Sin derecho a disentir

El corrido del eterno retorno

Sin derecho a disentir
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Advertencia: esto no es una defensa del cantante de Café Tacvba.

Hace un par de semanas las redes sociales se encendieron por un video donde se ve a Rubén Albarrán destrozar un peluche del Dr. Simi.

Esto ocurrió durante un concierto que la banda ofreció en Bruselas. De inmediato la opinión pública se lanzó en contra del cantante. El hecho se hizo eco en la prensa y lo que no debería ser noticia se convirtió en noticia y escaló a medios como El País.

Desde hace meses el público mexicano puso de moda el lanzar peluches del Dr. Simi a los artistas, tanto nacionales como extranjeros, como una muestra de cariño. Para algunos este acto ha representado un golpe maestro de publicidad. Para otros es un gesto de mal gusto. Lo que es innegable es la capacidad del mexicano para capitalizar el absurdo. Es el Dr. Simi y no Mario Bros. (o cualquier otro personaje) quien vuela en conciertos por todo el planeta. Hasta en el funeral de la reina Isabel hizo su aparición.

En poco tiempo, la devoción por la figura del Simi de peluche se ha convertido en un imponderable. Y ha alcanzado el grado de intocable. Por eso la acción cometida por Albarrán fue recibida con amargura por un gran sector de los fans del peluche. Y los ataques al cantante no se hicieron esperar. Para una gran parte de la gente es incomprensible el trato que el vocalista de Café Tacvba le propinó a la botarga a escala. Para muchos el peluche despierta un surtido rico de emociones: simpatía, humor, ternura, menos la defenestración. Sólo un monstruo podría hacerle daño a ese nuevo símbolo del orgullo nacional.

Basta cualquier suceso que repruebe la masa,
para que se desate una campaña en tu contra 

NO ESTAR DE ACUERDO con la postura de Rubén Albarrán es válido. Lo que es inadmisible es la forma en la que reaccionó el público. La gente se tomó demasiado a pecho el sacrilegio y se metió de manera personal con él. Lo que derivó en la propagación del discurso del odio. Destrozar un peluche no te hace mejor o peor persona. No importa el discurso que manejes, aunque sea el de la Pachamama, como es el caso del cantante. Destripó un peluche, no mató a un cristiano. Y si el argumento es que estos suvenires son elaborados por personas con discapacidad, ¿entonces estamos obligados a consumir McDonald’s sólo porque emplean a autistas?

Cualquiera tiene todo el derecho a que le cague el Dr. Simi. Pero no por eso vamos a pedir que lo quemen en leña verde. El problema de fondo que ha suscitado este performance ni siquiera ha sido contemplado. Y es el siguiente: en la actualidad está prohibido contradecir el pensamiento dominante. Y nadie está consciente de lo peligroso que esto resulta. Basta cualquier suceso, por anodino que sea, que repruebe la masa, para que se desate una campaña en tu contra en las redes sociales. Detrás de la aceptación forzada de la buena ondez se esconde la intolerancia y el fundamentalismo. Viva la tolerancia, hasta que te metas con mis preferencias.

Este texto no es una defensa. Trata sobre lo preocupante que en la actualidad resulta manifestar ideas opuestas al pensamiento generalizado. Hoy en día no tenemos derecho a disentir. Y si alguno lo hace, rápido es señalado y propuesto para su expulsión de la “sociedad”.

Este fenómeno se ha incrustado tanto en nuestra vida cotidiana que ya es imposible expresar tus preferencias porque de inmediato sale alguien a reprobarte. Si no escuchas reguetón eres un clasista. Si te gusta el grupo Firme eres un naco. Si no te gusta Rosalía eres un amargado. Si te gusta el rock eres un viejo pasado de moda. Si escribes columnas sobre el derecho a disentir eres un puqueque.

NO HAY CÓMO SALIR INDEMNE. En estos tiempos de efervescencia woke la intolerancia es la moneda de cambio. Hemos perdido toda proporción. Aquel que se atreva a divergir corre el riesgo de ser destruido. Estaríamos en el fondo de no ser por la burla y por el meme. Es el humor el que nos ayuda a cobrar verdadera dimensión de lo que ocurre. Todo lo que ha pasado en este asunto es para cagarse de risa. Pero hay quien se indigna y pretende polarizar a la banda.

Es increíble que todo esto se haya desatado porque a Rubén Albarrán le caga el Dr. Simi. ¿Se han preguntado si habría hecho lo mismo si le hubieran arrojado un peluche de Topo Gigio o del Mimoso Ratón?

By the way, la reciente fama mundial del Dr. Simi no me ha hecho ir a comprar en ninguna de sus farmacias o asistir a consulta en alguno de sus consultorios.