guillermo Fadanelli ha trabajado individualidades que se enfrentan a la sociedad con humor y perspicacia... en este relato, Mario Stevenson está inmerso en una pandemia

Si bien es cierto que el personaje es hermano espiritual de Malacara y Fandelli, goza de una familia extendida entre Juan Pablo Castel (El túnel, de Sabato), Mathieu Delarue (La edad de la razón, de Sartre) y, muy en especial, con Bartleby, aquel taciturno copista que creara Herman Melville. Tal como Stevenson, que lleva libros a su habitación y que se ha hecho cargo él mismo de su mantenimiento, Bartleby misteriosamente guarda unas monedas y se desenvuelve en aquella oficina con la bizarra consigna de no obedecer. Mario Stevenson podría haber dado una respuesta similar ante la propuesta de informarse del Covid-19: preferiría no hacerlo. No obstante, entre mayor es la renuencia de Stevenson a encontrarse con el virus, más se topa con éste. La paradoja del fugitivo, saber que nunca podrá librarse de la persecución que lleva en su cabeza.

Salta a la vista la amplitud lingüística que presenta, una prosa laboriosamente contenida que parecería a punto de dar un alarido. Sin ser en desdoro de otros de sus libros, pues Fadanelli cuenta con algunos ya clásicos, Stevenson, inadaptado es uno de los más trabajados y ambiciosos en expresión verbal. Me vienen a la mente estas líneas:

Mario no deseaba saber más del reputado y sanguinario virus, quería ausentarse de todo lo que sucediera en el avispero de las redes sociales, en la almadraba tecnológica, en el parloteo interminable entre desconocidos, mas no podría hacerlo, ya que, a su alrededor, la presencia del virus se dejaba sentir. No el virus en sí, del que existían varias interpretaciones, sino de sus efectos en plena calle y en cada movimiento humano. Se danzaba una coreografía cadavérica: la distancia entre sí que debían respetar los bultos humanos y que habían sido impuestas por las instituciones de salud, la forma correcta de estornudar, el volumen de voz, el contacto humano, el temor al apretón de manos, el número de invitados a una reunión, la esperanza por la vacuna redentora; una espléndida danza universal que invocaba el advenimiento de un nuevo sol, un canto de vida (p. 82).

En esta obra, la visión urbana, underground, que ha propuesto el autor para llevarnos a mundos clandestinos, y en ocasiones abyectos, nos brinda la perspectiva de cómo se vive al margen de los privilegios durante la pandemia del Covid-19. Conjuntando una perspectiva a contrapelo y un lenguaje preciso, Stevenson va a hurtadillas por mundos alternativos, que están ahí, ante nosotros, pero que no vemos por la búsqueda de la eficiencia y la miopía, ésas a las que no se les considera enfermedades globales. 

*Guillermo Fadanelli, Stevenson, inadaptado, Literatura Random House, México, 2022.