MARTIN AMIS

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

MARTIN AMIS
MARTIN AMISFoto: commons.wikimedia.org
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En 2011 fui invitado al Hay Festival en Xalapa. Uno de los headliners era Martin Amis. No puedo presumir de que lo conocí, intercambiamos unas cuantas palabras solamente; lo que sí puedo presumir es que le prohibieron venir a la fiesta que organicé en mi cuarto.

Cuando me enteré de que estaría en el mismo hotel que Amis, llamé a mi amigo Pepetre, quien me introdujo en la obra del autor de Dinero. Pepetre es un gran fan de Amis y me encargó pedirle que le firmara un libro. Así que aterricé en Veracruz con un ejemplar de Campos de Londres bajo el brazo.

Una noche armé una pary en mi cuarto. Vinieron autores y editores. La música de la bocina se escuchaba por el hotel. El sonido viajó hasta el cuarto de Amis y quiso saber qué ocurría. Alguien le dijo que yo organizaba una pachanga. Y Amis quiso unirse, pero los organizadores no se lo permitieron.

Entiendo que cuidaran al invitado, pero vamos, Amis es el autor de Niños muertos, mi libro favorito de todos los que escribió, así que estaba más que curtido para cualquier escenario. Pero le dijeron que no y el pobre Martin se quedó solo en su cuarto mientras nosotros nos divertíamos. Es una pena, porque seguro habríamos sido buenos compañeros de parranda.

UN PAR DE DÍAS DESPUÉS lo vi sentado en la sala de prensa. Fui a mi cuarto por el libro y me acerqué a pedirle su firma. Había visto las fotos de las solapas de sus libros y siempre me pareció un titán, pero cuando lo tuve frente a mí descubrí que no era ningún coloso, más bien un hombre menudito. Y eso me hizo pensar en el poder de la literatura. Que su obra haya formado en mi mente la imagen de un gigante habla del inmenso poder de la palabra. La estatura de Amis para mí no es la de ese hombre chaparrito, sino la de su obra.

Aquella edición del festival estuvo llena de estrellas. Otro de los invitados de primer orden era Richard Ford.

Y para un joven autor como yo, era un lujo poder convivir con ellos. Dicen que nunca debes conocer a tus héroes. Porque vas a decepcionarte. Y en muchos casos esta regla se cumple, pero otras veces no. Amis se portó poca madre. No podría decir que su actitud era humilde, pero sí natural. A pesar de su estatus no había en él rastro alguno de mamonería.

Cuando lo tuve frente a mí descubrí que no era ningún coloso, más bien un hombre menudito

Me senté a su lado y le pedí la dedicatoria. Y comenzamos a cotorrear. No iba a mencionar nada de la fiesta, pero entré rápido en confianza y le pregunté por qué no había asistido. Me respondió que él sí quería ir, pero no se lo permitieron.

Al día siguiente volaba y ya no tuvimos oportunidad de echarnos unos tragos. Platicamos como cuarenta y cinco minutos. Siempre se mostró amable. Conmigo y con todas las personas que se acercaban a pedirle que firmara su libro. No le pedí una foto por pudor. Porque no quise incomodarlo demasiado. Estoy casi seguro de que no le habría molestado. Ahora que me entero de la noticia de su muerte me arrepiento de no haberlo hecho. Al menos la tendría para recordar ese momento que pasé con él.

SÉ QUE ERA UN TIPO DURO. En sus libros se puede apreciar. Pero lo que más resaltaba de él era su sencillez. No dudo que en alguna ocasión se haya sentido abrumado por tanta gente que se acercaba a decirle cuánto lo admiraba. Pero aquella tarde lucía de lo más relajado. A pesar de que el clima de la ciudad era de inquietud. Antes de que comenzara el festival, un cartel había arrojado unas cabezas cerca del hotel donde nos hospedaban. La guerra contra el narco tenía a Veracruz paralizado.

Antes de que me acercara ya había contestado entrevistas por más de dos horas. Pero nunca perdió la calma ni dio señales de querer irse. Al contrario, estaba bastante sereno. Respondiendo a cualquiera de los que nos acercamos a ver a la leyenda.