Tú, mi desastre

OJOS DE PERRA AZUL

Tú, mi desastre
Tú, mi desastreFoto: Cortesía de la autora
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Diez mil pies de altura, turbulencias severas durante todo el vuelo. Los movimientos bruscos me marean, sube la presión, punzadas en las sienes. La expresión en el rostro de la azafata y el mensaje del piloto me alarman. Entre las nubes, observo la turbina. Me viene el pensamiento recurrente y catastrófico: el avión va a caerse. Desprovista de paracaídas y de alas desciendo de los cielos dando piruetas en el aire hasta caer sobre el concreto. Apenas es domingo. Llego, pero no aterrizo.

EL LUNES ME LEVANTO con la pierna izquierda, se desgarra mientras hago ejercicio, quise correr más rápido, ganarle al tiempo y al reloj, cargar más peso, una mancuerna me cae en el pie, dedo roto quizás. El analgésico no quita el dolor, el músculo está inflamado, cojeo, camino mal.

A la noche siguiente se va la luz en casa. Un relámpago ilumina el jardín, un fusible se quema durante la tormenta. Se incendiará la habitación, los muebles, mis cosas, yo voy a arder en cenizas debido a la explosión inevitable. Estar en penumbras no es fácil, no tengo lámpara, la batería del celular se termina. 

Reincido, habito los límites y las fronteras de mí misma, siempre impredecibles e inestables

A la mitad de la semana, en terapia, visito el inframundo de lo inconsciente. Reincido, habito los límites y las fronteras de mí misma, siempre impredecibles e inestables. La ansiedad me sabe amarga y al tragarla son espinas, la psique agujereada, la angustia es un alarido sordo en el interior de mis entrañas. Me rizo las pestañas, se rompen de un extremo, pierdo un lente de contacto. Mi cita a ciegas resulta ser un viejo calvo, gordo y desaliñado. Su tarjeta no pasó, tuve que pagar la cuenta, compartir el taxi de regreso. Tomo un baño, se termina el agua, quedo enjabonada. Me resbalo al salir, me doy un cabezazo. La pizza nunca llega, no funciona Netflix. El viernes no fue ni sexual ni social. Abro la computadora. Varios archivos importantes desaparecieron, no hay restos, un hoyo negro del espacio virtual se los tragó. Eran cuentos inéditos, el borrador de una novela, confesiones del pasado, los mensajes secretos que nos escribimos, fotografías que nunca publiqué. Las contraseñas para recuperarlos no coinciden. No hay Internet.

NADA DE LO QUE PASÓ me asusta más que la idea de no poder dejarte, deshacerme de ti, impedir que me ruegues, de tener que aceptarte de regreso, no mandarte a otra parte, no eres tú, soy yo. Adiós para siempre y volver a empezar.

*No eres para tinta.