¿Qué es la literatura comprometida?

¿Qué es la literatura comprometida?
Por:
  • hector_ivan_gonzalez

En 1948, Jean-Paul Sartre publicó la obra ¿Qué es la literatura?1 En ella reunió seis artículos publicados previamente en la revista Les Temps Modernes, donde planteaba sus ideas a propósito de la literatura comprometida. De esta manera, Sartre rompía con la tónica de los libros de narrativa que antes había publicado, como La náusea y El muro. El punto de inflexión radica en que su discurso cambiaba a una concepción donde la escritura y la política se ligaban de manera indisociable. Antiguo maestro de filosofía y uno de los escritores que defendía el individualismo a ultranza, el autor retomaba algunas ideas respecto a la manera en que la conciencia participa del fenómeno creativo, a lo cual sumaba su concepción del existencialismo, que le permitía hablar de la postura de cualquier escritor como el resultado de la “condena a ser libre” que había trabajado previamente. Debido al cambio de perspectiva que le dio el cautiverio en un campo de concentración en Trèves, Alemania, y su participación en la Resistencia contra la invasión nazi, Sartre se alejó del individualismo y elaboró una compleja teoría de la manera en que el escritor estaba implicado en la situación política.

LA TRASCENDENCIA de ¿Qué es la literatura? a la cual hemos aludido produjo una respuesta superficial por parte de algunos escritores, quienes argumentaban que el autor no debía comprometerse puesto que escribía para sí mismo; algunos entendían la escritura como la entrega de un mensaje personal y otros se limitaban a decir que la poesía no debía comprometerse porque produciría un arte similar al del Partido Comunista.2 Sartre retomó la idea de que la poesía no era un sistema en que la palabra buscara una función denotativa, como sí sucedía en la prosa, por lo cual consideraba un despropósito comprometerla.3 La poesía, como la música, no buscaba crear referencias con el mundo exterior, sino “ensamblajes particulares que fueran elementos en sí mismos”, según Sartre.

También argumentó que el fenómeno literario radica en una “creación dirigida” que se debe al encuentro de dos libertades: la del escritor, a quien nadie obliga a optar por la escritura como medio de expresión, y la del lector, quien elige el libro pertinente para cumplir un proceso que radica en una propuesta precisa: “Cada libro propone una liberación concreta a partir de una alienación particular”.4 Debido a esta explicación, que va desde el origen del fenómeno literario, Sartre construyó una teoría ambiciosa sobre cómo es que el escritor compromete su libertad y la de su lector en este ejercicio voluntario. El autor quiere que el lector se comprometa, pero que ese compromiso sea un acto de libertad. De tal suerte, el ejercicio no puede librarse de uno de los elementos constitutivos de la literatura: la cuestión de tratar los asuntos y las situaciones del ser humano.

Para Sartre, la literatura es un espacio donde la conciencia es estimulada de una manera estética. Precisamente en este factor de la literatura radica su carácter de transmisora de sensaciones, emociones y experiencias complejas, y no sólo como un factor de belleza o manierismo. A este fenómeno literario, Sartre lo comparaba con el funcionamiento de un “extraño trompo” que no funciona si no está en movimiento; por esta causa describía al fenómeno literario como un ejercicio al que hay que entrar “de súbito” (d’emblée): “Nada está hecho si el lector no se introduce de súbito y casi sin guía a la altura de ese silencio”.5

Concluía que el fenómeno literario se potencia con la búsqueda de nuevas formas narrativas, pues la literatura necesita una actualización constante ya que los fenómenos que vive cada individuo no pueden transmitirse desde una perspectiva arcaica o rebasada. Esto implica que la literatura comprometida representa una revitalización de los temas, situaciones y técnicas narrativas: que cada época tenga nuevos recursos para dialogar con su presente.

[caption id="attachment_812425" align="alignnone" width="696"] El escritor y filósofo francés, en 1948. Foto: franceculture.fr[/caption]

CON LOS AÑOS, se ha querido tergiversar lo que Sartre escribió. Para abundar en la vigencia de la literatura comprometida, vale la pena recordar que los novelistas David Grossman y Mario Vargas Llosa discutieron acerca de “La responsabilidad del escritor” en El País, mayo de 2014.6 En ese diálogo, Vargas Llosa se negó a abordar o, al menos, referir la complejidad de las tesis de Sartre y las simplificó así:

Cuando yo era estudiante universitario, las ideas que tenían más arraigo en América Latina yo creo que venían de Francia y venían de pensadores, ensayistas, como Sartre, como Camus, y quizá para un joven que descubría una vocación literaria las ideas que más podían acercarlo eran las teorías de Sartre, sobre todo las que desarrolló en ese libro que se llama Situations II, creo que se tradujo en español como ¿Qué es la literatura? Es un libro que yo leí con una enorme pasión y que para mí fue enormemente útil; ¿qué es lo que decía Sartre de la literatura y la vocación literaria en ese tiempo? Nos decía que la literatura no era una actividad gratuita, que las palabras eran actos y que las palabras que un escritor escogía para poner en sus historias o en sus obras de teatro o ensayos, repercutían inevitablemente en la vida y dejaban en ella una huella, producían cambios y que eso significaba que el escritor tenía una responsabilidad, tenía una gran responsabilidad al usar las palabras, escribir y dirigirse a un público y que no debía actuar irresponsablemente ni frívolamente como lo habrían hecho algunos escritores del pasado o del presente, pensando que el papel aguanta todo y que se puede escribir sin ningún sentido de la responsabilidad cívica, histórica, moral, cultural que tiene la palabra escrita. Sartre nos decía que esto significaba que escribiendo uno podía también cambiar el mundo, que era una manera de actuar que influía sobre la realidad y permitía enmendarla, corregirla, mejorarla o empeorarla.

En los asertos del Premio Nobel de Literatura 2010 vemos cómo dejó fuera la noción de que la poesía no debía comprometerse. No habló de la literatura como “una liberación concreta a partir de una alienación particular”, ni de cómo el escritor crea a través de la libertad para encontrarse con la libertad de su lector. Así, lo que dijo Sartre sobre el compromiso del escritor permanece como un referente, se esté o no de acuerdo con él, pues el compromiso se vuelve imperativo cuando las directrices políticas parecen trastabillar.

ASISMISMO, EL ESCRITOR Javier Cercas publicó el ensayo “El hombre que dice no”, donde aborda la literatura comprometida de manera banal y cita a Franz Kafka para atacar a Sartre, aun cuando Kafka es mencionado en ¿Qué es la literatura? como un modelo de literatura comprometida:

En lo que sigue abordaré un asunto terriblemente pasado de moda; tan pasado de moda que, en realidad, ni siquiera sé muy bien cómo formularlo: “la responsabilidad del escritor” suena pomposo, aunque no más que “la vigencia de la figura del intelectual”; “el compromiso del escritor” o la “literatura comprometida” suena antediluviano. De hecho, todas esas expresiones empezaban ya a sonar pomposas y antediluvianas hace treinta y cinco años, cuando yo cumplía dieciocho y, justo a la semana siguiente, moría en su casa de la calle Edgar-Quinet, en el barrio de Montparnasse de París, Jean-Paul Sartre, quizá el gran intelectual francés del siglo XX y sin duda la encarnación perfecta del escritor comprometido. Para mí, sin embargo, Sartre era por entonces lo contrario de un escritor, o por lo menos lo contrario del escritor que yo hubiese querido ser.7

Es importante discutir la contradicción: si las propuestas de Sartre en ¿Qué es la literatura? no tuvieran vigencia en la actualidad, autores como Cercas o Vargas Llosa no se sentirían obligados a debatirlas. Por esa razón considero un problema vigente continuar la discusión de lo que realmente señaló Sartre, y la manera en que lo han querido simplificar.

Por su parte, Sartre mantuvo coherencia a partir de los conceptos vertidos en libros como El ser y la nada, ¿Qué es la literatura?, Lo imaginario y en la serie de novelas Los caminos de la libertad. Así logró una congruencia relevante en su filosofía y sobre todo en su literatura. Sartre focalizó su crítica a la figura del escritor francés, ya que consideraba que la lengua gala se había quedado congelada en una época anterior, pues no había escapado de ser el recipiente de los modos de la burguesía del siglo XVIII. Veía en la postura de los autores franceses una suerte de evasión de su propio contexto, de su propia época, a pesar de que durante la ocupación nazi quedó demostrado que la nacionalidad era determinante para salvar la vida. En ese sentido, erigió una crítica sobre la figura de la llamada universalidad: “universal quiere decir que no está comprometido con nada”. De tal manera, tendencias como el nouveau roman (nueva novela francesa) o la literatura de los escritores rusos eran descartadas por Sartre para formular esa respuesta urgente a la crisis política y la amenaza estalinista.

[caption id="attachment_812424" align="alignnone" width="945"] Ernest Hemingway y Wlliam Faulkner. Foto: Especial[/caption]

En cambio, asumía que los escritores norteamericanos que habían surgido en la primera mitad del siglo XX representaban el compromiso literario por antonomasia:

En cuanto a los americanos, no es por su crueldad ni por su pesimismo que nos han conmovido: hemos reconocido en ellos hombres desbordados, perdidos en un continente muy grande como lo estábamos en la Historia y que intentaban, sin tradición, con los recursos de los extremos, entregar su estupor y su abandono en medio de los eventos incomprensibles. El éxito de Faulkner, de Hemingway, de Dos Passos, no fue el efecto del esnob, o al menos, no al inicio; fue el reflejo de la defensa de una literatura que, sintiéndose amenazada porque sus técnicas y sus mitos ya no iban a permitirle enfrentar la situación histórica, se apropió de métodos extranjeros para poder cumplir su función en nuevas coyunturas. De esta forma, en el mismo momento que afrontábamos al público, las circunstancias nos imponían romper con nuestros predecesores: ellos habían optado por el idealismo literario y nos presentaban los eventos a través de una subjetividad privilegiada; para nosotros, el relativismo histórico, presentando la equivalencia a priori de todas las subjetividades, daba al evento viviente todo su valor y nos llevaba, en literatura, por el subjetivismo absoluto, al realismo dramático.8

De tal manera, Sartre consideraba que en los escritores estadunidenses de la generación perdida había esa propuesta técnica que revolucionaba lo que se entendía por literario. Simultáneamente, ofrecía una perspectiva crítica de lo que pasaba en un país donde las diferentes posturas políticas se encontraban en pugna: el imperialismo de los halcones, el colonialismo de los seguidores de la doctrina Monroe, el esclavismo, la obsesión por la especulación bursátil y, en contraposición, la libertad, la abolición de la esclavitud, la democracia y un creciente anticapitalismo. Todo esto había sido tratado cabalmente por los autores antes mencionados. En la idea de Faulkner de que el pasado aún no había

pasado, Sartre observa una noción loable, fundamental para su trilogía Los caminos de la libertad.

Esta perspectiva esclarecía cualquier malentendido acerca de que Sartre planteara convertir la literatura al modo del realismo socialista. Su perspectiva era opuesta a que el arte debía supeditarse al partido comunista o al régimen estalinista; para él, la literatura debía ser una exploración que se actualizara constantemente y que implicara la libertad del lector. El escritor no podía convocar lo más legítimo del hombre, la libertad, para crear mayor sujeción. La libertad personal surge como respaldo de la libertad de los otros.

Notas

1 Jean-Paul Sartre, Qu’est-ce que la littérature?, Gallimard, Folio, París, 1948.

2 Sartre, op. cit., p. 11.

3 Sartre, op. cit., p. 18-20.

4 Sartre, op. cit., p. 78.

5 En Sartre, op. cit., p. 51.

6 “La responsabilidad del escritor”, El País, 31 de mayo de 2014 (versión revisada el 15 de enero de 2017, http://bit.ly/1LhzlmE).

7 “El hombre que dice no”, en Letras libres, 16 de diciembre de 2015 (sitio web de la revista, versión revisada 15 de enero de 2017, http://bit.ly/2iFZurE).

8 Sartre, op. cit., pp. 227-228 (traducción mía).