Ave, palabras

Ojos de perra azul

Ave, palabras
Ave, palabrasCortesía de la autora
Por:

PRONUNCIO MI PRIMERA PALABRA. No es mamá ni papá, sólo un susurro caligráfico atascado entre los labios. Estoy retratada en un álbum junto a una fecha y una leyenda en manuscrito: “Hoy por fin habla”. La fotografía captura la cocina de la casa, los rayos del sol iluminan el espacio por las mañanas mientras que al oscurecer es una cueva que me da miedo, la habitan criaturas salvajes que devoran las sobras de la luz. Está repleta de sonidos, el tintineo de la cuchara en la taza, el correr del agua saliendo de la llave, el filo del cuchillo penetrando un trozo de carne, el vapor emanando de la olla. Como el resto de la casa, es un lugar lleno de formas y figuras que comienzo a reconocer, a bautizar

y a ordenar en la cabeza. En medio de la imagen aparezco de pie, descalza, solamente una blusa blanca me cubre parte del torso. Me gusta andar medio desnuda. Con la mano derecha sostengo un chupón, con la izquierda señalo hacia el frente. Quiero atrapar algún objeto no con los dedos sino con la voz, con mi abstracto y precario lenguaje. Entonces hablo. Inauguro mi vocabulario, pero sobre todo el deseo de darle mi propia interpretación a lo que me rodea. Me dicen que se llaman platos, vasos, fruta, mesa, sillas, lámparas. Yo creo que son esferas voladoras, la manzana de la bruja maldita, nubes, caramelos, casita de muñecas, soles y lunas atrapados en lo que los mayores llaman focos.

A medida que pasa el tiempo, hay cosas que no puedo nombrar como hacen los demás, y eso me atormenta.

Al hablar, siempre hay algo que se me escapa. Un excedente o resto impronunciables

¿Cómo explicar lo que me sucede a diario, cómo describir la pasión, el hartazgo, la comezón que me pica por dentro? ¿De qué forma detallar el sabor del placer o lo amargo de un rechazo? Al hablar, siempre hay algo que se me escapa. Un excedente o resto impronunciables, un significado oculto, imperceptible pero latente. Entonces escribo. Intento convertirme en letra impresa. Al teclear calmo el apetito de verbalizar, de relatar los imposibles, de reconstruir la historia a mi manera.

ABRO LA BOCA, la cierro de nuevo, está llena de hojas de papel con garabatos que trago, como aquellas bestias nocturnas que tampoco se satisfacen. Trato de decir algo que exprese algo pero me sale fuego y agua, quema, inunda por dentro. Reconfiguro el lenguaje. Me comunico a través del cuerpo y la mirada, mis traductores del mundo. Repito tu nombre por última vez.

*** ¿Quieres ser mi obvio?