"Revive, Santo!"

El carnaval y la fiesta son rituales que dan cuerda al mundo. En cada lugar tienen formas distintas. En México, una de ellas es la lucha libre: ese espectáculo entre violento y teatral que fascina por sus colores y heroísmo sobre el ring. En esta crónica de Jorge Martínez, con fotografías de Natalia Solís, somos partícipes de un show en la Arena Olímpico Laguna de Torreón, estelarizado por el hijo del más grande de la lucha libre de este país: El Santo. Por la euforia compartida podemos creer en los héroes: somos "niñxs en ese momento"

El hijo del Santo en el ring
El hijo del Santo en el ringFoto: Natalia Solís
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Pleno verano lagunero. Natalia me describe las fotografías de Lourdes Grobet mientras hojea una revista de lucha libre en el asiento del copiloto; explica encuadres, planos, tomas. Se entretiene con la memoria gráfica de las arenas en México. En el rojo de cada semáforo me pide identificar máscaras. Está inquieta. Mientras conduzco por un atajo que cruza la Comarca Lagunera desde el sur de Torreón hasta el centro de Gómez Palacio, las manos me sudan, el parabrisas se me llena de visiones de la infancia, escucho con atención la foto que ella describe en el impasible calorón de agosto: 

—Es una arena gigante, ¿será la Coliseo? Qué blanco es el ring, un luchador enmascarado está de pie al centro, casi como un fantasma, sólo lo rodean las cuerdas y el neón de las lámparas, el público es un espectro, todo está muy oscuro, la toma es alta, desde las gradas, mira el encuadre: qué gran foto, perdón, sí, te la describo, qué ojo…

BLUE DEMON ES el enmascarado que está en el centro de un ring fantasmal y, páginas más adelante, aparecen las incógnitas de Huracán Ramírez, Atlantis, Tinieblas, Rayo de Jalisco, Octagón, La Parka, Místico… Natalia quiere saber el nombre de todos, es su primera función de lucha libre y en la presentación estelar se enfrentan Hijo del Santo vs. Hijo de Fishman, 21:15 horas, en el encordado de la Arena Olímpico Laguna, esquina de Mina y Ocampo, Gómez Palacio, Durango. 

Natalia toma una foto. El Santo adopta la posición eterna del muñequito de plástico, su máscara brilla en el lente de la cámara y yo me lo quiero meter en la bolsa del pantalón, con esos juguetes que no he olvidado 

La última vez que vi al Enmascarado de Plata estaba en la secundaria, hace más de quince años, y aún no conocía a Natalia. Desde entonces, ella vio muchas películas de El Santo y yo asistí a demasiadas funciones de lucha libre. Esta tarde conseguimos boletos para la convivencia previa, una hora antes del evento, para saludarlo, tomarnos una foto con él y, si tenemos suerte, hacernos con algún souvenir firmado. Nos sentimos como niñas que van a conocer a Santo Clós, la misma emoción y el nervio de quien está a punto de saludar a un ídolo de la infancia, corroborar su existencia fuera de la fantasía: 

—Señor Santo, usted es mi superhéroe favorito —le digo al hijo de la leyenda. Le confieso que lo veía luchar en la tele, en las películas y en mi imaginación de niño cuando jugaba con las miniaturas de poliuretano que me compraba mi papá afuera de la arena. 

Ring de Lucha Libre
Ring de Lucha LibreFoto: Natalia Solís

El Hijo del Santo firma en mi cuaderno: “Para Jorgito y su papá”. Dibuja con destreza una máscara clásica debajo de su alias, como si su mano estuviera perfectamente adiestrada en la calistenia y el dibujo técnico. Natalia nos toma una foto. El Santo adopta la posición eterna del muñequito de plástico, su máscara brilla en el lente de la cámara y yo me lo quiero meter en la bolsa del pantalón, para ponerlo con esos juguetes que no he olvidado. 

—Su papá venció hace poco a las momias de Guanajuato en mi televisión, señor Santo, iba con Blue Demon y Mil Máscaras —dijo Natalia, con la misma cara colorada que tiene en la fotografía mal encuadrada que les tomé. 

RODOLFO GUZMÁN HUERTA nació el 23 de septiembre de 1915 en Tulancingo, Hidalgo, y murió en 1984 en la capital. Luchó primero como Rudy Guzmán y luego como Murciélago II; el 26 de julio de 1942 debutó como El Santo en la antigua Arena México. Siguieron más de quince máscaras y veinte cabelleras, títulos, campeonatos, miles de combates y decenas de películas. El Enmascarado de Plata nunca perdió la incógnita, ni siquiera sus hijos sabían que él era el aclamado luchador que enardecía arenas e idolatraban millones en el mundo. Un héroe de carne y hueso que cuando bajaba del ring o acababa una película, escondía su máscara en el clóset. 

—¿Crees que salga con capa? —me pregunta Natalia durante la tercera lucha de la función. Lady Shadow y Piel Canela se acaban de bajar del entarimado, donde ahora se enfrentan Hijo del Soberano, Gran Jefe IV y Psycho vs. Clásico, Asombro y Zafiro Jr. 

En “Diamante Roto”, tercer sencillo de Súper Terror, último sello discográfico de la banda platense Él mató a un policía motorizado, Santiago Barrionuevo canta la historia de un amor imposible entre dos luchadores mexicanos, Reptiloide y Diamante, mientras entrenan en el gimnasio y cuando se suben al ring, con el inagotable conflicto entre cuerdas. En el videoclip aparece una miniatura con la máscara o tapa de plata como reminiscencia de religiosidad y misterio, fuerzas ultraterrenas o divinas cuyo inminente punto de llegada, a pesar del esfuerzo humano por sobreponerse a lo cotidiano, es la derrota. 

Por increíble que parezca, la arena enmudeció. Al abrirse la puerta del vestidor de los técnicos, la expectación prorrumpió en un estallido catártico, cuando el Enmascarado de Plata saludó desde lo alto de la pasarela  .

ESO SE PERCIBE en la arena, en el aire caliente que sale expulsado por el embudo de carne en que se convirtió la Olímpico Laguna. Nunca había visto tantos niños brincando en un ring con idéntica máscara, unos con traje completo (músculos de esponja incluidos), otros sólo con capa plateada, todos con la mirada atenta de sus padres, las cumbias en los altavoces y muchas playeras del Santos Laguna. 

—Claro que va a salir con capa, Natalia, El Santo es un súperhéroe —respondo en cuanto apagan las luces y el aire se llena de una bruma densa mezclada con sudor. 

A continuación sucedió una especie de rito, casi una ceremonia religiosa o de culto por la que todos aquí hemos esperado durante horas. Por increíble que parezca, la arena enmudeció. Al abrirse la puerta del vestidor de los técnicos, la expectación prorrumpió en un estallido catártico, cuando el Enmascarado de Plata saludó desde lo alto de la pasarela. 

Todxs fuimos niñxs en ese momento. 

El Hijo del Santo bajó la escalinata entre cientos de flashes, rodeó las doce cuerdas del cuadrilátero ondeando una capa de plata escarchada con vivos escarlatas, la máscara más brillante que recuerdo de mi infancia e igual anatomía de su papá —quizás un poco más pequeño, porque al Santo lo imagino descomunal—, y se subió al encordado. Ahí Bendito, su pareja, ya encaraba a Hijo de Fishman y a Rey Insólito, ambos en verde veneno fosforescente. Los réferis, Viruta y Greñas, le desabrocharon el cinto de campeón mundial wélter al Enmascarado de Plata, para luego revisar las botas e indumentaria de los demás gladiadores.

Firma del Santo
Firma del SantoFoto: Jorge Martínez

"LUCHARÁN A GANAR dos de tres caídas, sin límite de tiempo, sin empate y sin indulto".  

En la primera, Bendito se cuelga de la estructura que sostiene las luces de neón sobre el ring y se arroja con tijeras al cuello de Fishman, lo amarra y lo rinde. El Santo y Rey Insólito se enfrascan en una lucha grecorromana, con llaves y candados, hasta que el hijo de Rudy Guzmán somete al medallista lagunero con la de a caballo. En la segunda, luego de topes y coreografía de cuerdas, el Veneno Verde pone al Enmascarado con la espalda sobre la lona y los réferis cuentan tres palmadas en el ring. Natalia y yo escuchamos una voz chillona, angustiada y nerviosa detrás de nosotros: 

—¡Revive, Santo! —grita un niño con el corazón enjugado por su mamá y un disfraz completamente plateado: máscara, capa, mallas, calzoncillo y botas—. ¡Revive, por favor! 

El Hijo del Santo se levanta de la lona, el público lo vitorea, el niño llora con el recuerdo de su ídolo para siempre en las pupilas. Todos nos conmovemos. Natalia me pregunta si de chico nunca quise ser luchador, si mi papá me subía al ring, si soñé con debutar en la Olímpico. Le respondo sí, sí, no, mientras ella toma fotos, el sonido del obturador como un grillito en el corazón de una arena que bulle porque El Santo acaba de ganarle el mano a mano definitivo a Fishman. 

Niños con máscaras de luchador
Niños con máscaras de luchadorFoto: Natalia Solís

ENTRE LA MITOLOGÍA que encarna la leyenda más famosa de la lucha libre mexicana, El Santo revivió esta noche en la Olímpico Laguna. El público lo acompaña como si fuera un apóstol, un mártir recién beatificado, para tocar su máscara, para embarrarse de sudor y linimento, para ver de cerca al más popular de los superhéroes latinoamericanos, para desmentir que El Santo murió y comprobar que su rostro permanece incógnito.  

Natalia lo persigue porque quiere atrapar el fulgor, capturar la esencia y el destello, los hilos brillantes de la Máscara de Plata, pero el mar de gente es un viacrucis intransitable. Cuando vuelve al lugar desde donde yo la observo caminar con su cámara en una mano y una máscara plateada en la otra, le hago las mismas preguntas que ella me hizo a mí y responde no, no, sí. 

—¿Cómo te llamarías?

—Diamante Roto —contesta y se pone la tapa.

Sus pestañas azules brillan entre el zurcido plateado de la máscara de El Santo. 

Torreón, Coahuila, 5 de agosto, 2023.