Everardo González da rostro a víctimas de la realidad pura y dura

Everardo González da rostro a víctimas de la realidad pura y dura
Por:
  • luciana wainer

Sobre muros, rejas y fronteras. Sobre distancias insoslayables y armas de fuego. Sobre la humanidad perdida que yace detrás de las máscaras pero que sólo necesita ojos y palabras para delinearse en la pantalla. Everardo González, documentalista mexicano, tiene la capacidad de capturar en una sucesión de imágenes y sonidos los rostros de quienes sólo conocemos a través de cifras en informes, notas y documentos: los migrantes separados de sus familias, los reclusos, los sicarios, las víctimas, los victimarios.

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Netflix reunió tres documentales del cineasta y se vuelve un pretexto para volver a hablar de ellos: Los ladrones viejos (2007), La libertad del diablo (2017) y Un abrazo de tres minutos (2018); no recomendables para maratón, a menos que se tenga temple de acero. Por el contrario, vale la pena darles su tiempo, espacio y lugar para poder digerir la dureza de los testimonios que resuenan en cualquier gramo de empatía que se tenga en el cuerpo o en todos los reflejos de humanidad que la violencia sistémica no haya anestesiado. Es imposible negarlo: la acumulación de tragedias que se suceden a diario en los medios de comunicación termina aniquilando nuestra capacidad de sorpresa, naturalizando el horror por simple repetición.

La novedad, afortunada, es descubrir que sólo basta con ponerle un rostro y una voz a la noticia diaria para volver a sentir cercana la tragedia de lo que sucede a la vuelta de la esquina pero que, por saturación o necesidad, termina pasándose por alto.

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Con tomas cerradas, miradas que desafían a cámara, máscaras en algunos casos y rostros a plena luz del día en otros, el relato provoca. Desde el sicario que narra su primer asesinato, hasta el abrazo de sólo tres minutos que se darán un padre y una hija antes de volver, cada quien, a su lado de la frontera mientras se repite a través de un altoparlante que “el tiempo se acabó”.

También está el ladrón, viejo, que relata desde la cárcel anécdotas de otros tiempos, con la melancólica cadencia de quien sabe que todo tiempo pasado fue mejor.

Pensar la justicia a partir de un estímulo visual —y visceral— que le otorga al documental la mirada crítica y lo transforma en una vía para la revelación. En ese sentido, el verdadero desafío está en competir en Netflix contra los otros cientos de títulos que prometen diversión y risas en lugar de desgarramiento. Si bien el documental ha sido uno de los géneros con mayor crecimiento en los últimos años, aún permanecen las restricciones en alcance y difusión.

Buena oportunidad para romper prejuicios y ampliar criterios: el México de fosas, desaparecidos y muros no es una otredad que acontece en la lejanía, por el contrario, palpita todos los días con tanta naturalidad que se vuelve invisible.

Quizá pueda suceder que aquel monstruo que asesina no es tan distinto a nosotros.

Everardo González

Cineasta

Nacimiento: Estados Unidos, 1971

Estudios: Comunicación Social, en la Universidad Autónoma Metropolitana, y Cinematografía en el Centro de Capacitación Cinematográfica