Elvis

El corrido del eterno retorno

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dice Peter Guralnick en Last Train To Memphis, la biografía de El Rey de más de 1,300 páginas, que a Elvis hay que salvarlo tanto de sus detractores como de sus fans. Y también habrá que defenderlo de Baz Luhrmann, agregaría yo.

La propuesta de Guralnick consiste en liberarlo de las ingratas servidumbres del mito, de la opresiva tiranía retrospectiva de su importancia cultural. Ubicarlo en el centro mismo de su naturaleza compleja e irreductible. Algo que no consigue Elvis, la biopic firmada por Luhrmann. Al contrario, la visión del director se entrega precisamente a lo opuesto. A la caricaturización. Presenta a su protagonista como un fenómeno de feria.

Una a una, casi todas las virtudes de El Rey son obviadas. Sorprende que no haya una sola referencia a su voz, al poder que se debe a la conexión de su música con la tierra. Pero vemos más una preocupación por lo carnavalesco que otra cosa. Esto se advierte desde el inicio, cuya estética circense parece metida con calzador (no importa que el Coronel Parker haya salido de las ferias ambulantes).

Y es precisamente la figura del Coronel Parker uno de los mayores desaciertos de la película. Que sea narrada desde el punto de vista del villano induce una distorsión en el relato. No porque muchas cosas de las que se cuenten entre ellos no hayan sucedido en la realidad, sino por una aseveración que resulta gratuita a la luz de la historia: es mentira que sin el Coronel Parker El Rey no hubiera existido.

Sabemos que la historia la narran los vencedores. Y Elvis no es un vencido. Pero esta frase sirve a los propósitos de la cinta. Que ofrece una versión reduccionista de Elvis. Lo pinta como una víctima del Coronel. Y eso dista mucho de la realidad. Bien dice Guralnick que fue una personalidad compleja, por eso no podemos disminuirlo como un simple títere del Coronel. Si Elvis llegó a ser víctima de algo, fue de sí mismo y de sus apetitos. Que no fueron pocos.

Si algo hay que entender es que él fue el primer transgresor de la historia, al sublimarse a través de su arte y escapar de la pobreza. Lo que implicó pagar un precio muy alto. El de ser también el primero en rendir culto a la autodestrucción. De hecho, fue él quien la inventó. Pero Luhrmann simplifica a Elvis al ubicarlo en una lucha entre el bien y el mal. Con el Coronel como Mephisto. Uno bastante mediocre, por cierto. La actuación de Tom Hanks resulta de lo más plana. Su desempeño es de lo más simplón. Pero era de esperarse, no tiene tablas como villano. Y un burro de planchar habría hecho mejor papel. Pero no dudemos que se gane una inmerecida nominación al Oscar.

Casi todas las virtudes del Rey son obviadas. Sorprende que no haya una referencia a su voz

CONTAR LA VIDA DE EL REY en dos horas cuarenta minutos es imposible, como tampoco puede hacerse en tres horas, lo que dura el documental The Searcher. La película de Luhrmann tiene un arranque demasiado lento. Pese a la falsa sensación que los efectos pretenden. Y sólo comienza a agarrar ritmo hasta la hora treinta, cuando toca contar la parte del regreso de El Rey con el especial de televisión. Y lo mejor de la cinta son algunos, no todos, de los momentos musicales. Pero esto se ve diezmado por la intromisión incomprensible y fuera de lugar de sampleos de hip hop sobre las canciones de Elvis. Si esto fue con el objeto de inyectarle contemporaneidad al personaje y atraer a las nuevas generaciones, fue un total desacierto. Había otra música de la época que merecía figurar.

Que lo mejor de la película sean los minutos finales habla de la fascinación de Luhrmann, y de la cultura gringa, y de todos nosotros en general, por la caída de nuestros héroes. Y es que la de El Rey fue estrepitosa. Se anunció con mucho tiempo de anticipación y mientras se cocinaba nadie hizo nada para detenerla. Y aunque alguien lo hubiera intentado es probable que no hubiera podido detenerla. Elvis llegó a un lugar adonde nadie lo podía seguir. Y no puedes comprender algo así si no has experimentado ese nivel de soledad. Y de fama.

Eso refiere Guralnick sobre Elvis. Que su vida fue heroica. Y trágica al final. Eso es lo que deberíamos recordar. Que fue un héroe de la música. Nadie ha cantado con idéntica pasión. Antes que figura del showbiz, antes que agente honorario del FBI. Y la biopic de Luhrmann no lo muestra en su completa humanidad.