Jersey

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Jersey
JerseyFoto: Cortesía del autor
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La historia es cíclica. Y la historia en Los Simpsons lo es todavía más. Así como Ayudante de Santa llegó a la familia amarilla una nochebuena, el pasado 24 de diciembre apareció Jersey.

SEMANAS ATRÁS HABÍA LEÍDO El parche caliente, de Fabián Casas. Uno de los protagonistas de la novela es un perro. De raza jersey. Un linaje que sólo existe en la ficción de Casas. Un invento del autor para explicar esta casta de espécimen único, que tiene la capacidad de desdoblarse como si de un nahual se tratara. 

El 24, mis vecinos de las Zombie Burgers prendieron el asador y bajé a tomar unas cervezas con ellos. En algún punto de la tarde se acercó un cachorro atraído por el olor de las costillas. Le dimos unos pedazos de carne pero se resistía a comer. Lucía hambriento. Diez minutos más tarde tuvo la confianza para devorarse todo. Pero rehuía todo contacto. Si te le aproximabas se ponía a temblar.          

La tarde avanzaba y el cachorro se echó a varios metros. Por mi calle pasan cientos de perros callejeros todos los días. Como racimos de una fiesta a la que uno no es convidado. Detrás de una perra en celo o simplemente como pasajeros y verdaderos dueños de la calle. Yo los observo desde mi ventana. Los escucho pelear de madrugada. Se han sorprendido con los faros de mi coche cuando están en gavilla. 

Siento una profunda admiración por ellos. Estos guerreros que se la rifan día a día para sobrevivir. Soy testigo de sus andanzas. Yo mismo he hecho los mismos pasos. He recorrido la noche sediento. He sido sorprendido también por las luces de una torreta. Y he corrido a esconderme como cualquier prófugo. Los admiro a la distancia. Me he mantenido aparte. Sin embargo, el 24 sufrí una revelación.

El cachorro echado a nuestro lado era Jersey. El perro de la novela de Casas. El perro que en la historia reencarna en un muchacho ahora había salido del libro y estaba esperándome. Mi primer impulso fue ponerlo

en resguardo. Por las fiestas, los albergues se niegan a recibir animales. Y para ello además hay que seguir un protocolo que no estaría disponible hasta el martes 26.

Lo trepé al carro y lo llevé al patio de la casa de mi hija.

Le improvisaron una cama y se quedó dormido. En sus ojos se advertía que la había pasado mal. 

Durante la cena no pude apartar mi pensamiento del perro. Acudían a mi cabeza las imágenes de la novela de Casas. Y cada vez me convencía más de que ese cachorro era aquel mismo perro. Ese animal extraviado había recorrido la geografía para postrarse en Torreón. A lo largo del 25 de diciembre vi desfilar otros perros callejeros. Demasiados. Pero ninguno me produjo la misma sensación. Ninguno era Jersey. Jersey estaba en un patio reponiéndose de los peligros de sus andanzas.

El cachorro echado a nuestro lado era Jersey.
El perro de la novela de Fabián Casas

EL 26 PASARON POR ÉL los de la veterinaria para practicarle el protocolo. A las 11 de la mañana se lo llevaron. Durante todo el día mi hija y yo lo esperamos con ansias. Tardaron muchas horas en devolverlo. A las seis de la tarde por fin apareció bañado, con las uñas cortadas, desparasitado y vacunado. Tenía miedo. Imagino que cada vez que me le acercaba, el pobre pensaba que lo iba a volver a inyectar.

Mientras íbamos subiendo en el elevador hacia el departamento, tuve la certeza de que no sería capaz de ponerlo en adopción. Y pensé en El parche caliente. Los libros traen regalos inesperados. Sin la lectura de esa novela es improbable que yo recogiera a ese cachorro.

Que ahora lleva el nombre de esa raza inventada, Jersey. Los libros me lo han dado todo. Y no me han quitado nada. Ahora una novela puso a este cachorro en mi camino. Para mí entonces es también un libro. Uno que he comenzado a leer. Con aventuras por descubrir.

Este perro es también un indio. Un raquelito. Un criollo al que darle un hogar fue posible gracias a un libro. El libro como casa. Su casa y la mía. Ser perrero es algo que estaba escrito que sucedería al entrar en contacto con el libro de Casas. Estoy seguro de que lo que me ocurrió a mí le sucederá a otras personas que lean El parche caliente. Además de ser uno de los mejores libros que he leído en los últimos años, esa novela es también un artefacto que te manda un hechizo: hay un perro en tu horizonte. El new Jersey.